‘Cajitas’, novela polifónica

 

Cajitas de Raúl Dorantes
El BeiSMan PrESs, 2018, 230 páginas, $15.99, ISBN-13: 978-1983599521

 

Hay críticos literarios que opinan que el posmodernismo en la literatura no existe. Luego nos encontramos con Cajitas, última obra de Raúl Dorantes, y tenemos suficientes pruebas para rebatir esa afirmación. Cajitas es una novela posmodernista y es, además, una obra maestra. Sin ánimos de querer sobrevalorarlo, el texto de Dorantes demuestra la excelencia con la que fue escrito por la complejidad que evidencia no solo en cuanto al tema sino al formato en que se presenta la historia.

Los lectores se topan con la historia de un par de hermanos chicanos, Julián y Joel, quienes por un malentendido —quizás malintencionado— terminan involucrados en un asunto legal que cambia sus vidas y los planes que tenían. La novela se encarga de presentarle al lector la odisea por la que pasan los hermanos al intentar solucionar el problema. No obstante, la forma de dicha presentación obliga al lector a que se pare de su silla y empiece a unir cabos, a traer el pasado al presente, a tratar de entender diferentes voces contando partes del mismo relato.

Cajitas es una novela polifónica, en la que se escucha no solo una voz sino varias. Encontramos de ese modo narraciones llevadas a cabo por Julián, por Joel y por Roma, por ejemplo. Cada voz es distinta por lo que los lectores deben dedicarse a identificar quién les habla, o qué voz escuchan. Algunos se deleitarán oyendo un diálogo, otros leyendo una carta, otros siguiendo un monólogo. Todos, sin embargo, tendrán que recoger los pedazos de cada narración para darle forma a la historia. Incluso, habrá oportunidades para que los lectores interactúen con el narrador del momento, puesto que hay ciertas notas al pie que eluden al lector en ese preciso instante y que buscan una atención personal de su parte: “Como usted sabe, lector, la última ciudad real, diseñada por Niemeyer, es la capital Brasilia. Las siguientes ciudades, incluida la mía, habrán de ser literarias, verdaderamente reales” (138).

Más aun, en ciertas ocasiones, la interacción que se trata de establecer con los lectores se sale del mero argumento y pasa a la elaboración de la propia novela, uniendo magníficamente un personaje, como Roma, con personas y agentes del campo literario real, como la revista Contratiempo: “Para entonces ya habían abandonado el proyecto Franky Piña y un argentino de apellido Olszanski” (111). Se toman en cuenta elementos de la producción literaria de Chicago y se incorporan a la trama de la novela. La ficción se une con la realidad, la invita a jugar un rato. Asimismo, en esta obra los lectores deben actuar rápidamente si no quieren que los personajes o narradores les ganen la partida. En el capítulo VII, Roma nos sorprende indicando que en el taller organizado por Contratiempo, le exigen que escriba una novela dividida en veintiún capítulos, en algún bajo fondo de Chicago, con varias voces encontradas y demás características. Cuando leemos esto, fisgoneamos rápidamente el final del libro y nos damos cuenta que efectivamente el libro tiene veintiún capítulos, por ejemplo. El narrador de ese momento nos ha ganado una carrera. De igual modo, nos enteramos que Roma quiere construir una ciudad letrada, a la cual desea llamar Los Encuentros. Damos por sentado que sabemos más que este personaje puesto que la famosa Macondo ya es parte de nuestros conocimientos de cultura general. Sin embargo, en el capítulo XVI, el narrador del momento nos abofetea y nos deja entrever que sabe no solo de Macondo, sino de Santa María, Yoknapatawpha y Comala.

Chicago, por su parte, es una pieza crucial dentro del argumento de Cajitas. En las cartas que envía Julián a su hermano, las cuales son un mero monólogo, se da una vuelta al pasado antiguo en el que se formaba la ciudad como tal. Hay fragmentos de historia, hay sentimientos superpuestos en los personajes como si hubieran vivido esa historia remota. Luego el narrador, o la voz de la carta, hala a los lectores hacia la ansiedad que impregna la estadía de Julián en la cárcel, dentro de un sistema penitenciario totalmente decadente. Es un viaje accidentado y lleno de sobresalto.

Por otra parte, se incorpora el poder de la energía como herramienta escapatoria o como instrumento para establecer una comunicación con el más allá o con el mismo plano pero un lugar diferente: la cajita. Si una persona es cajita tiene la capacidad de vaciarse para dejar entrar el alma de otra persona, muerta o ubicada en otro lugar. Las cajitas sufren un desgaste físico y emocional pero la recompensa es grande. Este poder se intensifica al final de la obra, sin embargo, no se considera oportuno dar detalles para mantener el apetito por leer esta novela que ya deben poseer a este punto de esta reseña.

Raúl Dorantes no nos decepciona. Ya con un largo recorrido como autor dentro de la literatura en español en Chicago, no podíamos esperar nada menos. Cajitas de forma elegante y al mismo tiempo explosiva, mantiene a los lectores en ascuas, mostrando los acontecimientos de forma fragmentada pero perfectamente orquestada. Después de esta novela, nuestra exigencia hacia Dorantes no bajará de nivel, así que esperaremos con ansias su próxima obra.


Naida Saavedra (Venezuela, 1979) obtuvo con Vos no viste que no lloré por vos el premio Historias de Barrio Adentro 2009 de la editorial El Perro y la Rana. Su cuento “Vestier” ganó el premio Victoria Urbano de Narrativa 2010 de la Asociación Internacional de Literatura Femenina Hispánica. En 2013 fueron publicados Hábitat, Última inocencia y En esta tierra maldita y en 2015 su primer libro de cuentos, Vestier y otras miserias. Saavedra posee un Ph.D. en Literatura Latinoamericana de la Florida State University y sus investigaciones abordan la literatura caribeña contemporánea y la Latin@ Literature, centrándose en los temas del desarraigo y la posmodernidad. Reside en Estados Unidos, donde es investigadora y docente de la Worcester State University.