‘Brutality’ en el Aguijón

 

La obra Brutality estrenó en el teatro Aguijón el 18 de mayo y continuará su presentación hasta el 10 de junio del año en vigor. Siguiendo la tradición de Aguijón, el escenario es excelente utilizando una serie de niveles que permite el uso de distintos espacios con sus respectivos decorados para emplear distintas líneas de tiempo y ambientes que abarcan desde una sala de espera a un antro hasta un aula. Los aspectos técnicos son impecablemente logrados: los efectos de sonido/música y las luces sirven su función de enriquecer la experiencia del público sin interrumpir o generar distracciones innecesarias. Esto siendo el estándar ya establecido por la compañía.

La parte actoral trabaja milagros con la obra, Ana Santos-Sánchez, Sándor Méndez y Carlos Armando Félix tienen sus momentos de gloria durante los instantes en que comparten las tablas, la poesía de la obra yace en ellos. La obra podría ser rica si se hubiese enfocado únicamente en estos tres, pero no lo hace. En lugar de esto, Brutality sufre de texto excesivo; en varias ocasiones los personajes se mal viajan de la escena para escupir unas parrafadas explicando cosas obvias que el público puede captar sin ser tratados como niños en pañales. Estos incidentes alargan la obra y francamente aburren; en numerosas ocasiones el tedio de estos intercambios desvía la vista al reloj en el escenario que únicamente sirve el fin de torturar al espectador. Aquellos que se aventuren a soportar estos defectos, provenientes de una dramaturgia que abarca mucho y aprieta poco, tendrán que prepararse para ver amplios ejemplos de relleno y cabos sin atar.

La obra en sí intenta abarcar muchos aspectos sociales, pero en lugar de trabajar y exponer un ángulo específico de la sociedad estadounidense venida a menos, produce una cosmovisión sumamente general. La mayoría de los personajes aportan poco o nada, con la excepción de los antes mencionados; aún peor, son caricaturescos en su naturaleza con una sola dimensión y la profundidad de un plato de papel. Son estereotipos planos del sector social que representan. La musulmana simbólica (Erica Cruz Hernández) está ahí para alcahuetear una inclusión árabe lésbica que no aporta nada a la obra; se le introduce para existir en calidad de bulto. Brutality quiere dialogar sobre el racismo, la violencia, la homofobia, pero lo hace de una manera moralista y unilateral, promoviendo una ideología en la que todo aquello que es blanco o masculino es malévolo y el resto siempre es víctima e incapaz de ser otra cosa más que una víctima. Es un fatalismo y una indignación exagerada digna de una post de Tumblr escrita por un adolescente con la inteligencia emocional de un niño.

La opinión de esta reseña es la siguiente: Brutality contiene dentro de sí unas seis obras amontonadas en una; al retacar las historias en una obra acaba por crear algo de poca substancia. Es posible que haya alguna trama rescatable en el revoltijo; sería cuestión de deshebrarlas.

 

Brutality en el Aguijón hasta el 10 de junio.

Antonio E. del Toro nació en Guadalajara. Trabaja como intérprete y traductor en Chicago. Gracias a un interés en tecnología y literatura, ha encontrado el teatro y su complejo proceso de producción. Otros intereses incluyen cine y técnica mixta.