2016: #Año del fin

 

El arte de perder se domina fácilmente;
tantas cosas parecen decididas a extraviarse 
que su pérdida no es ningún desastre.
– Elizabeth Bishop, Un Arte 

 

Comencé el año siendo una persona y lo termino siendo otra. Me han pedido que escriba sobre el 2016 y trato de decidir cómo abordar un simple relato sobre los acontecimientos más destacados con la distancia impersonal del narrador, –que se limita a recitarlos en orden cronológico, insertando un dato curioso u opinión aquí y allá– sin pensar en mi propio ‘terremoto personal’. Dicen que hay años que hacen preguntas y otros que dan respuestas. El 2016 fue de los segundos.

Fue un año de pérdidas. Parecía que comenzaba como todos los años, con el rezago de algunos sinsabores, pero lleno de esperanza y optimismo, a pesar de la velada amenaza de cambio que permeaba el ambiente. Donald Trump no dejaba de sorprender al mundo con las barbaridades que espetaba, mientras que los medios hacían su tarea de reportarlas como si se tratara de un reality 24/7 donde los periodistas servían de conductores. Sus seguidores más vocales aparecían en los rallys luciendo gorritas con el slogan ‘Make America Great Again’, y los menos se limitaban a apoyarlo en modo ‘vibración’, es decir, sin hacer escándalo, pero dando Likes a algunos posts y retuiteando de vez en cuando a su gallo.

 

David Bowie

 

Los millenials correteaban a Bernie Sanders como niños detrás de un camión de helados, mientras la mayoría de los adultos de inclinación progresista trataban de buscar argumentos para convencerse de que Hillary Clinton era ‘la candidata ideal’ para ‘neutralizar’ a nuestro ahora presidente electo, pero olvidaron que a Vladimir Putin nadie lo pone en una esquina (Nobody puts Vlady in a corner). 

La muerte fue, sin duda, el ‘jugador más valioso’ (the real MVP) embistiendo en el mundo de la música contra David Bowie, Prince, Juan Gabriel, Leonard Cohen y George Michael. Cinco grandes sin posibilidad de pasar a la catafixia con Chabelo, quien parece que sigue vivo sólo para convertirse en el primer meme que aparece cuando alguien pasa a mejor vida.

En el deporte, el deceso de Muhamad Ali sacudió al mundo y a las redes sociales al recordarnos que no sólo fue uno de los más grandes atletas y activistas de los últimos años, sino un hombre de increíble agudeza mental. Ali nos regaló un sinnúmero de frases motivadoras que saturaron los muros de Facebook y Pinterest durante una semana (una eternidad para un difunto celebrity en donde no hay nada más viejo que el tuit de hace cinco minutos), y nos dio un ejemplo de ‘cómo dar pelea’ con dignidad en su lucha contra la enfermedad que lo atrofió y enmudeció durante más de treinta años.

Murieron tantos mega-famosos que a los ‘famosos’ ya nadie les hizo caso. ¿Sabían que murió…? Alan Rickman, Gene Wilder, el profesor Jirafales (Rubén Aguirre), Chachita (Evita Muñoz), Curtis Hanson (Director de LA Confidential), Garry Marshall (Director de Pretty Woman), Harper Lee (autora de ‘Matar a un ruiseñor’) y Nancy Reagan…entre muchos otros. ¡Con tanto muerto de primera los de segunda acabaron en un pie de nota!

La única historia deportiva que cabe mencionar fue el triunfo de los Cubs en la Serie Mundial, rompiendo la ‘maldita maldición’ tras 108 años de implacable sufrimiento de su fiel afición. El partido final tuvo de todo, sólo faltó que Kris Bryant se hincara y le propusiera matrimonio a Anthony Rizzo después del último out. En lo personal, gocé viendo a miles de hombres llorando en televisión nacional. Comprobé que los hombres derraman lágrimas por las razones más extrañas, pero casi siempre tienen que ver con el deporte o su mamá.

 

Bryant y Rizzo. ¡Buen trabajo!

 

En México, tristemente, nada captó más el entusiasmo de las redes sociales que los XV años de Rubí. Una señal de los deprimentes tiempos que se avecinan, donde más gente comparte en su muro la invitación a la fiesta de una quinceañera que no conocen, que un evento artístico o literario. Impresionante ver como se erosiona la cultura de un país. Y entre broma y broma, la verdad se asoma.

El 9 de noviembre le dio a Donald Trump la presidencia. Muchos perdimos ese día, pero el tiempo –como siempre– hizo su trabajo. A los pocos días, la pesadilla se convirtió en una de esas desilusiones que acaban por filtrarse en el subconsciente (colectivo) y se quedan ahí como una piedra en el zapato. Una molestia que incomoda -pero no mata- dando lugar a una apatía suspendida.

Mientras escribo estas líneas me entero del fallecimiento de Carrie Fisher, la entrañable Princesa Leia. La princesa de mi generación. Una princesa que quería salvar un imperio, no sentarse a esperar a un príncipe azul. Carrie Fisher fue más que eso. Una mujer que luchó contra sus adicciones con la honestidad y la responsabilidad del que se sabe ‘persona pública’. Y apenas termino de expresar el ‘¿quién sigue?’, cuando me entero de que se ha llevado a la madre, la actriz Debbie Reynolds. ¡Vaya forma de rematar! ¡El final más triste de la historia de Hollywood!

Hoy el mundo es uno donde Donald Trump es presidente electo, donde Inglaterra ha decidido separarse de la Unión Europea, donde el racismo y la misoginia tienen auditorio, donde la academia sueca parecería que decidió el premio Nobel de literatura mientras escuchaba ‘Knocking on Heaven’s Door’ –vodka y churro en mano. (La excepción: México, el país donde lo único que cambia es el precio del dólar y la gasolina; los ricos siguen siendo ricos; los pobres, pobres y la clase media se endroga tratando de mantener el status quo). 

Un año extraño, lleno de sorpresas, de muerte, pero también de posibilidades, de transformación, de renacimiento. El mundo se salió de su zona de confort (lo mismo que yo). Y para crecer a veces es necesario romper el caparazón, como las langostas. Abordemos este nuevo año como lo haría Leia Organa: con fuerza y valentía.

PD. Faltan unas horas para que termine el año. Estoy enviándole todas mis buenas vibras a Elton John, la Reina Isabel y Betty White, entre otros. Aunque como leí por ahí: Morirse en el 2016 no sería tan malo, estaría uno increíblemente bien acompañado.

 

 

Carolina A. Herrera nació en Monterrey, Nuevo León y se crió en la Ciudad de México. Es Licenciada en Ciencias Jurídicas por la Universidad Regiomontana (1989). Estuvo asimilada al Servicio Exterior Mexicano en los Consulados Generales de Chicago (1991-1997) y Houston (1997- 2000) como representante del IMSS. Desde el término de su comisión se ha dedicado a la traducción, interpretación y la capacitación de intérpretes. Miembro de la Mesa Directiva de El BeiSMan. Vive en Aurora, Illinois con sus hijos y Chester, su perro. #Mujer que piensa, es su primera novela. Síguela en twitter @blondieflowers