Las noticias sobre el asesinato de los cinco policías en Dallas duelen como duele la vida de cada persona afroamericana que muere a causa de la brutalidad policiaca en Estados Unidos; como duele también la muerte de maestros y alumnos a manos de policías federales en el sur de México. Duelen porque son vidas humanas; porque tanto policías como civiles afroamericanos, como maestros y alumnos en México, son personas que se encuentran a uno u otro lado de lo que W.E.B. Du Bois llamó la línea racial.
El problema con la línea racial es que divide entre el ciudadano propiamente hablando y el “ciudadano” así, entre comillas; el ciudadano de segunda clase, el que no pertenece propiamente a la sociedad civil dado que es un sujeto racial o más bien racializado. Visto desde el punto de vista foucaultiano, podemos decir que el sistema policiaco se encarga de proteger la línea racial porque protege los derechos de la sociedad civil, es decir, los derechos de los ciudadanos “propiamente” hablando. El ciudadano de segunda clase, el que se encuentra al otro lado de la línea racial, es una amenaza contra la sociedad civil, es un peligro, un criminal. Al sujeto racial, al siempre sospechoso, al siempre criminalizado hay que mantenerlo al margen de la línea racial. El sistema policial se encarga de patrullar y asegurar los márgenes de la línea, de asegurar sus fronteras. Es por eso que el problema de la brutalidad policiaca en contra de comunidades racialmente marginalizadas, como las comunidades afroamericanas e indígenas en Estados Unidos y en México es un problema sistemático. Es decir, la brutalidad policiaca no debe entenderse solamente como un problema de racismo individual, sino como una institución que está diseñada para proteger a los que pertenecen a aquel lado de la línea y criminalizar a los que no.
El otro problema con la línea racial es que dado que hay instituciones diseñadas para patrullar sus fronteras, como es la institución policial, son personas las que ocupan el puesto por uno u otro motivo. Es decir, seres humanos ocupan puestos diseñados para reforzar la línea racial. Estos seres humanos ocupan ya un una posición institucional de marginalización racial, aun cuando estos seres humanos ignoren que pertenecen a una institución de marginalización racial. Este es el caso, por ejemplo, de personas latinas o afroamericanas que deciden ocupar un puesto dentro de esta institución. Claro, con esto no quiero decir que no hay policía abiertamente racistas, lo que empeora el asunto. Lo que me queda claro es que matar policías no soluciona el problema institucional, que al final sigue reproduciendo vacantes y requiriendo personas comunes para patrullar la frontera de la línea racial. Es decir, que matar policías sólo reproduce más víctimas de las que la institución misma ya reproduce.
La línea racial de Du Bois nos ayuda a localizar y entender la gravedad del asunto. El problema no es sólo el individuo racista, sino el sistema racial tanto en Estados Unidos como en México, que se sigue reproduciendo y sigue también reproduciendo víctimas. Esto a pesar de que en México casi se ignore por completo el problema racial y de que algunos declaren a la sociedad estadounidense después de la elección de Barak Obama una sociedad post-racial.
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Jorge Montiel llegó a Chicago en 2007. Ha participado en talleres de poesía como el de La Casa del Escritor, en Puebla, y Contratiempo, en Chicago. Ha publicado poesía esporádicamente en revistas literarias y otras publicaciones. Actualmente estudia filosofía en Marquette University.