Seascape in Silver, 2017, oil on panel, Elsa Muñoz
La inmortal
A fuerza de malabarismos sobrevive.
Abrazada a sí misma,
Amarrada a sus plantas,
en su propio lugar,
—el único—
—el preciso—
El canto de los grillos y su canto, es el mismo:
—Había una vez una mujer dormida que hechó su cuerpo al agua
y no hubo red
ni público
ni cuerdas.
En plena transparencia y sin tapujos,
su húmeda blancura
su dureza rosada
su centro de equilibrio abierto a todos los peligros
—como el de despertar cada mañana—
lluvia a prueba de agua, fuego a prueba de llama.
Perdida en diccionarios.
Maticando palabras,
como si fueran uvas,
almendras,
pan caliente o carne cruda.
Oscura y descreída
aprendió a ser feliz con las palabras,
creeyendo a pierna abierta en el amor a manos llenas
para ver
si siendo a carne viva
puede salir con vida
de esta Vida.
de La piel a medias, 2001
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La piel a medias
Grow old my love with me, the best is yet to be.
Robert Browning
A Él, que preguntó: ¿Por qué?
Porque salvó mi piel que era un manojo de luces derretidas
una isla situada en un estuario
un ojo y otro ojo
enjambre de ecos y repeticiones.
Porque me encontró desarmada y recogió las sombras y el intento
—por donde salen flores, por donde brotan días—
que rescatan mis sueños de sus túneles
repletos de tumbas.
Porque cuando me despierto y soy país con sus 200 lápidas
—ahogando un grito—
ahogando 300 gritos más encarcelados
con ternura infinita me hace burbuja azul
—invirtiendo la muerte, y el color que pierdo cuando soy traducida—
Porque cada vez que me dejo invadir por un lugar en el que nunca estuve
sigue tras mí
y recupera mis cenizas a 15 pies —ni uno menos—
de la boca de incendios.
Y porque sobre los océanos donde hablo de mí misma
expulsada de todos los paraísos de este mundo
nos hemos encontrado a tientas, él y yo
como arquetipos para esta alegoría.
de La piel a medias, 2001
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Las ardientes
Ellas
en la desnudez del fuego que les hierve adentro
cocinan piedras.
¡Todo su infierno crudo!
Apretado gemir es su pecho
vencido por el llanto.
Llanto de luna hervida que ha despertado un hombre, con su niebla.
de La celda de Iris, inédito
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xv
Sé
que dormían juntos en jamacas
hechas de hilos de algodón
y de cabuyas torcidas.
Najanequé. ¿Por qué ellos?
Sé
que todos asistimos a su areyto
que el bojike los bendijo:
“Ro.tureyguá.” “Amor celestial.”
y les entregó el joyel sagrado: un hombre sobre el otro.
Najanequé. ¿Por qué ellos?
Sé
que juntos iban a labrar el kunuku,
que los dos eran arqueros,
que les gustaba la guaracha
y en el baile, se decían uno al otro:
“Tequeta ni ro. tequeta.” “Mucho mi amor, mucho.”
Najanequé. ¿Por qué ellos?
Sé
que cuando los tayras los vieron
les quitaron las naguas y troncharon con fuego su jamaca
Sí, sé que los tayras odian a los hombres con naguas —los Naguacokios—
porque los llevaron al mar y los ahogaron,
cortaron sus raíces.
Sus ecos verticales
donde bullía ávida la tormenta
y se vertían en jugo dulce de yare.
Anaqué anaqué najanequé. ¿Por qué, por qué, por qué ellos?
Haz de luz extraviado en éxtasis de amar, sus naguas de algodón, son un poema errante.
de Mar en los huesos, inédito
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Juana Iris Goergen (Puerto Rico). Poeta. Profesora de Literatura Latinoamericana en la Universidad San Vicente DePaul en Chicago. Es autora de los poemarios Nosotros los otros (1996) Between the Heart and the Land/Entre el corazón y la tierra (2001), y Generación (2001), entre otros.