Era el 2015, raramente era entre agosto y septiembre. En mí país anunciaban una película francesa en el cine. Acostumbrada a las películas comerciales en los cines de Honduras, mi sorpresa fue enorme cuando vi la adaptación animada de El principito dirigida Mark Osborne con un guión basado en la novela de Antoine de Saint-Exupéry, de 1943. Mi alegría no dejaba de ser enorme, los cines ofrecían la oportunidad de ver esta obra en su idioma original (francés) o en español.
Recuerdo muy bien ese día, porque fue la última vez que fui al cine antes de lanzarme a la aventura de vivir en el extranjero. Me recuerdo abrazada llorando junto a uno de los hombres más maravillosos que he conocido. Ambos teníamos esa oportunidad de ver una película infantil que era capaz de doblegar los corazones más fríos y, ante todo, aquellos que sabemos muy bien que “lo esencial es invisible para los ojos”.
La protagonista nos involucraba en la aventura de negarse a olvidar su inocencia y aceptar lo inevitable. Sin querer esa película nos estaba preparando para los días venideros.
El 2015 fue un año doloroso para mí. Estuvo lleno de muchas pérdidas y El principito reconfortaba el alma de dos personas en ese momento. Los días pasaron. Yo tuve que partir de mi país con el alma desgarrada.
El 14 de septiembre de este año fui al cine nuevamente. Ahora iba en compañía de mi madre a ver El principito. Tenía diez años de no celebrar un cumpleaños con mi madre. Me emocionaba saber que en mí país habían estrenado primero esta película y en España todavía no. Me emocione tanto que tuve el valor para contener las lágrimas y guardarlas para escribir ya no una reseña, sino una catarsis sobre lo que significa este filme para mí.
El 16 de septiembre del 2015 mi vida cambió para siempre. Mi compañero en ese momento hizo lo que consideraba justo en un país lleno de impunidad y muerte. Yo tenía que partir días después a emprender mis estudios en el extranjero. Al inicio tuve que lidiar con la culpa y la tristeza. Llegaron momentos duros y solamente la vida me enseñó que así es la vida.
Al igual que la protagonista Aurora, yo dejé de ser tan dura conmigo misma, cuando más gris me sentía la vida comenzó a llenarse de colores y acá estoy. Acá sigo recordando un día doloroso con una película que significa mucho para mí no solamente por su propuesta visual sino por las personas que me han acompañado en este viaje que es la vida.
Definitivamente recomiendo El principito a aquellas personas que ya han leído el libro y a las personas que no lo han hecho, igual se las recomiendo porque les hará desear leerlo. Al volver a ver el filme era necesario, de alguna forma, conmemorar mi muerte y resurrección en un año a través de una película infantil.
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Lourdes Soto. Tegucigalpa, Honduras (1986). Licenciada en Trabajo Social, UNAH. Fotógrafa aficionada, ha expuesto en la Casa de Cultura de Comayagua con el nombre del montaje UrbeRealidad. Participó en el 2do Festival Internacional de Occidente de Poesía femenina Amada Libertad, en El Salvador; 2014. También participó en el Concurso internacional de poesía Altino 2014 – Primera edición con tema Raíces, y su poesía fue expuesta en la plaza frente al Museo Arqueológico de Altino en Venecia, Italia. Pertenece al movimiento poético Las de Hoy en Tegucigalpa. En la actualidad reside en Zaragoza, España.