Primeros pasos. Foto: El BeiSMan
A punto de las 12:40 el timbre suena y los estudiantes de la Academia Benito Juárez comienzan a arremolinarse en los corredores, empuñan sus pancartas y con bullicio van saliendo de la escuela. Muchos llevan ya semanas organizando el walk out y acaso llevan años intentando perder el miedo, sacudiéndose los estigmas perniciosos. Frente al mural La Esperanza caminan los estudiantes, pareciera que todavía zumban las palabras infames de Trump:
When Mexico sends its people, they’re not sending their best. They’re not sending you. They’re sending people that have lots of problems, and they’re bringing those problems with us. They’re bringing drugs. They’re bringing crime. They’re rapists…
Minutos antes —a las 12:20 y afuera del plantel— no menos de una decena de patrullas ya esperaban en las calles el walk out de los estudiantes. Como muchos otros representantes de “la ley y el orden” en Chicago, y la nación, se encontraban en estado de alerta. Con un país dividido económica y políticamente, se esperaban actos de resistencia.
Es viernes 20 de enero y el mogul asume el Poder. Juan Franco, estudiante de la Academia Juárez lo tiene claro:
January 20th although it’s commonly known as inauguration Day for president elect Donald Trump. January 20th it’s an opportunity for us to voice our opinions. There are people in this country who’re scare, refugees from Syria who are scare, undocumented students who are scared. They are scare to go to college; they are scare to leave the state. Their families are scare. My family had a rough time here. Although things are greater now, it’s important to know there’re still people in rough times and January 20th is a great movement for us. Other cities are doing it in New York and Los Angeles because the majority of the United States doesn’t agree with the nomination. He’s not fit to be president.
De Chicago a Carleton College, Michele Sepúlveda. Foto: El BeiSMan
En estas mismas calles de Pilsen, también aguarda la señora Sepúlveda. Celular en mano espera a Michele, su hija quien es senior en la Academia Juárez. Le tiene el pasaje listo para el transporte público de regreso del downtown. Michele también se suma a la manifestación contra la política misógina, racista y xenófoba de Trump. Su cartel invoca esa consigna que ya hemos escuchado: “El pueblo unido jamás será vencido”.
En el patio de la Academia Juárez, un destello de “Brown Power” se hace a las calles y comienza a chispear consignas, reapropiar la democracia: “Power to the People”. Tal vez son unos doscientos estudiantes, docenas más, decenas menos. Sin proponérselo, personifican “el futuro de una nación”. Así lo indican las estadísticas y así lo reconoce un reporte especial de The Economist del 14 de marzo de 2015:
A giant reason to be optimistic about the rise of Hispanics is that they are making America much younger. The median age of whites is 42; of blacks 32; and of Hispanics 28. Among American born Hispanics, the median age is a stunning 18. As other parts of the rich world face a future of ageing, shrinking populations, Hispanics are keeping American schoolyards full of children and replenishing the supply of future workers.
Pero los estudiantes de la Juárez no son tan solo un puñado de estadísticas. Aunque forman parte de un mercado latino en Estados Unidos con un poder de consumo de 1.3 mil billones de dólares al año, este grupo de millennials comienza a gestar una voz disonante. Es una voz que navega entre varias identidades, es una voz que es continuidad y ruptura con la cultura de sus padres, es una voz consciente de su interseccionalidad. Es una voz que ha perdido el miedo y sale sin complejos a la calle a manifestarse y clama: “I Will Not Be Silent”.
Se dice que no existen las casualidades, y hoy que el magnate asume la presidencia el día se siente cenizo, desabrido. Existen las probabilidades de lluvia, pero eso no acobarda las intensiones de los jóvenes. Marchan por la calle Veintiuno con esa soltura propia de la “juventud, divino tesoro”. No andan, corren. Y radiantes extienden sus cartelones: “Resistance Through Existence”.
