#TodasSomosCarmen


Carmen (Eleanora Buratto) y Don José (Joseph Calleja). Foto: Todd Rosenberg

 

La pintora Alma me susurró #TodasSomosCarmen y sí, me lo cuchicheó con todo y hashtag. Sucedió durante el estreno de la ópera Carmen del compositor francés George Bizet en el Lyric Opera of Chicago. Finalmente, después de cinco lustros, estaba viendo la puesta en escena de la ópera de aquel CD que había comprado en el hoy extinto Tower Records. Siendo todavía un joven idealista, romántico y cursi quizá la habré escuchado unas tres veces completa con libreto en mano. La música de las arias “Habanera” y “Toreador” nunca se me olvidaron. Hoy en día, ambas se encuentran entre las arias operáticas con mayor reconocimiento. Y la vigencia de Carmen es aguda, aguijonea, continúa incomodando y se encuentra entre el repertorio de las óperas más populares. Pero no siempre fue así y su compositor no alcanzó a vivir para constatarlo.

George Bizet nació en París en 1838. Fue un músico y compositor precoz. Era todo búsqueda, de personalidad grandilocuente y afín a la vida social. Fue un virtuoso del piano pero escasamente llegó a manifestar públicamente su talento. Prefirió guardárselo. Vivió como becario y las obras que llegó a concluir tenían numerosos altibajos en su factura. Asumió grandes proyectos operísticos para abandonarlos de inmediato. Marcado por el fracaso para impresionar a los jueces al componer un Te Deum, himno cristiano, desistió de continuar escribiendo música religiosa. Mucho de su tiempo, Bizet se la pasó transcribiendo la música de otros compositores y músicos de menor escala. En el verano de 1874 terminó de escribir la partitura de Carmen y no sin cierto pudor llegó a decir: “He escrito una obra que es toda claridad y vivacidad, llena de color y melodía”. Lo cierto es que cuando Carmen se estrenó en París en el Opera-Comique el 3 de marzo de 1875 fue un fiasco efímero. Ante la tibieza con que su ópera fue recibida, Bizet pronosticó: “Preveo un fracaso definitivo y sin remedio”. Tres meses después del estreno, su corazón no aguantó la vara de la crítica ni la mojigatería de la audiencia y murió de un ataque al corazón el 3 de junio de 1875. Después de la puesta en escena en Viena (1875) y Londres (1878), comenzó el reconocimiento mundial como la ópera angular del verismo, corriente que insistía en la realidad cruel y descarnada por encima de la exaltación del idealismo clásico.

La Carmen de Bizet es una opéra comique en cuatro actos. El libreto es de Henri Meilhac y Ludovic Halévy, basada en la novela Carmen de Propes Mérimée (1845). La adaptación en Chicago la realizó el director y coreógrafo Rob Ashford y la suya va acorde con los tiempos políticos, ideológicos y morales que se viven en la actualidad. Esta Carmen está adaptada durante el periodo de la Guerra Civil Española de 1937 – 1938.

En una plaza sevillana, Micaëla (Eleanora Buratto, soprano) se acerca a un grupo de militares en busca de don José (Joseph Calleja, tenor), soldado de poca monta. Lo anda buscando para entregarle una carta de su madre. Los militares, como perros castrenses, acosan a la pueblerina Micaëla. Pero don José no se encuentra entre ellos y tendrá que volver después del mediodía con el cambio de guardia. Mientras las trabajadoras de la cigarrera salen a tomar un descanso, tanto los milicos como los sevillanos se acercan a cazar libidinosamente a las trabajadoras. De entre ellas la gitana Carmen (Ekaterina Gubanova, mezzo-soprano) partirá las miradas lascivas de los machirules. La belleza de Carmen reside en su actitud forjada por su condición de paria, gitana marginal y de mujer del siglo XIX. Esta Carmen no es una femme fatale. Más bien es un arquetipo de mujer libre, de instinto sagaz y de sabiduría popular encomiable. Con gracia y flirteo, Carmen cantará con esplendor la habanera “L’amour est un oiseau rebelle”: “El amor es un pájaro rebelde, que nadie puede dominar, y es vano llamarlo, si él prefiere rehusarse” y al concluir su canto lanzará una flor a Don José. ¿Qué sucederá con el “buen hombre” después de morder el anzuelo?

 


Carmen. Foto: Todd Rosenberg

 

Tanto en el amor como en el desamor impera un caos cruel atrozmente ordenado, y el triángulo amoroso se convierte en un poliedro pasional. Don José bifurca sus deseos entre el arquetipo de la mujer tradicional y sumisa, Micaëla, y Carmen, ese pájaro rebelde sin jaula que la aprese. Hasta que aparece el torero de Granada: Escamillo (Christian Van Horn, bajo-barítono). El toreador, esa vara de nardo más deslumbrado por el “olé” del tumulto que por el miedo de una cornada y cegado menos por la soberbia que por los encantos de Carmen. Con su voz de tuba, graciosamente vocalizará el clásico “Toreador”: “Y sí recuerda al combatir / que unos ojos negros te miran / y que el amor te espera torero…”. Son los ojos andaluces de Carmen los que tal vez esperen o tal vez no lo vuelvan a ver. Don José pierde la cabeza por Carmen, el Torero no la pierde en menor grado y el oficial Zúñiga (Bradley Smoak, bajo-barítono) subsistirá con el menosprecio de la gitana.

Cuando Bizet ensayaba para la apertura de la obra, en octubre de 1874, se sabe que tuvo problemas con la musicalización de algunas partes de la partitura. Sin embargo, más bien era la moral del personaje de Carmen y algunas partes de la actuación que eran consideradas impropias y, por lo tanto, incomodaban. La prensa llegó a acusar a la heroína de una seductora inmoral en vez de que fuera una mujer virtuosa. Hoy en día el papel de Carmen sigue levantando cejas. Carmen no es un personaje amoral. Es una mujer libre, de sentido común asombroso y la interpretación de la moscovita Ekaterina Gubanova es excelsa como también lo son los estadounidenses Joseph Calleja y Christian Van Horn. La soprano italiana Eleanora Buratto mereció una ovación aparte.

Carmen es una coproducción entre la Lyric Opera of Chicago y la Houston Grand Opera. Ésta es una obra de muchos matices. La puesta en escena es grandiosa. Es una ópera iniciática para todo aquel que desee acercarse a este conglomerado de expresiones artísticas que abarca tanto el canto, la actuación, la música como la danza, las artes visuales y literarias. Cabe señalar que la adaptación del director Rob Ashford fue generosa al darle vida en el escenario a esa obra maestra de Picasso que conmovió al mundo: Guernica.

 

Carmen en el Lyric Opera of Chicago del 11 de febrero hasta el 25 de marzo.

 

Fran Piña ha sido cofundador de varias revistas literarias en Chicago: Fe de erratas, zorros y erizos, Tropel Contratiempo. Es coautor del libro Rudy Lozano: His Life, His People (Workshop in Community Studies, 1991). Un cuento de Piña fue publicado en la antología Se habla español: Voces latinas en USA (Alfaguara, 2000) y Voces en el viento: Nuevas ficciones desde Chicago (Esperante, 1999). Es editor de los catálogos de arte: Marcos Raya: Fetishizing the Imaginary (2004), The Art of Gabriel Villa (2007), René Arceo: Between the Instinctive and the Rational (2010), Alfonso Piloto Nieves Ruiz: Sculpture (El BeiSMan PrESs, 2014) y Barberena: Master Prints (El BeiSMan PrESs, 2016). Piña es director editorial de El BeiSMan.