“Mar en los huesos”, poemario de Juana Iris Goergen

 

Cuando uno abre por primera vez el poemario Mar en los huesos, lo único que echa de menos es el estar ante su editor, Miguel López Lemus. Él es el alma de la Editorial Pandora Lobo Estepario Productions, y suele leer en voz alta todos los originales que va recibiendo con el objeto de valorar si son adecuados o están en la línea de lo publicado hasta ahora en este sello. En este caso, se echa de menos la presencia de Miguel porque el trabajo de Juana Goergen es de una musicalidad tan profunda, como los cuentos de los antiguos. Seguro que, en la cavernosa voz de López Lemus, este conjunto de poemas suenan a mar y a mito ancestrales cantados frente a la llama del fuego comunitario.

Este es un poemario muy especial. Probablemente será recordado como la voz de Juana Goergen. Está dividido en cuatro secciones, en las que da forma a toda una cartografía lírica de la memoria africana y taína en el Mar de las Antillas, vinculada especialmente a su impronta genética y a la isla en la que nació, Puerto Rico. En el libro se mantiene encendida la llama del mar y del alma de un pueblo tan mezclado como genuino, superviviente en el tiempo y tan “resistente a”, como “resultado de”, la opresión del colonizador.

Durante mi vida he estado dos veces en Puerto Rico. La primera fue hace ya muchos años, en persona, y la segunda ha sido al leer este libro.

Este es el cuarto poemario de la docente de la Universidad de San Vicente DePaul, en Chicago, e iniciadora y co-organizadora del Festival Internacional de Poesía de Chicago, Poesía en Abril.

La primera sección del poemario, Templo, está compuesta por 15 piezas de dimensión media, verso libre o pequeños episodios poéticos de una estructura quasi narrativa, como en su poema I, y que, en algunos casos, usa elementos metalingüísticos para añadir significados paralelos a las imágenes elaboradas por el propio poema. Ejemplo de esto último encontramos en el poema II de la citada sección. Vemos ambos:

 

I

 

Cuando Deminán Caracaracol rompió la calabaza,

de los huesos de Yayael el arquero nacieron islas

un collar de islas se derramó de las aguas.

 

Del Caribe bullicioso nacieron.

De los huesos de Yayael nacieron.

Y el manatí, estarei tei, reluciente y quieto,

fue nombrado rey de aquellas aguas.

 

Tiempo después el ombligo de Yocahú pariría un Toa,

pariría todo el Toa de una vez

—mujeres, niños, hombres, árboles y animales—

naciendo juntos

en el gran parto que iluminó los cielos y la tierra.

 

“Guariquen nabori guariquen.”

“Ven a ver guerrero ven a ver,”

—cantaban los sinsontes—

en el primer areyto que se oyó en las islas.

 “Cocú, cocú, cocú.” La luz, la luz, la luz

—se oía al zumbador en la montaña—

 

Más tarde

cuando los falsos dioses envenenaron a Yocahú

y el mucarú, que también es múcaro y lechuza,

proclamó tres veces su nombre:

“Yocahú, Yocahú, Yocahú.”

 

En la noche que desde entonces reina,

se oyó a los taínos:

“Uá anaquí, mayaní macaná, Bagua.”

“No enemigo, no matarás mi mar.”

                                                                                 

Se alzaron los guerreros.

Caciques y cacicas que llegaron al mundo,

con un pedazo del ombligo divino entre los dientes.

 

 

II

 

Guamikeni anaqui ciguato Yocahú.

Señor de tierra y mar enemigo, que envenenó a Yocahú.

  

¿Por qué tú, Señor?

Banequé  Bajarí

Lucero de la mañana.

Bajacú

Animal sin pareja.

Baracutey

¿Por qué tú?

Banequé

Arco para disparar flechas.

Bairá

Hilo para canastas.

Bijao

¿Por qué tú?

Banequé

Piedra grande.

Bosiba

Cordel más grueso que la cabuya.

Bayabé

    Envenenado.

