Carmen Boullosa: “Lo único que existe es la literatura”


Carmen Boullosa en la Feria del Libro de Autor@s Latin@s de Chicago 2015. Foto: Rogelio Olgín

Carmen Boullosa es poeta, narradora y dramaturga mexicana cuya vida transcurre entre New York y la Ciudad de México. Entre sus silencios en español y su espacio a los instantes cotidianos, esos que son “candentes en el instante, pero nadie los recuerda”, traslada a sus memorias de aprendizaje mediante este perfil #EnPrimeraPersona para Rayuela FM (Vocalo, Chicago).

 

 

¿Cuál fue el primer pedazo de escritura que te impactó?

La primera obra literaria que me impresionó de no dejarme dormir fue el Quijote leído en voz alta por mi papá. Eso nos leía en la noche. No entendí muchas cosas, pero de las que entendí me parecían muy perturbadoras. Y me llamaban mucho la atención que a mi papá le daban mucha risa, y yo trataba de entender de qué se reía. A mí no es que me dieran risa, me causaban mucha inquietud, y las seguía porque mi papá, leyéndolas en voz alta, pues… era muy fascinante. Ése fue el primero, el que me acuerdo como más chiquita. También me encantaban los cuentos de Grimm, pero esos no me los leía mi papá, esos nos los leía la nana o mi mamá o mi hermana mayor, y me encantaban. Y todavía me gustan, me sigue gustando lo que me gustó de niña. Esas primeras lecturas son muy importantes.  

 

¿Tuviste esa sensación de miedo al publicar tu primer escrito oficial? ¿Y qué fue lo que publicaste?

Claro, la primera vez que publiqué un poema fue para el suplemento [Sábado del periódico Unomásuno], la revistilla literaria que hacia Huberto Batis en la Universidad Iberoamericana, que había entrado yo a la Ibero. Y me acuerdo pero perfecto que como fue para mí una sensación entre desgarramiento, casi una especie de violencia de haber publicado mi primer poema. Nunca lo volví a publicar en ningún otro lugar. El segundo que publiqué, lo publiqué en La Gaceta del Fondo de Cultura Económica. Y también me acuerdo lo que se sintió, y fue algo muy especial, muy difícil, muy duro de digerir. Y también me acuerdo cuando publiqué mi primer libro; y tuve la suerte de que fue con un editor que hacia los libros a mano, editor e impresor Juan Pascoe. Entonces fue todo un proceso acompañando la creación del libro. Y ahí ya fue digámosle menos traumático porque fue todo un proceso de acompañamiento de la creación del libro. Pero sí es algo muy duro la primera publicación. Y todavía hasta la fecha, he publicado muchos libros, cada que aparece un libro es algo muy duro. Procuro por lo tanto publicar un libro cuando ya tengo otro guardado en el cajón, otro nuevo en el cajón, que me dé un poco de distancia; y que me dé una pequeña protección para la dificultad que es publicar un libro porque sí es una dificultad. Me gustaría, a veces sueño, con que me volviera yo una escritora que ya no publicara, y que nada más yo estaba siempre con lo mío corrigiéndolo. Porque la relación que tiene uno con el texto que tiene guardado en el cajón es muy diferente y es una relación sagrada. Es una relación preciosa. Cuando el libro aparece, ya está publicado, ya no es propio, ya es de otros, ya es del lector.

 

¿Qué es eso que has aprendido a través del tiempo y que podrías transmitirle a los escritores emergentes?

Yo creo que lo más importante para un escritor es leer. Qué tiene que entender que la primera alimentación es la lectura, la lectura de los clásicos, la lectura de autores, hay que estar leyendo, los autores que ya están probados por varias generaciones, eso es muy importante. Porque todo en nuestra cultura hoy indica que la gente tiene el micrófono puesto, el teléfono celular, todo ha cambiado la relación de protagonismo de la persona. Y pienso que la literatura es muy importante contener ese protagonismo para dejar la voz madurar. Pensaría yo, leer, no tener prisa de publicar, corregir, corregir, corregir, corregir hasta que uno aprender a ser crítico de sí mismo. Es muy difícil aprender a ser crítico de uno mismo. Yo me acuerdo cuando era joven poeta y era una poeta emergente que decía: “es que puedo yo juzgar cuando veo una pintura, pero no puedo juzgar cuando yo veo mis poemas”. También pintaba entonces. Y no veía qué es lo que no funcionaba. Y aprender a ser crítico con uno mismo es una lección tremendamente difícil. Y para eso hay que tener paciencia, y hay que ser muy humilde y muy crítico con uno mismo. Yo recomendaría leer, humildad, no querer el protagonismo, no creer en esas tonterías de la fama y demás, eso no existe. Lo único que existe es la literatura y a la literatura hay que tratarla pues realmente con algodones. Porque es algo muy íntimo, porque es algo muy vivo, porque es algo muy grande. No es que haya que tratarla como si fuera una momia, no, no quiero decir eso. Pero hay que saber cómo, sobre todo lo que escribe uno mismo tiene uno que aprender a verlo. Y para alimentar el instinto crítico uno tiene que estar leyendo a Quevedo, a Lope, a Cervantes, a Emily Dickinson. También leer en otras lenguas es muy importante. Leer, leer, leer, traducir, leer, eso para prepararse a ser el crítico de uno mismo, eso es súper importante. 

 

Enlace directo al audio #EnPrimeraPersona

 

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Rocío Santos. Escribe para descubrir, le gustan las historias breves y los sueños eternos. Produce y conduce para la programación dominical en Vocalo.