Teatro: las tablas hablan español


El Teatro Aguijón presentó la obra De París un caballero de la compañía de teatro cubana Teatro del Caballero.

 

En un ensayo titulado Notas sobre el vasallaje, el venezolano Arturo Uslar Pietri afirmaba que “la pintura de la Revolución Mexicana pudo no estar sincronizada con la hora contemporánea del arte occidental, pero valía mucho más como arte, es decir, como testimonio verdadero y válido, que el falso cubismo que podían hacer hombres que vivían la realidad de Managua o de Quito”.

Lo que en el fondo proponía Uslar Pietri a los artistas latinoamericanos de los años sesenta y setenta era un diálogo consigo mismos, considerando que en ese diálogo no sólo cabrían las nuevas tendencias artísticas sino también (y en un mismo plano) las realidades sociales y políticas de cada región. La palabra clave de esa cita es “testimonio”. En otras palabras, que el arte visual, literario o musical, a través de su estética muy particular, sirviera de testimonio de una realidad específica. Diego Rivera conoció y fue parte del movimiento cubista durante sus años parisinos, pero una vez en México el diálogo que sostuvo con él mismo lo llevó al muralismo, un punto de encuentro entre su propia formación artística y la realidad de su país.

En nuestros días, los inmigrantes latinoamericanos que desempeñamos un quehacer creativo en la Ciudad de los Vientos, también dialogamos con nosotros mismos y buscamos ahondar sobre una realidad específica. ¿Cuál realidad? ¿Mi propia realidad lírica o la realidad compartida, que es épica? ¿La realidad de los barrios de Chicago? ¿La de Cuba? ¿La de México? Es un diálogo inevitable: la diáspora nos llena de preguntas. A diario surge un por qué, un quiénes, un cuándo. Las respuestas se van prefigurando y así, entre los artistas, se eligen temas, colores, melodías, lenguas, etc. En el caso específico del teatro que producen los latinos en Chicago, el optar por el inglés o el español es ya una respuesta. Teatro Vista, por ejemplo, produce sus obras en inglés, y al hacerlo enarbola no sólo una identidad sino también da testimonio de una serie de problemáticas que toman forma entre los hijos de los inmigrantes que habitan las ciudades de Estados Unidos.

Las respuestas también surgen en el diálogo (o soliloquio existencial) que sostienen los miembros que integran las compañías de teatro en español. La lengua misma es ya una bandera. Incluso podría decirse que el castellano es el asta que unifica a la docena de compañías teatrales que semana a semana se suben a las tablas. Los subgéneros pueden ir del absurdo al teatro de carpa, del monólogo a la vanguardia, del teatro costumbrista al musical. De lo que sí no hay duda es que el asta de esa bandera se encuentra firme y que las producciones mantienen un ritmo que hasta este momento no ha descendido.

Pero más allá del uso común del castellano, cada compañía selecciona determinado tipo de obras y temáticas que son indicadores de las respuestas dadas a sus cuestionamientos. Cada una ofrece un testimonio de una realidad distinta. Repertorio Latino es, a mi parecer, la más sui generis y en los últimos tres años ha montado El zoológico de cristal, de Tenessee Williams, No hay ladrón que por bien no venga, de Darío Fo, y Don Quijote y Sancho Panza, de Cervantes. Por su parte, Teatro Aguijón, que es la tropa más longeva y consistente, ha ofrecido otra respuesta a su diálogo interno: sus últimas producciones se ubican mayormente en la cultura y en las problemáticas propias de nuestra histórica América Latina, muy específicamente de Cuba: De París un caballero, Adentro/Within y Las penas saben nadar. Y uso el adverbio “mayormente” porque sí hemos llegado a presenciar obras suyas que se conectan de un modo lírico con esta otra América Latina que crece al norte del río Bravo: Proyecto Theriac y Querido Voyeur. Además, Teatro Aguijón, con Rosario Vargas al frente, tiene el mérito de haber mantenido viva la llama del teatro en español en Chicago desde 1989, con un promedio de tres producciones por año.

Las compañías Teatro Ollín Calli, El Tecolote y Teatro Tariákuri, en su búsqueda de respuestas, han acotado el sentido de su identidad. Eso los ha llevado a producir obras que nos remiten de inmediato a la realidad Mexicana y a lo que se ha dado en llamar teatro de carpa. El dilema que enfrentan estas y otras compañías teatrales tiene que ver con el tránsito que va del chiste (que es local) al humor (que es universal). Los actores parecen conocer los momentos en que el público de origen mexicano va a reír y de esa manera cumplen. Pero la risa no es suficiente para llegar a la reflexión.

Por ultimo, Colectivo El Pozo, de muy reciente fundación, ha intentado acercarse a la realidad (o realidades) del inmigrante latinoamericano que habita los barrios y suburbios de Chicago. Y en ese acercamiento, de nuevo brotan las preguntas: ¿Termina uno por realizarse como ser humano en el largo proceso de la inmigración? ¿Es ético tener un sistema laboral que utiliza la falta de documentos para pagar más a unos y menos a otros? ¿Y qué hacer contra eso? ¿No es esa división salarial un factor que provoca conflictos entre los miembros de la misma clase obrera? ¿Qué tantas identidades se abandonan o se suman en el cuerpo del inmigrante?

En 1925, José Ortega y Gasset escribió sobre las diferencias entre el teatro francés, al que llamó clásico, y el teatro español, al que llamó castizo. Para este ensayista, el teatro francés estaba dirigido a la aristocracia y el español a las masas. También se refería a los momentos significativos de las obras: en el francés, hay tres o cuatro; y en el español abundan, como un collar de cuentas. Escribía Ortega y Gasset que en el teatro francés se analizaban las pasiones y que en el ibérico el público se complacía en las mismas.

¿Con qué temperamento nos vamos a acercar a nuestro público los que presentamos obras de teatro en español? ¿Los actores van a representar las pasiones humanas o también habrán de reflexionar sobre las mismas? ¿Qué intereses llevan a nuestro público a comprar un boleto y a ocupar los asientos? ¿Qué pulsiones despiertan estas obras en ellos? ¿Sólo quieren entretenerse o también llegar a la interiorización a partir de lo que ven?

El teatro de Chicago dirigido a los hispanoparlantes, además de la lengua, no cuenta aún con elementos claros para diferenciarlo de una manera determinante del teatro que se hace en inglés, incluso del que hacen la compañías latinas, como Teatro Vista. Hay, como ya se dijo, una docena de compañías que producen teatro en español, que presentan actualmente alrededor de veinte obras al año. Asimismo, no hay una obra que haya servido de parteaguas. Hay, eso sí, en cada compañía un diálogo interno y borradores de respuestas. Ese diálogo precisamente es el que ha servido de generador de proyectos. Ojalá que dicho diálogo se profundice y nos lleve al riesgo. Ojalá se ahonde y genere más actores, directores y dramaturgos. Más obras, desde luego.

No hay que aferrarse a la tradición teatral. Tampoco hay que pretender que se está inventando el surrealismo del siglo XXI. Lo importante es continuar ese diálogo hacia dentro y hacia fuera. Dialoguemos.

 
Teatro Tariakuri.

Raúl Dorantes. Llegó a Chicago a finales de 1986. Desde 1992 se ha dedicado a la publicación de revistas culturales: Fe de erratas, Zorros y erizos, Tropel, Contratiempoy El BeiSMan. En la actualidad es director del Colectivo El Pozo y es autor de la novela De zorros y erizos.