Diego “el Cigala”


Diego, el Cigala, en Chicago

 

El artista que fusiona su naturaleza flamenca con el bolero, el tango, el jazz latino estuvo en la ciudad de los vientos con Indestructible[1], su último trabajo discográfico.

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El viernes 6 de abril no fue cualquier viernes, y a pesar del tráfico implacable del rush-hour de Chicago, llegué a tiempo para cuando las puertas del Chicago Symphony Center se abrieron. Finalmente, la espera de cuatro meses valió la pena y, por primera vez, escuché en vivo a Diego “el Cigala”, una oportunidad que tuve varios años en la mira, no solo en Chicago, sino también en Bogotá y Madrid.

Mientras caminaba del estacionamiento de la Michigan Avenue a la entrada del Symphony Center, estaba con tantas cosas en la cabeza, como de costumbre:“(…) un vino tinto español, ¡qué delicia!, ¿pero si la fila es enorme, y si el concierto empieza y no estoy en mi silla? Mejor sin vino…”, solo me importaba estar en mi lugar antes de que las luces se volvieran tenues, la gente se enloqueciera de emoción y yo un tanto y un poco más que todos juntos.

Así empezó la noche indestructible y la absorbí toda, desde mi silla C-111 a unos pocos metros de el Cigala. A mi izquierda una pareja que habían venido desde Ohio, junto a ellos una mujer polaca con quien tuve la oportunidad de hablar un poco, llegó al concierto por accidente. Frente a mí una pareja catalana, me dijeron. El público era diverso desde todo punto de vista.

Los aplausos al unísono, la trompeta, un piano a la derecha del escenario, los timbales, el bajo, tres voces a la izquierda y esa voz flamenca, profunda que iluminó nuestros ancestros cuando dijo: “Nací moreno porque así tenía que ser/por mi color soy muy fácil de entender…”, “Moreno Soy” de Francisco Alvarado Morales —interpretada tantas veces por La Sonora Ponceña, y los pies y hombros hasta del más tímido sintieron la sangre llena de latidos.

El Cigala se entregó a su público por completo, no solo con su voz sino con el carisma que lo caracteriza, con el movimiento de sus manos de derecha a izquierda, con una precisión absoluta dirigiendo el golpe de cada nota, en ese pam, pam, pam, y de repente un solo de trompeta que me llevó de regreso a Colombia, mi tierra, a las leyendas de Cali y su Juanchito,[2] donde se baila salsa hasta que el sol amanece.

La salsa es un género inmortal que remonta desde el siglo XVI en Cuba, gracias al resultado de la mezcla de la música hispana traída por los españoles y la traída por los esclavos africanos. Ahora recuerdo a Héctor Ulloque, mi pediatra de infancia, cuando viajó varias veces a La Habana en busca de los colores del son cubano, el son montuno, la guaracha, el guaguancó, el mambo, la charanga y el chachachá, para luego escribir y contar en la radio sobre las raíces de la salsa. ¡Caramba! hasta recuerdos de mi pediatra, mientras escribo sobre el concierto de el Cigala.

El gato maulló con “El ratón” de Cheo Feliciano. También silencios absolutos cuando cantó “Se nos rompió el amor” de Manuel Alejandro, “Dos gardenias” de Isolina Carrillo, entrañablemente interpretada por La Sonora Matancera en la voz de Daniel Santos (1948), más tarde por Buena Vista Club Social en la voz de Omara Portuondo (1996), y por el Cigala en su proyecto con el maestro Bebo Valdés (2003), Lágrimas negras.

Las interpretaciones en las que el Cigala dejó todo en el piso, una opinión muy personal, fueron “Cóncavo y convexo” de Roberto Carlos, y “Cómo fue” de Ernesto Duarte Brito, y que inmortalizó a Benny Moré; cada palabra le salió de la medula y el público lo sintió.

 

La toalla negra y los dedos en la frente

Tras cada canción, el público vitoreaba y alentaba. Diego, en tanto, mientras se secaba el sudor con una toalla negra, a veces como una forma de tomar aire o un descanso sin desaparecer del escenario; estudiaba a cada admirador con una mirada dulce y a su vez pirata. “¡Grande el Cigala!”, gritó una voz desde uno de los balcones, mientras desde el fondo alguien exigía “Lágrimas negras”. Y no faltó la valentía de alguna mujer que suspiró a viva voz: “¡Te amo, Diego!”

Cada vez que bebió cerveza, lo hizo casi como un ritual y en eso encontré una belleza literaria: …antes de levantar el vaso, el hombre de los ojos andaluces, sumergió tres veces y al mismo tiempo el dedo índice, el corazón y el anular de la mano derecha, salpicó el piso del escenario sin mirarlo, y sin perder tiempo, llevó la mano a la frente y con un dedo, rápidamente la humedeció como quien se bautiza o quiere embriagar una pena…

Y es que los seres humanos estamos hechos de una consecución de pequeñas cosas que con el tiempo se vuelven un talismán.

Por dos horas consecutivas, las paredes del Symphony Center vibraron con la voz de este madrileño de raíces andaluces, acompañado de La Cali Salsa Big Band. “Gracias, Chicago, muchas gracias”, dio la espalda, aplaudió a su gente, los llamó al frente y permitió que todos los aplausos reconocieran el trabajo impecable de cada uno de los músicos. Para ellos y el Cigala, una ovación larga. Sin más ni más, la gente empezó a salir y las luces se apagaron.

¡Vaya noche! Mientras regresaba a mi carro, recordé algunas cosas de mi conversación con el Cigala. ¿Cómo lo conocí?, esa es otra historia, un mago jamás revela sus secretos:

El Cigala: ¡No puedo creer que sea primavera en Chicago!

Fermina Ponce: Sí, hace muchísimo frío y aquí nieva hasta mayo.

EC: Con razón le iba tan bien a Al Capone —dijo soltando una carcajada.

Me quedé mirándolo y le dije: —¡Curiosas las cosas que hace el flamenco con la salsa en Chicago!

EC: ¿Qué? —me preguntó con curiosidad.

FP: Sacar a Al Capone de la historia de esta ciudad, por una noche, para traer a Juanito Alimaña[3].

Y la carcajada fue de los dos.

 

 

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[1] Indestructible (2016) http://www.elcigala.com/

[2] Juanchito, municipalidad cercana a Santiago de Cali, al otro lado del río Cauca, Colombia —conocido también, como la “Meca de la salsa” en el país.

[3] “Juanito Alimaña”, canción compuesta por el puertorriqueño Tite Curet Alonso (1926-2003)

 

Fermina Ponce. Escritora. Autora de los poemarios Al desnudo (2016) y Mar de (L)Una (2017), Editorial Oveja Negra. Nominada por el Consulado Colombiano en Chicago al Premio “Los 22 más” 2017 en la categoría de cultura en Estados Unidos. Ha contribuido con artículos, poemas y reseñas en Libros & Letras, revista cultural de América Latina; El BeiSMan, revista en línea cultural para la comunidad de Chicago; Revista Surco, Chicago; Blog “Náufragos en tiempos ágrafos” y la revista digital La indiscreta de la Editorial La Discreta en España.