La mariguana: cosa doméstica en USA, un infierno en México

 

Hace tiempo Raúl Caballero escribió el siguiente artículo sobre el uso de la mariguana. Ahora cobra actualidad con el planteamiento del presidente mexicano en la ONU quien reconoció el fracaso de la estrategia que comenzó “con Richard Nixon” cuando declaró la Guerra Contra las Drogas… pero como es sabido (y queda evidente en este escrito) en Estados Unidos el uso de la mariguana es cotidiano… en tanto es al sur de la frontera donde se libra la guerra que ya se llevó en sus fauces la vida de más de cien mil personas.

∴ 

La risa de M me llamó la atención, ella iba metida en su teléfono, veía —carcajeándose por segunda vez— un videoclip que una amiga suya acababa de hacer circular en Facebook. Primero me lo narró, nos reímos y lo comentamos y más tarde me lo mostró. Es un pasaje de un programa de alcance nacional y muy popular aquí en Estados Unidos, titulado Family Feud (el mismo que se conoce en México bajo el nombre de 100 mexicanos dijeron).

Recuerdo estos momentos para exponer la naturalidad, la familiaridad, la costumbre y hasta la gracia con que la sociedad norteamericana maneja y ventila el muy doméstico asunto de la mariguana. Ciertamente sólo se puso de relieve el uso de la mariguana (que en algunos estados debaten su legalización), pero a mí me pareció muy significativa la manera como abordaron el tema toda vez que fue algo completamente imprevisto en un programa que se graba en vivo; el asunto se vio lleno de simpatías, muy quitado de la pena y con matices amables, celebrado.

Bueno, en un programa de esa naturaleza, es decir familiar y de juegos de competencia, en el que precisamente dos familias compiten en concursos de preguntas y respuestas pues no podía ser de otra manera. El conductor encuentra el lado amable de todo, el público acude en persona al estudio de televisión o enciende el televisor justamente para reír y celebrarlo todo, para pasar un rato amable y entretenido con boberías… pero sin duda, si se le mira bien, es un asunto que puede calibrarse a profundidad y, si uno divaga un poco en esas honduras, a la hora de la abstracción podría pensar, incluso podría ver que la mariguana ya ha sido legalizada en este país, porque claro, pasados al siguiente tema el asunto ya se banalizó o se olvidó, aunque al acabar el programa y llegada la hora de comentar su contenido pues la realidad ciertamente dicta que es una droga ilegal, todavía.

Y pero esa realidad tiene una variante trágica al otro lado de la frontera, pues en México los narcos y el gobierno mantienen una cruenta guerra en la que se están llevando entre las balas y su violencia a los ciudadanos comunes que, a diferencia de los que disfrutan Family Feud, encienden el televisor y saben que el horror está en todo el país y no sólo en sus comunidades.

Pero “veamos” el videoclip (que usted puede encontrar en You Tube bajo el concepto pass a joint family feud, con el título de Devils & Angels), en éste aparecen dos representantes de sus respectivas familias, un hombre de unos 35 años (con cara de bienportado) y una mujer de no menos de 50 años, ambos típicos ciudadanos de clase media, blancos y vestidos con formalidad y, enmedio de ellos, el conductor y un podio con sendos botones al alcance de cada uno de los concursantes. Si me explico bien, una vez que escuchan la pregunta, el primero de ellos que oprima su botón tiene derecho a contestar primero. Al fondo del set una pantalla con seis renglones que representan las respuestas que en este preciso caso las contestaron 100 paseantes en un pequeño mall de una ciudad que no se dice cuál es. En orden cada renglón contiene el número de respuestas para cada pregunta de mayor a menor, o sea el renglón 1 tiene por supuesto el mayor número de personas que en su momento contestaron lo mismo que el concursante, así pues el renglón 6 el número menor.

