El fondo del agua

Cuando dos enamorados logran superar los obstáculos que los separan, el mundo aplaude. La forma del agua es una historia de amor disfrazada de cuento de hadas, en donde éstas, en lugar de aparecer precedidas por una explosión de brillantina, toman formas humanas y hacen “cosas mágicas“ para ayudarle a la parejita en cuestión. La forma del agua es visual y conceptualmente impresionante, pero la historia tiene demasiadas cosas cuya lógica es cuestionable.

Ambientada en Baltimore en la década de 1950 durante la Guerra Fría, Elisa, una joven muda (la fantástica Sally Hawkins), pasa sus días de la casa al trabajo y del trabajo a la casa sin perro que le ladre. Su callado cariño está reservado para Giles, su vecino, un artista gráfico mayor (Richard Jenkins, en uno de sus papeles más entrañables) tratando de conquistar a un hombre mucho más joven que él, y Zelda, su compañera de trabajo (encarnada por el portento histriónico que es Octavia Spencer) quien, para subsanar el silencio de Elisa, no para de hablar con ese acento sabor a chamoy que uno quisiera que Siri adoptara.

Las dos empleadas están encargadas de la limpieza del laboratorio subterráneo de una agencia gubernamental, supervisado por Strickland (el gran Michael Shannon en un papel paródico). Con mano cruel, vigila el trofeo que él mismo ha cazado en la selva amazónica: un hombre-anfibio reminiscente de El hombre de la laguna negra. Los nativos lo consideran una deidad, él cree que podría usarlo como arma contra los rusos. Los métodos salvajes de Strickland —quien no habla “anfibio”— para extraer información de su presa son por demás ineficientes y Elisa, desesperada por formar un vínculo con quien sea, se arma de huevos (literalmente) y decide conquistar al extraño, mas bien formado, hombre-pez. Mientras tanto, el Dr. Robert Hoffstetler (Michael “cásate conmigo” Stuhlbarg), científico a cargo del experimento, observa intrigado las interacciones entre Elisa y el cautivo, pues parece que han logrado entablar comunicación.

Ante la amenaza de Strickland de eliminar al sujeto de estudio, Elisa urde un plan con las hadas madrinas para extraerlo del laboratorio y devolverlo al agua (y de ser posible, “echárselo al plato”). Nótese que, a pesar de que se trata de un lugar protegido por la policía militar durante el momento más álgido de la Guerra Fría, las haditas, siempre oportunas, producen llaves, distraen policías, burlan a los rusos, y hacen que una camioneta destartalada prácticamente vuele. Como en todas las películas de este tipo, “como por arte de magia”… al final todo sale bien.

En La forma del agua, Guillermo Del Toro vuelve a sus orígenes y presenta su caso en contra de los verdaderos monstruos, los que habitan nuestro planeta disfrazados de gente decente. Es tan obvio el maniqueo que hace del villano que no tiene caso explicarlo. El malo es tan malo que se está pudriendo…y lo peor, el personaje es ‘tan malo’ que lo hace unidimensional. La película es una metáfora sobre lo que es vivir al margen, sobre el sufrimiento que experimentan los “diferentes” y la ceguera del establishment que con su intolerancia los victimiza, haciendo eco a los tiempos que vivimos. Los marginados (la muda, la negra, el homosexual y el extranjero), por antonomasia, resultan ser los buenos (…y es la primera vez que escribo la palabra an-ton-o-ma-sia).

La película está nominada para un montón de Premios Oscar, y seguramente el filme ganará algunos de ellos. En la categoría de Mejor Director compite contra Greta Gerwig en el año de #metoo, el afroamericano Jordan Peele, Paul Thomas Anderson y Christopher Nolan…más difícil, imposible. A pesar de los defectos en el guión, ¿por qué quiero que gane Del Toro? #porquesoymexicano.

El problema de La forma del agua es muy común…es guapísima, sexy y muy entretenida, pero a la hora de la plática, hay defectos, negligencias, huecos en la historia que la hacen verse medio bruta. Es decir, el problema no es la forma…es el fondo.

Carolina A. Herrera. Escritora. Su primera novela, #Mujer que piensa (El BeiSMan PrESs), fue publicada en el 2016. Es parte de Ni Barbaras, Ni Malinches, antología de escritoras latinoamericanas en Estados Unidos (Ars Comunis Editorial, 2017). Su historia es parte del Vol. 4 de la serie Today’s Inspired LatinaLife Stories of Success in the Face of Adversity (Mayo 2018). Es miembro del Consejo Editorial de El BeiSMan punto com y contribuye con regularidad a la revista. Oradora de Tedx. Vive en Naperville, Illinois.