Existir es resistir. Foto: El BeiSMan
La consigna “Brown and Proud!” hoy resuena en estas calles de Pilsen. Siguen los pasos de aquellos jóvenes chicanos que en 1968 decidieron hacer un walk out en Lincoln High School en Los Ángeles, California. En ese entonces uno de cada cuatro mexicanos se graduaba de High School y sus pancartas proclamaban “¡Ya Basta! We Demand Change”, “We Are Not Dirty Mexicans”. Además exigían justicia, equidad, inclusión y reafirmación cultural. Han pasado casi cinco décadas de la lucha por los derechos civiles chicanos en el Suroeste. Hoy, sin embargo, se estima que tres de cada diez latinos obtienen su diploma y la deserción escolar se ha reducido drásticamente. Según el Pew Research Center en 1993 sólo el 23 por ciento de latinos, entre las edades de 18 y 24 años, ingresaban a la universidad; en el 2014 aumentó a 35%. Hoy las condiciones son otras. Si el presente es incierto, el futuro es incertidumbre superlativa. La política chovinista de Trump amenaza el futuro de estos jóvenes, del país, y al mismo tiempo amenaza la estabilidad global.
Donald Trump, producto de la especulación, la transa y el espectáculo, llega a la presidencia enalteciendo la mentira, estimulando el odio y palmoteando su narcisismo. Si es verdad que el magnate es un producto del mundo del espectáculo, también es cierto que la industria del entretenimiento lo invistió. El aprendiz de tirano y comediante no tiene antecedentes en la Casa Banca, pero en Hollywood sí. Quizá su semejanza más cercana la represente Bane en la película de Batman, The Dark Knight Rises, como lo recuerda Charles M. Blow en The New York Times: “‘We take Gotham from the corrupt! The rich! The oppressors of generations who have kept you down with myths of opportunity, and we give it back to you, the people,’ even as he plunges the fictitious city into chaos”.
La retórica de Bane ilumina la retórica de Trump y en su discurso de inauguración, el onepercenter neoyorquino pronuncia:
For too long, a small group in our nation’s capital has reaped the rewards of government while the people have born the cost. Washington flourished, but the people did not share in its wealth. Politicians prospered, but the jobs left and the factories closed.. . . What truly matters is not which party controls our government, but whether our government is controlled by the people. January 20th, 2017, will be remembered as the day the people became the rulers of this nation again. The forgotten men and women of our country will be forgotten no longer.
El triunfo de Trump encarna el fracaso de un sistema educativo enfocado en lo funcional; manifiesta la decadencia cultural de una ideología edificada en torno al consumo y la personalidad del individuo. La elección de Trump es el fracaso de un sistema electoral vetusto. Trump igualmente materializa el fracaso de una sociedad pasmada con el éxito quimérico donde el prototipo es llegar a ser otro Trump y cuyos ideales representan lo execrable de la condición humana. En estas calles de Pilsen los jóvenes de la Juárez lo entrevén, lo intuyen. No pierden tiempo, no esperan la embestida. Se han apropiado de las calles que caminan y apresurados cantan reafirmando una de sus identidades:
Everywhere we go-o,
People want to know-o
Who we a-re…
La esperanza frente al mural La Esperanza. Foto: El BeiSMan
Son las 12:55. Ahora los estudiantes suben por la calle Loomis. Ya han dejado atrás la Décima Musa, lugar que por 25 años le apostó a los homenajes a las mujeres, la poesía, el rock en español, el teatro, los actos de solidaridad, el chupe y la comilona. Pero ya cerró y sólo quedan recuerdos en el imaginario bohemio del barrio. Ya los tiempos son otros y en este momento las calles de Pilsen dilatan el eco de los estudiantes: “Whose Streets? Ours Streets. What Country? Our Country”.
El contingente sabe que los próximos pasos que habrá de dar podrían ponerlos en riesgo y de ahí que haya que darles prisa. Así cruzan la Placita Tenochtitlán edificada en el crucero de las calles Loomis, Blue Island y Dieciocho. En su resuelto andar, van dejando atrás la manta: “Stop Raids and Deportations. Unconditional Amnesty to Undocumented Workers and Families”. Manta atada a ese otro monumento al nacionalismo mexicano en Chicago: el águila que al cruzar de indocumentada la frontera se liberó del lábaro patrio que la aprisionaba.
