Mujeres de cabellos largos y composiciones cortas


Trío. Obra de Irene Sheri.

 

El arte supremo por excelencia es la música, puesto que no intervienen las palabras, las formas o los colores, es pura sensibilidad (la facultad de sentir, propia de los seres animados). Podemos escuchar una pieza de piano e inmediatamente tener sentimientos de alegría o tristeza. La música es el arte de expresar sentimientos —en su significado más simple— aquellos que no pueden ser expresados en palabras.

Para intentar “decir algo” muchas y muchos compositores utilizan el piano como medio para expresarlo, por un lado, se puede utilizar melodías suaves y dulces para expresar el amor y, por otro lado, se pueden tocar melodías fuertes y dolorosas para representar el desamor. Muchos de los grandes compositores que nos presenta la historia se inclinan por este instrumento o sus predecesores como el clavecín. Leemos con frecuencia en la historia de la música los nombres de Bach, Beethoven, Chopin, entre otros.

Cabe preguntarse ¿Qué hay de la música hecha por mujeres? ¿Existirá alguna pieza de alguna mujer entre tantas composiciones masculinas? Es preciso dejar en claro que una cosa es escribir canciones —pues no implica un esfuerzo racional complejo— y otra muy distinta componer porque esta actividad conlleva a una demostración del intelecto femenino, es decir, de haber realizado un proceso más elevado de la razón, y como es muy frecuente, a la mujer se le subestima. Se tiende a pensar que las mujeres no pueden crear cosas tan complicadas como una pieza de piano o que no pueden conocer el lenguaje musical.

Desde siempre, se ha relacionado a las mujeres con lo irracional y sentimental. Se tiene la falsa idea de que las mujeres no son aptas para realizar pensamientos profundos y complejos a causa del sentimentalismo atribuido. Buscando la definición de mujer en los diccionarios encontramos que la mujer es aquella que tiene las cualidades consideradas femeninas por excelencia. La casada con relación al marido, la que con diligencia se ocupa de los quehaceres domésticos y cuida de su hacienda y familia. Prostituta, fatal. [1] En cambio, la definición de hombre dice que es un individuo que tiene las cualidades consideradas varoniles por excelencia, como el valor y la firmeza. Ser animado racional.

Con frecuencia, en las épocas anteriores se pensaba —y aun se piensa— que la mujer no es capaz de realizar actos racionales y mucho menos composiciones complejas. Esto lo dejan ver muchos hombres —y me permito señalar al género masculino como principal opositor a las creaciones femeninas, por ejemplo, Schopenhauer dice que: “Solo el aspecto de la mujer revelaque no está destinada ni a los grandes trabajos de la inteligencia ni a los grandes trabajos materiales […] padece miopía intelectual. Las mujeres no tienes el sentimiento ni la inteligencia de la música, así como tampoco de la poesía y las artes plásticas […] no aman ningún arte no son inteligentes en ninguno y no tienen ningún genio ¿Qué se puede esperarse de las mujeres, si se reflexiona que en el mundo entero no ha podido producir este sexo un solo genio verdaderamente grande ni una obra completa y original en las bellas artes, ni un solo trabajo de valor duradero el que fuere?”[2]

Anteriormente se oponían a las composiciones de las mujeres por esta creencia tan absurda; una mujer podía componer algo sencillo para voz ya sea para solista o varias voces. Se permitía que las mujeres participasen en el mundo de la música como cantantes o interpretes en algún instrumento pero al momento de componer algo de mayor dificultad se les restringía todo conocimiento, pues la composición deja al descubierto la capacidad potencial de las mujeres. De esta manera, la composición femenina se encuentra con el conflicto de las definiciones patriarcales —donde la mujer está involucrada solo en las cosas del hogar y la crianza.

No olvidemos que en el Barroco y el Renacimiento el pensamiento misógino era aún más fuerte que en nuestros días; no se les permitía a las mujeres acceder a los conocimientos de las ciencias y las artes, a leer, escribir, hablar otro idioma, no tenían acceso a los conocimientos de la armonía —inseparables en el mundo de la composición. Se nos consideraba como seres paganos e irracionales. Muchas mujeres de estas épocas no fueron alentadas a componer y cuando lo lograban era limitadas, inclusive si tenían talento firmaban sus composiciones bajo el nombre de su padre, hermano o esposo. Por esta razón no hay certeza de las composiciones hechas por mujeres, salvo aquellas que pudieron ser reconocidas por su talento, por ser monjas o ser de familias nobles.

Las primeras mujeres que pudieron obtener los conocimientos musicales de la composición fueron las religiosas o abadesas que desde pequeñas fueron instruidas para tocar un instrumento. Ellas lucharon por introducir la armonía en las iglesias, muchas compusieron música sacra. Una de las primeras monjas compositoras fue Vittoria Aleotti y la primera en crear piezas sacras polifónicas (simultaneidad de sonidos diferentes). En el siglo XVII la monja Isabella Leonarda compuso más de 200 obras sacras, fue elogiada en esta época. Un enciclopedista y compositor francés describe su trabajo de la siguiente manera “Todas las obras de esta ilustre e incomparable Isabella Leonarda son tan hermosas tan graciosas tan brillantes, y al mismo tiempo tan comprensibles y sabias no es tenerlas todas”[3]

 

Vittoria Aleotti:

 

 

También mujeres aristócratas comienzan a componer en Italia, Francia, Inglaterra y Alemania. La primera en componer y publicar fuera de la Iglesia fue Maddalena Casula y Francesca Caccini, cantante y compositora que escribió piezas para voz y la primera ópera de una mujer representada en 1625. A pesar de sus creaciones musicales las religiosas tuvieron que sucumbir ante las exigencias del clero que les impedían componer en polifonía, solo podían cantar y poco a poco fue extinguiéndose la composición femenina religiosa. Aunado a esto las mujeres compositoras fuera de la Iglesia no podían ingresar al puesto de maestro di capella, posición más importante para continuar con la composición de obras instrumentales y óperas de gran escala.