        Ciguató.

 

El lector puede apreciar cómo en este poema II la presentación se asemeja a un diccionario de términos ancestrales, formando la columna de la izquierda un precioso poema lírico y la columna de la derecha una letanía rítmica en pura aliteración. Todo, ya sea junto o separado en columnas, tiene sabor a mito africano, a poso ancestral. Este carácter se mantendrá tanto a lo largo de esta sección como de las siguientes, siendo una de las pautas que articulan la poética del discurso de Juana Goergen en su Mar en los huesos. La huella, la huella de lo taíno en la parte de Templo, o la huella de África, en Alma (15 poemas), están tanto en sus versos como en su sangre, y ella, la autora, les honra. Hay en esta segunda parte un gran grupo de poemas narrativos, como pequeños episodios o postales de lo africano haciéndose realidad en la isla, pero hay además un alto contenido simbólico, oscuro y pesimista, asociado al dolor y al sufrimiento, así como atado a la identidad de los antepasados, cuyas creencias nos acompañan en esta nueva fase de sometimiento y esclavitud. Me ha gustado especialmente un poema, por toda la tristeza, resignación incluso, frente a la imagen de un destino aciago y doliente. Es el breve poema llamado V:

 

V

 

Bajo las ramas de la sagrada Ceiba

vivimos el resplandor de la sombra.

Su sombra negra es geometría

de la luz que no se ve.

Allí todo chorro de negritud, es poco.

  

Continúa el libro con Mar, en cuyo conjunto de 5 intensos poemas se da, a mi entender, el germen de la actual amalgama que compone la identidad puertorriqueña. El mar se comporta como la imagen ya protectora, ya opresiva, que aísla y retiene las herencias que conformarán el futuro. Aquí, además, Juana Iris Goergen declarará dos intenciones: la primera, que no olvidemos; la segunda, que consideremos el universal del sufrimiento del oprimido. Son varias las declaraciones de intención y las referencias a la memoria y al olvido, así como las asociaciones a otros lugares y tiempos en los que el ser humano hubo de sufrir lo indecible en manos del ser humano. Sirva como ejemplo el poema III de esta parte:

 

III

 

En el fondo de sus aguas

los muertos no hablan

no bailan

no se ríen de su muerte

no recuerdan su vida.

Al margen de la amnesia,

con la cabeza henchida de ocasos y equipajes

no saben quienes fueron

y buscan en la periferia del mar un gancho,

alguna longitud que persevere en ellos.

 

Desde esa arista observan lo figurativo

—el ojo ajeno del arte y los poemas que su yola inspira—

Los anuncios que no entienden la herejía del llanto,

la ironía que divulga su canto migratorio y esencial

—incurable y olímpico—

 

La noche crece entre sus labios húmedos de mar

sus sueños descansando entre pálidas algas

—como pálidos son sus huesos—

 

Concentrados en un campo de mar

su ataúd es una yola, empujada todavía

por el temible eco de otro tiempo: “Arbeit macht frei.”

 “El trabajo los hará libres.”

 

