Pulsación

 

Selene sintió frío y una luz azul le recorrió el contorno del cuerpo. Los vellos se le pararon de punta y los pezones se le erizaron, le ardían. La luz era tan brillante que la cegó de momento, el aroma estaba lleno de hormonas, la inquietó, sudor, sudor, olía a sudor, pensó. Se detuvo por un momento frente al ventanal de aquel quinto piso que daba a la avenida, vio las luces de los autos en el tráfico de la hora pico y fijó su mirada en el vacío. Lo quería olvidar, no quería pensar más en él, su vientre comenzó a vibrar, lo sintió. Él estaba pensando en ella a pesar de la distancia, ice, ice baby, ice, ice baby, la canción que se oía en el estudio de al lado la regresó con violencia al lugar donde estaba.

Bajó la mirada y observó con detenimiento el piso de duela de madera oscura, se preguntó por un momento qué tipo de madera pudiera ser, le gustaba el tono oscuro, nunca se le había ocurrido pensar en los diferentes tipos que usaban para hacer la duela. Se quitó los zapatos y con calma deslizó las calcetas rosadas que llevaba puestas, las empujó con sus propios pies. Con el pie izquierdo jaló la calceta rosada desde su pantorrilla derecha hasta zafarla y dejar al pie desnudo sobre la madera. Luego su desnudo pie derecho jaló la otra calceta rosada desde su pantorrilla izquierda. Estaba descalza y le sorprendió no sentir el frío que acostumbraba sentir cuando se descalzaba. La superficie no era precisamente cálida pero tampoco era fría, más bien era cálida.

Dio unos pasos y luego empezó a deslizarse sobre la madera, parecía que volaba. Sintió lo pulido de ésta en las plantas de los pies y el acabado grueso de barniz, como leyéndolo. Casi podía sentir las venas de la madera vibrar, esas vetas imperceptibles a la vista pero obvias a la lectura que hacía con sus pies. Sintió los pequeños recovecos, los mínimos detalles, sintió como si la savia aún pulsara y corriera entre las arterias de la madera.

Otra vez pensó en él. Recordó su sonrisa, su voz como la de un canto dulce en su memoria, su aroma, luego el trueno, el dolor, la voz alta, las carcajadas burlonas mezcladas con las carcajadas de una mujer, una mujer que no era ella. Se paralizó por un instante y sintió como si una lanza le atravesara el corazón, un dolor tan grande como nunca antes lo había sentido, como nunca antes se había dado permiso de sentir. Era tan grande que no sintió odio hacia él, ya no podía sentir nada, una lágrima, luego otra y otra se resbalaron por sus mejillas, cerró los ojos y por más que quiso no pudo pronunciar su nombre. “…Ice, ice baby, ice, ice baby” fue la última parte de la canción que se oía del estudio de al lado, terminó.

Silencio, unos segundos después comenzaba otra, ooh life is bigger, bigger than… fue inconfundible, el encanto estaba roto, ooh life is bigger, escuchó, volvió a escuchar y puso atención a la otra pulsación, la que llevaba dentro, la vida que crecía en su vientre, pulsación, pulsación, pulsación, pulsación, seguía palpitando. Fijó la mirada en su vientre e instintivamente ambas manos se posaron en éste, los pezones le seguían ardiendo, una gota de leche empezó a brotar del pezón izquierdo al tiempo que notaba el color rosado de las calcetas sobre la oscura madera.

 

Xánath Caraza es viajera, educadora, poeta y narradora. Sus poemarios y libro de relato bilingües son Ocelocíhuatl (2015), Sílabas de viento/Syllables of Wind (2014), Noche de colibríes: Ekphrastic Poems (2014), Lo que trae la marea/What the Tide Brings (2013), Conjuro (2012) y Corazón Pintado: Ekphrastic Poems (2012). Escribe la columna “US Latino Poets en español”. Caraza también escribe para La Bloga y para la revista Zona de Ocio. Enseña en la Universidad de Missouri-Kansas City (UMKC) y es miembro del Círculo de consejeros, Con Tinta, una organización literaria chicana/latina en Estados Unidos de Norteamérica.