Los jóvenes cruzan a zancadas la Dieciocho. Atrás quedan la manta de la Alianza por los Derechos de los inmigrantes, y el centro donde surgió la coalición que encabezó la Primavera del Inmigrante en 2006, Casa Michoacán. En aquellos meses llegaron a marchar millones en contra de la criminalización de los inmigrantes. El objetivo era derrocar la propuesta de ley Sensebrenner o H.R. 4437 y se logró. ¿Qué pasó después con dicho movimiento? Cada organización jaló agua para su molino. Unos marcharon y luego se acomodaron con la maquinaria demócrata o sindical. Otros se quedaron con el vaho de la gloria histórica. Tiros y troyanos hoy se encuentran en la periferia de las grandes marchas en contra de la inauguración de Trump.
¿Cuántos jóvenes que hoy hacen escuchar su voz habrán marchado de la mano de sus padres el 10 de marzo o el 1o de mayo de 2006? Los estudiantes de hoy entonces tendrían siete u ocho años. Metafóricamente, estos jóvenes van dejando atrás también una manera pueblerina, domesticada y oportunista de ejercer la política. Los jóvenes de hoy perciben que “La lucha es de todos” y no solamente de los mexicanos ni de los latinos. En la interseccionalidad han descubierto una herramienta para entender sus múltiples ejes de identidad. Y es tal vez esa interseccionalidad la disciplina que ha llevado a observar más allá de la capilla propia y a comprender la identidad como un conjunto complejo de situaciones de vida intersectados así como sus respectivos sistemas de opresión, explotación, discriminación y dominación. Los estudiantes de la Juárez se saben jóvenes, inmigrantes, mexicanos, Latinx, mujeres, miembros de la comunidad LGBTQ, parte de una minoría sin los mismos derechos que las clases privilegiadas. Las múltiples identidades sociales los vuelven vulnerables a la discriminación, el escarnio, el racismo, el clasismo, el sexismo, la homofobia y la transfobia. Por eso lo mismo perturba a los estudiantes el asesinato a manos de la policía de Laquan McDonald que de la tía deportada. Esta generación lo mismo cuestiona los conceptos de ciudadanía que de raza y género. “Fuck The Patriarchy”, ondea otro cartel. Asimismo, van cimentando un lenguaje propio: “Latinx Pride”. Kira Wash, una de las estudiantes que enarbola el altavoz, lo expone de la siguiente manera:
When Trump won, it was sad, very sad. A lot of us were angry. Mainly scared, especially because of the DACA threats. It was very painful. I am not going to lie, but at the end of the day, we are here for each other. We came out with our own signs. Some of them are cut off using Trump. Some of them are supporting racial equality and some are supporting the LGBTQ community. Basically, we are supporting equality with any group in America.
Monarcas en Pilsen. Foto: El BeiSMan
Se saben parte de un todo y no niegan su estatus migratorio. El grupo Monarcas de la Academia Juárez lo proclama en su pancarta: “Somos indocumentados y no nos vamos”, “Make Love Not Walls”. Hablar de amor en tiempos de Trump es un acto de resistencia y estos millennials así lo exteriorizan. A paso de avestruz dos estudiantes se toman de la mano y juntos corean “Students United Will Never Be Divided” mientras su pancarta enuncia: “Love Trumps Hate”.
