Sobre la exposición retrocolectiva de Mónica Mayer

El primer acercamiento que tuve con el trabajo de Mónica Mayer y el arte feminista, fue en las Jornadas sobre Arte, Política y Colectivos, llevadas a cabo en el Museo de Arte Carillo Gil, en la Ciudad de México, 2011. En dichas Jornadas, conocí el trabajo de las Pokiankitsh, Ana Botero, Gina Arizpe, Tania Candiani, Laura Anderson, Mariana Botey y Mónica Mayer. Esas conferencias representan un momento inaugural en mi interés por el feminismo y más concretamente por el arte feminista como espacio de resistencia, lucha y creación.

Aunque mi memoria sobre los temas específicos de los que habló cada artista es confusa, me quedaron muy grabadas las imágenes de sus obras y el hecho de que la crítica era una constante en cada una de ellas. Crítica cruda, irónica, performática, humorística, a través de la cual se denunciaba el rol que nos han asignado, se evidenciaban los estereotipos que nos violentan y que en este sistema privilegian a los varones a costa de la opresión de las mujeres.

De aquellas conferencias quedaron escritas unas palabras en mi libreta: reproducimos inconscientemente, con nuestros deseos, las estructuras violentas. Esas estructuras deben romperse con la pedagogía. Esta frase de Mariana Botey impactó profundamente mi pensamiento. ¿Pero qué tipo de pedagogía?, ¿de quiénes hacia quiénes?, ¿pensada de qué manera? Vienen a mi mente las escuelas de mujeres, las colectivas feministas, la autogestión, el separatismo. Y viene, especialmente, el arte y la creación.

En mi corta experiencia con el arte, el arte como proceso creativo y de expresión, el momento de la creación se convierte en un diálogo con una misma, un diálogo entre las ideas, las emociones, las experiencias, la memoria, los materiales, la cuerpa y el mundo que nos rodea. Y una vez que la obra está acabada, el diálogo no cesa, el diálogo se extiende, renace en quienes la ven, en quienes se detienen a considerar todas las posibles interpretaciones que la obra genera. Si pensamos en esta cuestión del diálogo y la hermanamos con la idea de romper las estructuras violentas a través de la pedagogía, vislumbraremos la importancia del arte que al ser diálogo, sea denuncia, lucha y resistencia. Hablamos de un diálogo pedagógico pensando en la posibilidad de una pedagogía horizontal.

De ese diálogo da testimonio la exposición que se inauguró el 6 de febrero en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, Si tiene dudas…pregunte. Una exposición retrocolectiva de Mónica Mayer, con curaduría de Karen Cordero y que estará hasta el 31 de julio.

 

 

El título de la exposición hace referencia al Performance parásito en el que Mónica Mayer y Víctor Lerma se acercaban a dialogar con las personas que presenciaban distintos performances. Por otra parte, el término retrocolectiva fue creado por María Laura Rosa, historiadora feminista, justamente para hacer referencia al trabajo colectivo de la artista, buscando así romper, como bien lo dice Mayer, con la idea del artista genio, solitario e inspirado —que mucho tiene de patriarcal, hay que decirlo, y que mucho se corresponde con una estética de corte apriorístico, ahistórico.

Colectividad, colaboración, diálogo y comunicación, se encuentran presentes desde el principio de la muestra con la obra que nos recibe: El tendedero. Digo nos recibe porque nos involucra, es una suerte de metáfora, ¿qué es lo que una deja colgado en El tendedero?, ¿por qué empezar el recorrido con esta obra?, ¿cómo nos sentimos?, ¿qué nos queda una vez que colgamos las respuestas? Queda la certeza de que algo está pasando y es necesario llegar a eso desde muchos caminos, entre ellos un arte que sea postura política. Las preguntas son:

  1. ¿Cuándo fue la primera vez que te acosaron?
  2. ¿Te han acosado en la escuela o universidad?
  3. ¿Cuál es tu experiencia de acoso más reciente?
  4. ¿Qué has hecho o harías contra el acoso?

Esta obra fue presentada por primera vez en 1978, en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México con la siguiente cuestión: Como mujer, lo que más detesto de la ciudad es…, que casi 40 años después, la situación no haya cambiado. La obra se reactiva desde distintas interrogantes a través de 1978, 1979, 2009 y 2016. Y poner en palabras las veces que hemos sido acosadas, nos pone también en un estado de apertura y rabia, de empatía con otras mujeres aliadas. Permite además concientizarnos, representa una escucha pero también una interacción con el resto de las respuestas; una lee las herramientas o las estrategias de defensa, las asume, reitera que el feminismo resulta determinante para nombrar lo que está pasando y para organizarnos, defendernos y crear estrategias frente a ese acoso que sigue muy enraizado en la sociedad.

 


María Rodríguez Cruz. Si Peña fuera mujer. Detalle2015. Reinterpretación de la pieza Lo normal de Mónica Mayer

 

Ya entradas en la exposición, nos encontramos con varios archivos, obras y fotografías que documentan el hacer artístico-feminista de Mayer. Podemos apreciar cómo a través de los años va adquiriendo un lenguaje plástico siempre desde la postura que cuestiona, denuncia y se mofa humorísticamente de los estereotipos de género y de la influencia de la Iglesia y del Estado en la idealización de la mujer. Mayer construye redes de intercambio y diálogo con artistas como Jo Goodwin, Denise Yarfitz y Florence Rosen, cuyos detalles podemos leer en la pieza Traducciones: un diálogo internacional de mujeres artistas.

También hay que destacar su trabajo, en conjunto con la artista Maris Bustamante, al conformar juntas el grupo Polvo de Gallina Negra en 1983, de entre cuyas acciones se destaca el performance ¡Madres! Y así podemos mencionar también el archivo Pinto mi Raya y la Archiva: obras maestras del arte feminista en México, los performances Abrazos y Justicia y Democracia, de este último rescato una pregunta muy relevante a propósito de la situación del país “… ¿qué acción concreta tomarías para llegar a esta utopía?” Es curioso el hecho de que el performance, al ser tan efímero, nos deja preguntas. Y al respecto quisiera mencionar que la muestra en cuestión pone en la mesa museística y curatorial —como señala la artista— la pregunta de cómo haces del performance una pieza para exponer, y más tratándose de una visión retrospectiva, retrocolectiva, de toda una vida artística que se ha valido de dicho recurso.

En esta exposición hay que jugar un papel activo (sin pensar en el binomio activo-pasivo con sus connotaciones patriarcales) para movernos de nuestras zonas de confort no sólo como espectadoras/es de arte, sino como seres que se desenvuelven en determinado contexto, con determinados privilegios y determinadas opresiones; hay que acercarnos a leer, hay que detenernos a escuchar, hay que buscar sentido en cada palabra, en cada suceso en el tiempo que teje una red entre la vida misma y el arte.

 


Mónica Mayer. Lo normal. Detalle. 1978

 

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Brenda Bautista. Es parte del Consejo Editorial de El BeiSMan. Coautora del libro Piloto (2013).