En la parte final, Epílogo, la autora parece reconocerse en sus palabras, en su genética y en su historia, como un testigo obligado a dar paso a la voz de quienes callaron o fueron acallados. Los seis poemas de esta sección son de una lírica abrumadora que no deja indiferente. Son tremendamente conmovedores sin llegar a caer en ningún tipo de simpleza. Son conmoción porque son verdad. En el Epílogo hay aceptación, hay lamento, hay una continua última voluntad que expone desde la autoridad moral de quien se sabe pasajero y prescindible (como todos lo somos, aunque no seamos tan sabios como para reconocerlo, ni tan virtuosos como para contarlo con la belleza y elegancia con que lo hace la autora): la poeta quiere volver al mar, a ese mar que envuelve la isla, la historia, el templo y el alma. De haber sido estos poemas escritos por otra persona, podrían haberse llamado perfectamente Elegía, más que Epílogo. Una elegía bella y sugerente. Las referencias a la vejez, a la pronta marcha que a todos nos acecha, en forma de voz de poeta experimentado y casi extinto, así como las referencias a la infancia y a la fugacidad de todo lo que nos empeñamos en llamar vida, son la parte material que se articula y sostiene en una sólida lírica y en unos recursos maduros y no al alcance de cualquiera. La autora nos presenta las diversas facetas de la levedad del ser en pares que contrastan. Sin llegar a ser dos caras de la moneda, sí son, al menos, partes que componen un todo armónico: la vejez de quien se despide y declara sus últimas voluntades, frente a la inocencia de quien se recuerda en los detalles y legados de la abuela; la experiencia de quien ya sabe y acepta, frente a quien clama y sostiene frente al mundo; lo frágil e inmóvil, un cuerpo humano inerte, frente a lo inmenso e indestructible del mar antillano. Entre estos versos me gustan especialmente, sin desmerecer al resto, los que componen los poemas I y IV de  Mar en los huesos I y Mar en los huesos II, reproducidos a continuación.

 

I

Si pierdo la batalla,

quiero que guarden mis cenizas

en la cajita labrada de la abuela.

 

IV

Quiero volver al corazón del viejo mar de las Antillas

dormir entre sus aguas, entregadas mis formas

que sólo junto a Él son verosímiles.

La perfecta ecuación: la perla azul dormida

en la infinita suma de su espacio

donde puedo llamarle mar azul o azul mar

o sólo mar, mar, mar, mar

y en cada monosílabo su nombre cambia.

Es esta la oculta matemática de encuentros

espejismos del hueso contra el hueso hecho cenizas

donde Él y yo,

somos lo exacto

en unidad creciente.

 

Excelente, en definitiva, éste, su cuarto poemario. No sólo recomendable. Ya es una pieza imprescindible dentro de la poesía indígena e indigenista, y buen ejemplo de la Escuela de Poesía en Español de Chicago, germinada a finales del siglo XX y eclosionando en las primeras décadas del siglo XXI.

Un placer de lectura agradecida.

 

Sobre la autora: Juana Iris Goergen

Poeta, ensayista, traductora y profesora en la Universidad San Vicente DePaul, en Chicago. Publicaciones más destacadas: La sal de las brujas (finalista del premio Letras de Oro, Betania Ed., Madrid, 1997); La piel a medias (Betania Ed., Madrid, 2001); Las Ilusas: Desarraigos (Ediciones Vocesueltas, Chicago, 2008), y Mar en los huesos (Editorial Pandora Lobo Estepario Productions, Chicago, 2017). Participación en las antologías: Astillas de luz/Shards of Light (1998), Between the Heart and the Land/Entre el corazón y la tierra (2001), Generación (2001). Colaboradora en revistas literarias: Contratiempo (Chicago) y Calabash (Nueva York). Iniciadora y co-organizadora del Festival Internacional de Poesía en Chicago: Poesía en abril.

 

Datos técnicos del libro

Título: Mar en los Huesos.

Género: Poesía.

Autora: Juana Iris Goergen.

Editorial: Editorial Pandora Lobo Estepario Productions, 2017, Chicago-Oaxaca.

Edición revisada por: Miguel López Lemus.

Estructura: Poemario de 66 páginas, con 42 poemas estructurados en cuatro secciones: Templo (16), Alma (15), Mar (5) y Epílogo (6).

 

Chicago, diciembre de 2017

 

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Álvaro Hernando Freile es maestro, antropólogo y escritor. Ha publicado varios libros, incluyendo el cuaderno de poesía Mantras para bailar (2016, Pandora Lobo Estepario, Chicago). Ha desempeñado su carrera dentro del periodismo, la educación y la investigación del lenguaje. En la actualidad es el Delegado en Estados Unidos de la revista española de poesía Crátera. Colabora con diversos medios y vive, desde el año 2013, en el Midwest estadounidense. Actualmente desempeña su labor docente en el Distrito Escolar 50, Harvard, IL., EE UU.