Es la 1:27 y la ruta que sigue el contingente ahora cruza el barrio afroamericano al norte de Pilsen, The Village. Ambos asentamientos han sido afectados por el desplazamiento y el desarrollo urbano de la ciudad. Las comunidades originales ahora son reemplazadas por hipsters y familias acomodadas a las que les resulta conveniente vivir a minutos del downtown. No obstante todavía quedan vestigios de lo que fue The Village: lotes baldíos y algunos proyectos de vivienda para inquilinos afroamericanos de bajos recursos. En el documental Chi Rac, 2013, gangueros con armas en mano aseguraban que en unas cuantas cuadras de esta área se podían conseguir armas más fácilmente que las palomitas en las salas de cine. Hoy los pocos residentes afroamericanos que transitan por estas calles tocan el claxon de sus carros en muestra de apoyo. Los estudiantes de la Juárez satisfechos continúan el coro “No hate, no fear. No hate, no fear!”.
No hate, not fear in The Village. Foto: El BeiSMan
El trayecto al downtown es un peregrinaje que ya no requiere de estandartes inmaculados. Los estudiantes cruzan de un barrio a otro y con la cercanía del centro de la ciudad se van quedado atrás los barrios, guetos y comunidades del sur. Éste también es un viaje que cruza la geografía de una de las ciudades más segregadas de Estados Unidos: Chicago. En el camino se atraviesa la Universidad de Illinois, una de las universidades de mayor diversidad estudiantil en la nación; la iglesia de San Francisco de Asís, primer templo donde se ofició una misa en español a principios del siglo XX y el área hoy rebautizada como University Village. Ahí no quedan ni rastrojos de lo que fue el histórico Maxwell Street Market: punto comercial entre los exploradores franceses y los moradores originales de estas tierras: los Potawatomi, los Miami y los Illinois; después frecuentado por judíos, europeos del este, afroamericanos del sur y, finalmente, mexicanos. Los estudiantes hoy andan por estas banquetas ajenos a su historia. Si las humanidades no hubieran sido minimizadas de los planes de estudio, tal vez caerían en cuenta que el racismo y la intolerancia que hoy imperan no es culpa completamente de Trump. El racismo siempre ha estado presente. La lucha por los derechos civiles de la década de 1960 no lo eliminó, simplemente lo disimuló. Estaba oculto detrás de una sonrisa falsa, agazapado detrás de lo políticamente correcto. Disimulado por el Affirmative Action. El otro siempre fue el otro. En las elecciones por la Alcaldía de 2015, a Chicago le salió el cobre: mostró los colmillos. El mexicano Chuy García obligó al alcalde plutócrata, Rahm Emmanuel, a una segunda vuelta. A pesar de la impopularidad del alcalde, el Chicago liberal y afroamericano votó en contra de García. En la elección de abril de 2015, no se votó por una plataforma política sino en contra de un posible alcalde mexicano. Por su parte, Trump no ha hecho más que agitar el avispero conservador y nacionalista. Los estudiantes son contundentes: “Smash the Alt Right.
Al llegar al puente que atraviesa el expressway, la solidaridad de los conductores se escucha con el pitar de sus carros. Un conductor anglo detiene su Toyota blanco y grita: “Keep fighting. You’re the future of this country”. La cartulina que enuncia “The Students Will Fight What Is Right” serpentea en lo alto y las manos bronceadas que la mecen lo hacen con no poca gracia.
A los pies del downtown. Phot: El BeiSMan
Son ya las 2:35 y las sombras de los rascacielos comienzan a cubrir la ondulación de pancartas, consignas, asombro y dignidad. Ante la altura de los edificios, las doscientas voces se elevan y retumban. Florece el español al unísono: “Nuestra lucha sigue y sigue. El pueblo unido, jamás será vencido”. Por los amplios y resplandecientes ventanales se asoman las sombras de babysitters, empleadas domésticas, bussers y oficinistas. Aprueban con el pulgar la iniciativa juvenil y los estudiantes corresponden bulliciosamente. Montado en un andamio, un trabajador de la construcción suelta un juicio azaroso: “You should be at school, don’t yaa?”
—He’s a Trumper —responde un estudiante y enarbola su cartel: “Hands Too Small, Can’t Build a Wall”.
