Borges y el futbol


He puesto un televisor en la biblioteca de mi casa y espero con ansia a que comience el mundial de Brasil.

Pretendo ver el mayor número posible de partidos; ya volteé el sillón de la sala y me he pertrechado con refrescos de sabores exóticos y botanas de diversas procedencias. Afortunadamente ya no tengo una chamba fija y con horarios comprometidos, y puedo darme, por primera vez en mi vida, el lujo de ver los encuentros que quiera y a la hora que quiera. Incluso he citado a buenos amigos para algunos de los partidos que prometen ser más emocionantes.

Me gusta el futbol. Y eso, no es pecado. A algunos, como decía mi abuela, les gusta incluso el aceite de ricino. No seré yo quien ande convenciéndolos de lo contrario, así que les ruego que no intenten convertir esta decisión en una estéril polémica, que nos va a quitar tiempo que pretendo utilizar para ver hartos partidos. Estoy por cumplir 54 años y a estas alturas de mi vida, me queda claro que es lo que quiero. Y quiero ver el mundial.

Anda rondando por internet una frase que aparentemente dijo Borges y que les sirve a algunos para mostrar su aversión al juego. La veo a cada rato y a cada rato intento olvidarla. “El futbol es popular porque la estupidez es popular”.

Pues bien. Soy un estúpido.

Pero soy un estúpido que no está solo y eso me consuela. Me acompañan en el trance algunos queridísimos amigos a los que también les gusta el fut, tanto o más que a mí mismo.

Y tengo frases de esos amigos sobre futbol, para poner frente a la infamante del maestro Borges.

Antonio Gramsci: “ El reino de la lealtad humana ejercida al aire libre”.
Juan Villoro: “Dios es redondo”.

Paul Auster: “El futbol es un milagro que le permitió a Europa odiarse sin destruirse”.

Eduardo Galeano: “El futbol es una religión que no tiene ateos”.

Pier Paolo Pasolini: “Cada gol es una invención”.

Albert Camus (que además fue portero): “Lo que más sé acerca de moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo al futbol”.

Estuve en Río de Janeiro, hace algunos años, con un grupo de periodistas. Y fuimos primero a la catedral, donde algunos de mis colegas se arrodillaron al entrar y yo los esperé con enorme delicadeza . 

Y luego llegamos a Maracaná, donde, en cuanto pisamos el césped, el que se arrodilló, fui yo. 

Cada quién tiene sus capillas y hay que respetarlas.

Tengo la televisión en la biblioteca y está todo listo para ver ese espectáculo que a mí me resulta apasionante y que en el fondo no es más que un juego de niños.

Subí a otra habitación todos los libros de Borges. 

No está invitado a ver conmigo el mundial.

Benito Taibo. Escritor furtivo, chef profesional de la improvisación, gourmet que disfruta lo mismo birria o langosta, y un devorador de libros. Autor de Siete primeros poemas (1976), Vivos y suicidas (1978), Recetas para el desastre (1987) y De la función social de las gitanas(2002). Polvo (2010) es su primera novela.

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