Al final de la tercera semana vacié la pecera.
La limpié.
Lavé el alga roja, la casita de gnomos y la vivienda en forma de piña de Sponge Bob.
Pasaron los primeros cinco días de clases online.
Algunas personas le dicen remote learning.
Podría usar la palabra learning pero ¿están de verdad aprendiendo los estudiantes en medio de este caos?
Lloré varias veces de angustia.
Otras tantas de estrés.
Terminé de corregir la primera versión de unos trabajos.
Usé colores para identificar las faltas ortográficas.
Siempre uso marcadores finos pero esta vez usé los colores de Word.
El magenta es muy magenta.
Caminé por un bosque agarrando unas manitos tibias.
Leí, quizás, dos párrafos.
No escribí.
Me reí con algunos memes.
Me reí menos que la semana anterior.
Lavé la ropa y solo había pijamas y leggins.
No es cierto, también había muchas medias.
Envié un email a mis advisees porque ya comienzan las asesorías académicas.
La palabra asesorado me parece que no suena bien. La palabra advisee me conecta con mis muchachos, aunque sea de forma virtual.
Ahora virtualidad es sinónimo de realidad.
Dije la palabra pandemia.
Cancelé el vuelo para una feria del libro a la que iba a asistir en abril.
No recibí un reembolso.
Vi Shaun the Sheep: Farmageddon.
Pausa
Al final de la segunda semana me lamenté, una vez más, de que todos los peces hubieran muerto.
Eché el acondicionador de agua en el líquido que todavía ocupaba el espacio.
Apagué la luz de la pecera.
Pero no apagué el motor del filtro.
Pensaba que podíamos ir a comprar más peces pronto.
Quizás me estaba obligando a pensar.
No escribí.
No leí.
Puse todos los cambios de los syllabi en Blackboard.
Publiqué los videos de los Googles Slides con mi voz superpuesta en YouTube.
Los estudiantes pueden ver videos de YouTube en los celulares.
Puse, publiqué (busque usted un sinónimo que yo no puedo más) otros videos explicando dónde está la nueva información en la plataforma.
La plataforma se llama Blackboard.
En esos videos mi cara está superpuesta.
Sonreí y saludé a los estudiantes con mi mano.
Realmente saludé a la cámara.
Los muchachos no estaban ahí.
Mi voz, mi mano, se convierten en objetos 3D.
Yo me siento de dos dimensiones.
Abrí una carpeta titulada “Pandemia” en mi correo del trabajo.
Pasé la extensión del spring break.
Insisto en que no fue un break.
Di gracias por los memes.
Recibí más emails del decano.
Otros tantos del rector, de la jefa del departamento.
Tuve reuniones de trabajo por Zoom.
Vi caras y muchos dientes, escuché voces pero no sentí alivio.
Al contrario, me dio angustia y me cansé.
Quedé exhausta.
Vi Onward.
Descanso
Al final de la primera semana no podía creer que no había peces en el agua.
Miré fijamente todo y no encontré sucio, ni bacterias.
¿Acaso puedo ver bacterias?
¡Son diminutas!
Miento, ¡son microscópicas!
Me molesté conmigo misma porque no los pude salvar.
Eran cinco guppies.
Hice todo lo que me indicaron pero obviamente algo no funcionó.
Soñé con un betta.
No escribí.
Leí varios títulos. Solo títulos.
Pasé el spring break.
No fue un break.
Corregí todos los trabajos que me traje a la casa.
No preparé nada de mis clases, ahora en formato online.
No preparé porque estaba corrigiendo.
Me reí con muchos memes.
¿De dónde saca la gente ideas tan chistosas?
Pensé qué hacer con mis clases, ahora en formato online.
Decidí grabar mi voz en los Google Slides.
También decidí dar clases no sincrónicas.
¿Cómo se dice asynchronous en español?
Envié mensajes sobre la cancelación de las presentaciones de mis libros.
Ya no me sentía triste por eso.
Me sentí aliviada.
Recibí muchos emails del decano.
Y del rector, y de la vicerrectora.
También leí instrucciones de recursos humanos.
Leí un poema que me gusta por Facebook.
Dije Sánafabich en el video.
Así se titula el poemario.
Me sentí bien diciendo Sánafabich en el video.
Me negué a decir la palabra pandemia.
Vi Despicable Me (una vez más).
Interrupción
Al final de la cuarta semana escribí.
Esto.
¿Lo viví?
¿Lo soñé?
Rutland, abril de 2020
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