dos espejos

 

 

Y dicen

 

No sé mi nombre, desconozco mis manos, esta cabeza no es mía. Sonrío y miro la colina y miro el cielo y sonrío. Dicen que el fuego me aterra. No sé lo que es el fuego. Camino, hacia la noche, hacia mi nombre, hacia la madrugada, escucho el gallo. Rompí un espejo, en mis manos, ¿mis manos? quedan ¿astillas, olas, qué? Camino, no sé mi nombre, desconozco mis dedos, mis piernas son de vino ¿qué es vino? El mundo comienza y no sé dónde. Voy a arrancarme el corazón, no mejor una costilla, no hay que ser tan pendejo, el corazón no, costilla, costilla, costilla. Corro hacia ti, para ser, para que me construyas de árbol, de tierra, de agua, de letras ¿qué son letras? Ya, de veras, ya no puedo. Estas son mis venas, riega el huerto.

 

 ∴

 

dos espejos

 

un puente separaba el cielo del infierno

un puente separaba el infierno del cielo

di un paso

llegué al otro extremo

 

∴ 

 

Tú ya lo sabes, ¿para qué preguntarle al espejo?


Tsurigane ni
Tomarite nemuru
Kocho ka na
Buson

Tsurigane ni
Tomarite hikaru
Hotaru ka na
Shiki

¿Qué corazón tan avaro
cuenta el metal
de los instantes?
Xavier Villaurutia

gloria a Dios por tus nalgas de inconcebible perfección

y por el hoyuelo que se te forja arriba de cada redondez

gloria a Dios también por tus gemidos, que reclaman el temblor de espejos y cortinas

por tus piernas de flexibilidad olímpica

y por esas tetas que sacian la sed de todos los cuentos

 

porque te ofrendas y

                                 y porque sabes lo que somos y lo que nunca podremos ser

y así, con las máscaras que te pones, con los disfraces que uso

somos más desnudos, más reales que si

nos juráramos amor para toda la vida

 

gloria a Dios por los jugos de tu pubis que me alimentan y me dan esperanza

por la luz con que jugamos, dueños de la traición y de la verdad

porque nunca podremos negar la carne que hemos probado

ni los garabatos que fumaste

ni mis hojas en tus ojos, las manzanas del alba, la promesa dilapidada

 

gloria a Dios por tus caderas, que caen como gotas de aceite para avivarme en las noches de hambre y de miedo

heredera de los verbos, glorificada seas

porque compartimos sombras y sonrisas

porque sobrevivimos con cupones y tax returns… ya… ya me acordé que Dios no existe

pues gloria a Él aunque no sea, o nos haya olvidado, o nos haya hecho de mentiras y mendrugos,

gloria a Él aunque no esté, o lo haya olvidado, o lo construya de mentiras y mendrugos,

gloria a Él por sus migajas, por hacernos puertas y ventanas

y por la claridad, que nos inventa cada día

 

tú eres mi catedral

las campanas repican

las campanas refulgen

 

Jorge Hernández. González, Tamps. 1963. Autor de la obra de teatro El desdén con el desdén (1993) y de los poemarios Laberinto de errores (1993), Las palabras no se agotan por su nombre (2008) y los perros locos (2016). Fue incluido en las antologías Voces en el viento (1999), En el ojo del viento (2004), Tercer encuentro de poesía joven de la frontera norte (1987) y Antología de la poesía latinoamericana del siglo XXI (1997).