El páramo frío de la ausencia: Justicia para lxs 5

 

 
Rubén Espinoza, Nadia Dominique Vera Pérez, Simone Nicole

 

Qué difícil es ser feliz en México. No importa lo que ocurra con nuestras relaciones, nuestra evolución personal, nuestra salud, nuestra economía, siempre habrá algo fuera de unx, relacionado con el Estado, la ciudad, el barrio, es decir, con nuestra cultura, que nos quitará la calma.

En el multihomicidio de la Narvarte (colonia emblemática del centro sur del Distrito Federal) del pasado 31 de Julio, convergen demasiados elementos como para que muchxs sintamos el evento más allá de una mera noticia. Algo ha rebasado la línea, algo se siente distinto.

Rubén Espinosa, fotoperiodista avecindado en Veracruz, huye de su lugar de residencia por amenazas de Javier Duarte, gobernador del estado. Llega el 9 de junio al D.F. como una especie de refugiado político, por lo tanto, se convierte en el primer caso en que se asesina a alguien en el exilio, un exilio doloroso porque intempestivamente tuvo que abandonar su hogar, su comunidad, a sus amistades, a su perro (México: tierra donde ser periodista es un trabajo de alto riesgo).

Nadia Dominique Vera Pérez era integrante del #YoSoy132 en Xalapa, promotora cultural muy ligada a la danza y un ser humano inteligentísimo, como se puede apreciar en la entrevista a Rompeviento. Ella, junto con Yesenia Quiroz Alfaro, una maquillista, Simone Nicole, una colombiana, y Alejandra, una empleada doméstica de 40 años, no sólo fueron asesinadas sino, como siempre pasa en estos casos, torturadas sexualmente, es decir, si una mujer le es incómoda a cualquiera de los pequeños gobiernos dictatoriales que son los estados y la capital de este país, no basta con hacerlas a un lado, no, antes hay que agredir su condición femenina, torturarlas anatómicamente aunque el “daño” que ellas hayan hecho a los gobiernos haya sido no a través de su género sino a través del análisis y el activismo, instancias no sexuadas que siguen sin perdonársele en general a las mujeres (México: tierra feminicida por excelencia).

Y todo esto, a unas pocas calles de mi casa, a la vuelta de una taquería a la que he ido con mi familia varias veces, de camino a una panadería donde hacen unos deliciosos churros cubiertos de chocolate, cerca de una glorieta con una hermosa fuente donde ha ocurrido más de un poema y más de una idea para algún texto.

Se están volviendo secos los ojos de la madre / Que se consume como una lámpara olvidada, dice el poema que Mirtha Luz Pérez Robledo, madre de Nadia, escribió para su hija:

No te vayas de mí … niña de azúcar
A deshacerte entre la piel del llanto
No te vayas de mí … pájara libre
Hacia el páramo frío de la ausencia

(Aquí el poema completo)

Nadie descansa en paz en este país, ni lxs muertxs ya muertxs, ni lxs que aún no morimos (según) pero que no tenemos garantizada nuestra vida, porque en este país lo único garantizado es el culto al poder, porque en este país algo está mal y profundamente podrido no sólo a los altos niveles desde hace tiempo, algo que nos impide ver por el bien común, que nos lleva a la ambición y nos aleja de la compasión, de la solidaridad, de la crítica hacia el entorno y hacia nosotrxs mismxs.

 


Foto: Syats

 

Alberto Espejel Sánchez, amo de casa, poeta, oficinista, lector de feminismos. Twitter: @albessan