La contingencia, un cuento de Gizella Meneses

 

La contingencia

 

Toc, toc, toc.

¿Está prendido esto?

Toc, toc.

¿Me oyen?

Hay un poco de interferencia, pero te veo.

¿Me ves?

Sí.

Yo también te veo y te oigo, perfectamente. Como que medio te congelas.

Estaremos en vivo en tres, dos, uno.

Hoy me fui al Target, al Jewel y al Walgreens.

Te dije mami, si sigue’ saliendo así, te va a dar algo. Tú sabe’ lo que pasa si te da el corona, ¿no?

Me muero mija, eso ya me lo sé. Si no’ quieren liquidar a todo’ lo’ viejo’. Como que era que dijo ese inglé’, la supervivencia del má’ cojonudo.

Del má’ apto.

Eso, cojonudo.

¿Sabe’ lo que te va a pasa’? Que te va’ a morir sola y, ademá’, te van a tener que cremar para no contagiar a lo’ otro’.

¡¿En serio?! Si es así, pue’ me quedo en casa. Me lo hubiera’ dicho ante’. Yo no he vivido ochenta año’ pa’ que me cremen contra mi volunta’. ¿Tú sabe’ lo que pasa con la gente que creman? No chica, eso no eh pa’ mí. Te conté lo de Nico.

No, no me lo había’ conta’o.

Ya sabe’ que está en la Guardia Nacional en Guantánamo, ¿no? Imagínate, que dehde Cuba, mija, deh-de CUBA, le manda papel higiénico a la tía Olga. Dehde la base en Guantánamo. A lo que hemo’ llegado. E’perate que me ha llega’o otra llamada.

 

¿Cómo está mi comadre? Bien. Que bueno. Pues, yo aquí pasa que pasa… Lo mismo que ayer. Ya sabe jodida pero conforme. Ay, claro. Si estamos todos iguales. Por lo menos un poco mejor que los de Nueva Yor. Oiga, si va al mercado, ¿no será que me pueda comprar un pescadito? Estoy harta de pollo todos los santos días —si salgo de esta, será piando. Solo si se va al mercado, no haga un viaje por mí. No, no puedo salmón, mucha grasa. Dicen que la tilapia es deli pero he oído que ese pescado no es muy bueno para la salud, como están en esas piscinas todos revueltos ahí. Cuál será… tal vez el cod, no no no no no no cat como gato, sino cod como bacalao, pero ahora que lo pienso, mejor el orange ruf, ah ya con la y al final, bueno igual se entiende, ese, el orange ruf, y solo si ya va a salir, si no no.

Betti está al aguaite todos los días, compai. Como no tiene nada más que hacer. Viste el video de esa que le da patadas al marido en la cocina. Pues, mire compai, así voy a estar yo. Si no llega el virus, seguro que me da el vire mi mujer. Se pasa todo el día en el teléfono y no quiere que salga ni a la esquina. Cree que me voy a reunir con los panas y, claro, tiene razón. Me gustaría irme, aunque sea al bar de la esquina para una cervecita. Todo siempre igual hasta la comida, estoy harto de pollo todos los días. Dicen que esto se va de largo.

¡Vecina, a los tiempos! ¿Por qué no sale? Aunque sea al balcón.

No es por usted, vecina, sino el de arriba, Don Carlitos. Tiene un estornudo más escandaloso. Me da miedo que me llegue el escupitajo acá o el aerosol del escupitajo.

Pero vecina, el escupitajo tendría que tener volante, motor, y direccional para llegar a su balcón. Salga no más que la extraño.

Es que me he levantado tan triste. Me pasé la noche llorando.

¿Por qué?

Estuve viendo noticias todo el día. Sobre las enfermeras que no pueden ni darles la mano a los que se están muriendo. Y de ese doctor, el Goodrick, o como se diga. El que les separó los cerebros a esos dos niños siameses. Se murió, vecina. Era una operación de más de veinte horas.

No me diga.

Un cerebro que separaba cerebros se muere de un virus. ¡Ay qué vida esta! Por eso no salgo, por eso y por el escupitajo de Don Carlitos.

Hola Mari, ¿Cómo vas? ¿Cómo anda la cosa por Nueva York?

Qué te puedo decir. Salimos a caminar con Sergio todas las tardes y la cosa se está poniendo apocalíptica. Ayer llegó un hospital flotante a Central Park, no se abastecen con camas. Y nosotros en manos de este incompetente que con tal de saciar su ego no le importa que mueran todos los ciudadanos. Ojalá solo hasta noviembre.

Ayer tuve una pesadilla que este asno ganó otra vez. Amanecí mal y con ganas de llorar, uno de esos lloros que no he tenido en mucho tiempo. A ver si nos desasnamos de una vez por todas.

¿Cómo van en Chicago?

Aquí nos amañamos como sea, pero cada vez peor.

Te extraño.

Y yo a ti querida amiga.

Besito.

Besito…enmascarado.

Sigues ahí, mija, era la Tulia que anda la pobre má’ perdida que un en piojo en peluquería. Que te estaba diciendo. Ay, sí, de Guantánamo. Quién lo hubiera dicho.