 

Francesca Caccini: 

 

Para el romanticismo (movimiento cultural de finales del siglo XVIII que privilegiaba los sentimientos sobre la razón) volvió a surgir la composición femenina con su máxima representante Clara Schumann, pianista, compositora y editora de varias piezas de Robert Schumann, su esposo.

Tuvo desde pequeña gran habilidad para la música, fue admirada por Liszt y amiga de Goethe y Chopin. A pesar de ser tan virtuosa no se sentía segura de su talento para componer. Se dedicó al hogar y a su esposo, aunque retomó su carrera llegando a realizar a una edad madura 40 conciertos por Europa.

Alguna vez creí que tenía talento creativo, pero he renunciado a esta idea; una mujer no debe desear componer. Ninguna ha sido capaz de hacerlo, así que ¿Por qué podría esperarlo yo? [¨…] no hay mayor gozo que componer algo y escucharlo después. En el trío, hay algunos pasajes bonitos y creo también que tiene bastante éxito en la medida en que es válida la fórmula. Naturalmente es la obra de una mujer, que siempre carece de fuerza y, a veces, de inventiva”[4]

 

 

Por otro lado, en nuestra época no sólo es indispensable conocer la armonía sino también el conocimiento tecnológico como escribir una partitura en la computadora. “La composición requiere el conocimiento y el control de la tecnología y la técnica… la mente destaca en todos los perfiles relativos a la composición” [5] Por eso cuando una mujer compone hay cierta expectativa de su música. Tampoco debemos olvidar que el ingreso de las mujeres al mundo del saber, con algunas excepciones, tiene poco más de un siglo. Decir que no tienen obras que las representen es muy osado porque llevamos poco tiempo comparado con los siglos de tradición masculina. Sin embargo se ha logrado mucho y hay una infinidad de compositoras hoy en día.

Como botón de muestra está Sofía Gubaidúlina que tiene música muy diferente a las melodías que hemos venido escuchando. Se dice que rezaba cerca de su casa para ser compositora. Logró estudiar piano y composición llegando a graduarse. Ha llegado a ser muy importante para nuestra época pues experimentó nuevos sonidos con varios instrumentos.

 

Musical toys, Sofía Gubaidúlina:

 

Es necesario visibilizar la historia de las compositoras, hay que tener presente que no sólo fueron varones los que crearon música sino también mujeres; no somos el elemento pasivo que los músicos han querido hacer de nosotras a través de los siglos, como musas inspiradoras, por ejemplo, pues como hemos visto en líneas anteriores, las mujeres también componían, ejecutaban y eran maestras. Y lo seguimos haciendo actualmente.

Por otra parte, es importante dejar de relacionar lo femenino con lo irracional como decía Schopenhauer, ellas tuvieron la misma capacidad racional para comprender y componer sus melodías. Como ya he dicho, hay mujeres prodigiosas como Clara Schumann o experimentales como Sofía Gubaidúlina. Todas han podido sobresalir en el mundo de la música, aunque con tremendas dificultades por tratarse de un mundo de varones donde reciben críticas muy fuertes por motivos de sexo y género. Se les critica desde la hegemonía masculina, si tiene una buena composición las elogian diciendo “aunque es mujer compone como hombre”. Por el contrario, si su composición es sencilla se dice que “es una composición sencilla y dulce, al fin y acabo está hecha por una mujer”.

Como vimos al principio la música es el arte supremo, no tiene palabra ni conceptos, lo que me lleva a preguntarme por qué clasificarla desde el pensamiento dicotómico dulce-femenina, fuerte-masculina. ¿No acaso la música expresa los sentimientos en su estado más puro? Creo profundamente que al hacer esto le quitamos su pureza a la música, se decae su valor. Es la creación más hermosa que ha hecho la humanidad, y de eso se trata, de expresar nuestra humanidad.

No se trata de conquistar el reconocimiento masculino sino de crear y reconocernos en un mundo femenino, y tal vez no sea necesario tomar en cuenta las críticas masculinas. Si hiciéramos una unidad femenina e identidades propias, no definidas desde los varones, lograríamos que las sociedades fueran distintas.

Dedico este escrito a todas las mujeres que están ejerciendo alguna actividad musical, cualquiera que sea.

 

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[1] Según la RAE.

[2]Arthur Shopenhauer, El amor, las mujeres y la muerte, Biblioteca Edaf, España 2003, pág. 26

[3] Lucy Green , Música, género y educación, Ediciones Morato, Madrid, 2000.

[4] Ibid.

[5] Ibid.

 

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Mi nombre es Diana Enciso. Soy pianista, feminista y melómana. Pugno por la visibilización del papel de las mujeres en la música y día a día trabajo en mi propia deconstrucción.