El corazón de la poesía
El corazón de la poesía,
incluso de la mía,
no es casi nunca el corazón,
el verdadero,
el órgano que mueve la sangre,
el órgano con ventrículos y arterias.
El corazón de la poesía
es una metáfora,
aunque tal vez sea metonimia,
un símbolo,
un desplazamiento,
un tropo
que mueve la palabra músculo
del puro cuerpo
hacia el reino
de los sentimientos.
“Mi corazón” era
con frecuencia
la forma más dulce
de llamar a mis hijas
o era
esa avalancha de emoción
que amplificaba los latidos,
o era
mi vida toda
con todos sus afectos.
Y el ícono del corazón
me daba el encuentro
día a día
sin que siquiera lo pensara:
una figurita rosada o roja,
en nuestras pantallas,
en el día de San Valentín,
o en cualquier aniversario.
Un dibujito que usamos
cuando queremos,
o tal vez cuando no queremos,
decir “te quiero”.
El ícono del corazón
es tan omnipresente
como la metáfora.
Pero las metáforas y los íconos
no suelen ser arbitrarios:
los sentimientos,
al menos a mí,
siempre me estallaban en latidos
y la emoción
me daba vuelcos en el pecho
y aquel órgano muscular
parecía crecer y encogerse
a consecuencia de los afectos.
¿Qué me haré ahora,
entonces,
que el órgano falla
y devela la falsedad
de la metáfora?
¿Qué me haré ahora
que no es mi corazón
el que bombea?
Escribo
y todavía aquéllo
se estremece,
máquina,
órgano,
corazón ajeno,
todavía ese órgano
me contiene.
∴
Corazón de hojalata
Hojalata,
plástico,
metal,
algo
que no está hecho
de lo que soy:
ADN
y recuerdos
activados
por un latido.
Los dioses de la tecnología
me otorgaron
una segunda vida:
un corazón de hojalata
anima la vida
que alienta este cuerpo:
mi ADN,
mis recuerdos.
Pero cuando me llevo
una mano al pecho
buscando mis latidos,
aquello que siempre fue
la banda sonora
de mi humanidad,
lo único que siento es
el sordo,
constante
zumbido
de un refrigerador.
∴
Esas cosas
Porque esas cosas
no sólo les pasan a otros
y a veces le pasan a una,
esas cosas,
estas cosas
que a veces son la enfermedad
o la muerte
o un cuerpo que también es máquina
o una hija enferma
o un temor que paraliza…
Y entonces
buscamos entender cómo,
de qué manera,
nosotros entendíamos
estas cosas
cuando les pasaban
solamente a otros
y cómo los otros otros,
aquéllos
a los que no les pasan estas cosas
pueden entender esto
que hoy le pasa a una.
∴
Valentín
14 de febrero
y en mi pecho
un nuevo corazón.
La llamada llegó
en medio de la bruma
un día de enero
y camino al hospital
te pensé,
corazón.
Pensé en la vida de aquél
o aquélla
que hoy me ofrecía
su corazón,
pensé que alguién
que te amaba,
en medio de la más terrible
pérdida,
en medio de un dolor
que no sé imaginar,
me daba,
en ese momento,
su corazón.
Pensé
en la promesa
de una vida larga,
pensé
en la vida corta
cuyo corazón
hoy me habita.
Hoy te llevo conmigo,
parte de mí,
como un hijo,
como renacer
y ser uno
y ser dos.
Mi corazón,
tu corazón,
late
y tu vida
me ha dado
nueva vida.
Te pienso,
Valentín,
y te honro,
con cada latido,
corazón.
∴
José Ángel N. reseña el poemario Corazón de hojalata / Tin Heart de Margarita Saona.
∴
Margarita Saona estudió lingüística y literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú y obtuvo el doctorado de literatura latinoamericana en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Enseña en el departamento de estudios hispánicos en la Universidad de Illinois en Chicago. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas, dos libros de crítica, Novelas familiares: Figuraciones de la nación en la novela latinoamericana contemporánea (Rosario, 2004) y Memory Matters in Transitional Perú (Londres, 2014), y dos libros de ficción breve, Comehoras (Lima, 2008) y Objeto perdido (Lima, 2012). Estos poemas pertenecen al poemario Corazón de hojalata / Tin Heart publicado por Pandora Lobo Estepario Productions (June 12, 2017).