“I Will Not Be Silent”. Foto: El BeiSMan
Los estudiantes no aminoran el paso. Por todo el camino una valla de policías en patrulla y luego en bicicleta los ha escoltado. No le permiten a los estudiantes bajarse de las banquetas y a cambio despejan el tráfico. Cierran las calles a su paso. Son jóvenes arquetipos. Bien portados. No caen en los estereotipos del ganguero ni de una célula de la Mano Negra. Muchos de ellos, cursan el último año de High School y ya están recibiendo las cartas de aceptación de la universidad. Hay quien se va a Carleton College en Northfield, Minnesota; DePauw University in Newcastle, Indiana; DePaul University en Chicago, entre otras universidades. La mayor amenaza que representan estos jóvenes es pensar por sí mismos, articular las razones por las que han salido a machar y tener iniciativa: “Tell me how democracy looks like. This is what democracy looks like. Tell me how democracy looks like. This is what democracy looks like…”
La hora en el celular indica 2:57. Con altavoz en mano y a todo pulmón Kira encabeza el arribo al punto de encuentro del rally, la Plaza Daley. Satisfechos, gallardos y con el ritmo por dentro corean:
Everywhere we go-o,
People want to know-o
Who we a-re…
And where we come from
So we tell them
We’re the students
Mighty mighty students. . .
Al costado de la monumental escultura de Picasso se alinean, mientras que otros elementos de la resistencia mañanera aclama su advenimiento. Lo han logrado. La remuneración es una lección de vida, materia para moldear el espíritu, el despertar político y la participación democrática. “Ante el peligro que representa Trump para el país y nuestra gente, los estudiantes hemos salido a marchar”, me comenta un estudiante que prefiere mantenerse en el anonimato. “Tendremos que luchar juntos para imponernos a los obstáculos que ponga la administración Trump”. La decisión de salir durante el horario de clases es por el impacto mediático que pueden lograr. Calculan que salir después de las clases el impacto se pierde entre otras muchas coberturas noticiosas. De ahí la importancia de hacer del walk out un acto de desobediencia civil. La calle también es la escuela. Y una marcha deviene en un acto didáctico y de resistencia.
Kira Wash. Photo: Cortesía
“No Person Is Illegal” enarbola una pancarta a los pies del Picasso, ese Saturno de acero que pareciera que hoy sus hijos resisten a ser devorados por el temor del padre a ser desplazado. Los estudiantes vienen a la Plaza Daley por su propia voluntad y por convicción. “Women Against Trump” invoca otro cartel y la vivencia de Kira ilustra la esperanza que va construyendo esta generación de millennials:
We all came in in our own will. We are missing school obviously, but it’s for a greater cause and we all know that. It’s about peace us coming together. We definitively did a lot of planning. Today in school we did nothing but focus in the protest. Everyone was making posters, passing flyers around saying the time and day where we were going to be. We are the youth! It’s our future and we have to take control of it. In the next four years I want to continue to be politically active, especially Trump being in the presidency. I think all of us we are going to continue fighting doesn’t matter where we’re in the country and what we’re doing. We stand for each other. We are for each other.
El último cartel de esta acto de resistencia estudiantil vislumbra la jornada de marchas alrededor del mundo del siguiente día: “Humanity Against Trump”.
Resistencia en Pilsen, Chicago. Foto: El BeiSMan
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Fran Piña ha sido cofundador de varias revistas literarias en Chicago: Fe de erratas, zorros y erizos, Tropel y Contratiempo. Es coautor del libro Rudy Lozano: His Life, His People (Workshop in Community Studies, 1991). Un cuento de Piña fue publicado en la antología Se habla español: Voces latinas en USA (Alfaguara, 2000) y Voces en el viento: Nuevas ficciones desde Chicago (Esperante, 1999). Es editor de los catálogos de arte: Marcos Raya: Fetishizing the Imaginary (2004), The Art of Gabriel Villa (2007), René Arceo: Between the Instinctive and the Rational (2010), Alfonso Piloto Nieves Ruiz: Sculpture (El BeiSMan PrESs, 2014) y Barberena: Master Prints (El BeiSMan PrESs, 2016). Piña es director editorial de El BeiSMan.