Pues bien la pregunta fue: “¿qué cosa puede un grupo de personas pasarse de mano en mano?” El hombre dio un manotazo al botón antes que la mujer y ganó el derecho a contestar primero. El conductor repite la pregunta en voz alta y el concursante, resuelto, responde: a joint (un cigarro de mariguana, en lenguaje coloquial se traduciría como un toque)… risas generalizadas, muchos aplausos e inclusive alaridos como de concierto. El hombre que respondió se ríe primero tímidamente y luego con una risa de nervios y luego más o menos histérica y al final franca y cómoda. La mujer que rivaliza en el concurso, sin aspavientos ni rubores, ríe como si hubiese escuchado la broma de un hijo, un poco neutral y un poco solidaria o comprensiva pero a carcajada abierta. El conductor dramatiza jugando, pone cara de circunstancia, se queda como congelado y luego con los ojos bien abiertos mira al tipo, que está en la etapa de nervios, como si fuera un extraterrestre. El hombre busca el cobijo del conductor al cogerlo de un hombro en el momento en que está “congelado”, pero éste hace como que se sacude la mano del concursante, y luego sonríe con limpieza, arropa al concursante con sus gestos trivializando, experimentadamente, el asunto. El concursante pasada la etapa de nervios ya está consciente que lo dicho puede ser pasto de la censura o de la retórica radical de los puros, pero las risas y su actitud salvan el momento; a la histeria modulada le gana el rubor, un tanto avergonzado voltea a ver a su familia con cara de “la regué, qué pena” y enseguida, con risita nerviosa le dice al conductor (en voz más baja pero audible) “¿ya me puedo ir?” al momento que agacha la cabeza, postra los codos en el podio y con el pulgar y el índice de la mano derecha se frota los ojos con una postura de “dónde me meto” y un ánimo de “trágame tierra”, lo que resultó en más risas de todos, suyas, de las familias, del público, y la sonrisa del conductor que en ese momento decía: “Chris, no sé cuántos de 100 personas en un hermoso y pequeño mall del país puedan haber contestado ‘un toque’, que en la encuesta hayan escogido responder que se pasan una droga ilegal, pero vamos a ver el pizarrón”, dice y la cámara va a la pizarra y con una campanada la respuesta de Chris aparece en el renglón 5, lo cual provoca más alaridos, más aplausos, más carcajadas y, por supuesto, más solidaridad o reconocimiento de la compatibilidad colectiva con Chris, quien da un paso hacia atrás y de nuevo hacia su lugar una y otra vez, y entretanto el conductor se salió de su lugar y hace un recorrido por el set, con cuyos pasos va exhibiendo su supuesto escándalo. El público sigue en plena celebración. Las aguas amainan un poco para continuar con el juego, le toca el turno a la mujer, el conductor le dice: “Esto es cuando uno sabe que vamos al infierno… (más hilaridad) okey, Tracy, tienes sólo 4 renglones por encima so…”, le da la palabra a la concursante y ésta —como si fuera un guión redactado por un travieso— responde: “la canasta para la limosna en la misa”, lo que por supuesto al hacer el contraste levanta otra ola de aplausos y carcajadas, incluidas, ahora sí, las del conductor. El otro concursante se cubre la cara con ambas manos y luego exclama: “Okey, okey ella tiene el aro sobre la cabeza y yo tengo los cuernos”. Aquello es un reventón de felicidad familiar. Entonces el conductor se explaya, le dice a la mujer que ella es una santa que quiere bloquear el paso al infierno y luego voltea hacia Chris y lo “regaña” juguetonamente: “Y tú, señor, eres un niño malo que se pasa esa cosa que huele chistoso”… (note el lector que al matizar con el olor “chistoso” de la mariguana, trivializa pero a la vez apapacha ¿el tema?, ¿la droga?, ¿ambas cosas?), y propone: “mejor miren cómo nos salvamos aquí”, dice al momento de señalar con el brazo levantado hacia la pizarra en donde con la campanada se muestra que la canasta de la iglesia está en el renglón 6, o sea abajo del toque de mota, lo que de nuevo propicia carcajadas, aplausos, alaridos, etc., y que el conductor culmine el segmento subrayando que está por debajo del joint, “esto no es bueno”, dice con una falsa pesadumbre y los manda a sus puestos con sus familiares.

Y ahí está, una escena cotidiana en este país, a donde llega esa droga que al sur de la frontera propicia el infierno de verdad, el de la espiral de sangre, guerra y muerte.


Raúl Caballero García, escritor y periodista regiomontano, para comentarios: caballeror52@gmail.com