“Mi vida sin mí”: vivir ante los ojos de la muerte

 

El cine español es uno de mis favoritos. Toda mi vida me había dedicado a frecuentar la obra fílmica de directores españoles, pero no tanto de sus directoras. Recuerdo películas tan poéticas como El espíritu de la colmena hasta aquellas sensibles como La lengua de las mariposas. ¿Y qué decir de esas obras experimentales como Un perro Andaluz y Abre los ojos? U otras obras simplemente maravillosas como El laberinto del fauno y El orfanato o las películas de Almodóvar.

My Life Without Me / Mi vida sin mí, 2003,  es una película dirigida por la española Isabel Coixet, producción canadiense estilo indi. Seguramente muchas personas conocen la obra de Coixet; especialmente las personas involucradas en los movimientos feministas. Por mi parte, hasta estos días he comenzado a acercarme a la obra de las directoras españolas. Y para empezar me he dado cuenta que la obra de Coixet es sorprendente. En la actualidad, se encuentra en cartelera su nueva película Nadie quiere la noche y dicho título me conduce al cuento de la poeta y narradora hondureña María Eugenia Ramos: “Cuando se llevaron la noche”. Pero, escribir sobre Nadie quiere la noche es para otra ocasión, por ahora me mueve revisitar My Life Without Me.

Mi vida sin mí es una película simple y terriblemente estimulante. Lo primero que percibo es un monólogo seductor y honesto. En el soliloquio reivindica los detalles de la vida. Ann —el personaje principal— tiene 23 años y se casó desde muy joven. Conoció el amor a primera vista en un concierto de Nirvana. Del matrimonio nacieron sus dos hijas; tiene un marido guapo, compresivo, acomedido, pero desempleado. La relación de Ann con su madre no es muy buena. Su madre odia al mundo y su padre lleva diez años en la cárcel. Ann trabaja como limpiadora nocturna en una universidad; tiene una amiga obsesionada con su peso y un día la nota mal de salud y la encuentra vomitando en el baño, se atreve a preguntarle qué le pasa. Ann responde: “¿Quieres saber por qué vomito? Vomito porque cuando tenía ocho años la que era mi mejor amiga fue diciendo por ahí que yo era una zorra. Vomito porque cuando tenía 15 años no me invitaron a la única fiesta a la que he querido ir en toda mi vida. Vomito porque a los 17 años tuve mi primer hijo y tuve que hacerme mayor a la fuerza. Y ya no me quedan sueños. Y joder, sin sueños no se puede vivir”.

Entonces, Ann tiene que lidiar con la noticia que pronto morirá de un cáncer incurable. Desde ese momento Ann se vuelve consiente que no puede perder el tiempo, pues el tiempo es la verdadera riqueza de la vida. Así que una noche sin muchas pretensiones hace una pequeña lista de las cosas que debe hacer antes de morir.

Ann es una madre amorosa, una amiga leal, una esposa compresiva. Y como personaje es una mujer que sabe guiar a los espectadores a través de la tragicomedia. La película no es un derroche de drama. Coixet no emplea las lágrimas como un recurso para hacer que los espectadores mantengan un lazo de empatía con Ann y con su familia.

Ann es una mujer joven y está siendo arrebatada del mundo de golpe. La vida no le ha permitido disfrutar de sí misma. Ser madre a los 17 años no es fácil y menos tener dos hijas a los 19. Pero aún así consigue vivir, aunque tenga que ocultar su muerte prematura a sus hijas, marido, padres e, incluso, a su amante. Es a través de diálogos sencillos que podemos comprender la parábola de My Life Without Me: “Los muertos no sienten nostalgia”; por lo tanto, antes de ser uno de ellos, lo mejor es vivir porque solo ante los ojos de la muerte somos capaces de sentir el aliento de la vida otra vez, como en esos segundos después de haber salido del vientre materno. El dinero, la ropa y todo lo demás que consideramos de valor son completamente insignificantes si los anteponemos con el tiempo como enemigo que acorta el camino para abrazarnos con la muerte.

 

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Lourdes Soto.Tegucigalpa, Honduras. Estudia el Máster en Relaciones de Género en la Universidad de Zaragoza, España. Fotógrafa, ha expuesto su trabajo en Honduras e Italia y en varios medios electrónicos. Su obra poética ha sido publicada en 7Lune, Italia; La Tribu de Frida, España y El BeiSMan, Estados Unidos, entre otros. Participó en las antologías poéticas Las de hoy, Honduras; Landais de Hispanoamérica La Luna e i Serpenti, Italia, y Chamote una Amalgama de voces poéticas de nuestra América, Argentina. Actualmente trabaja en su poemario En los brazos del tiempo.