‘Temporada de huracanes’ de Fernanda Melchor

 

Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
Penguin Random House, 2017, 225 páginas, $17.95, ISBN-13: 978-6073152730

 

Comencé a leer Temporada de huracanes, de la veracruzana Fernanda Melchor, en una de las salas de espera del Aeropuerto Internacional de Houston aguardando mi conexión a Chicago. Tenía que matar 45 minutos. Una hora después levanté la vista y me acerqué al mostrador a preguntar a qué hora íbamos a abordar. “El vuelo ya está cerrado”, respondió con cara de pocos amigos la flamante empleada de United desde su trinchera en el mostrador. De nada valieron mis súplicas; la muy bruja no me dejó pasar y a los pocos minutos vi como el avión se alejaba hacia la pista de despegue. Culpo a Fernanda Melchor de haber escrito un libro que te absorbe desde la primera página, como si te revolcara una ola gigantesca, y cuando logras salir a respirar resulta que ya perdiste el vuelo y el mundo no es como tú creías.

Temporada de Huracanes comienza con un grupo de niños jugando en un “bosque” de cañaverales, “kilómetros y kilómetros de cañas y pastos y carrizos que tupían la tierra, desde el borde mismo del asfalto hasta las faldas de la sierra al oeste”. Los “pinches chamacos”, armados de resorteras y piedritas, descubren el cadáver de la bruja del pueblo flotando en un canal de riego y lo que sigue es el testimonio de los involucrados. Melchor deshilvana la historia en torno al asesinato con una prosa frenética que no pierde paso ni ritmo, en un huracán de voces y verdades incómodas que se levantan en un torbellino de violencia y desolación. En cada capítulo, alguien ofrece su versión de los hechos, sin filtros ni adornos; un torrente de texto que poco a poco se va tornando más alarmante, vulgar y desgarrador, y lo que comienza como un “chisme de lavadero”, se transforma en una tragedia que hace que los griegos parezcan principiantes.

Yesenia, harta de los malos tratos de su abuela y las babosadas de su primo Luismi —un “pinche maricón cobarde, pinche vividor que ni las gracias dio nunca por todo lo que la abuela hizo por él”—, lo ve salir de la casa de la bruja la noche del asesinato y lo acusa de estar involucrado. La historia de la bruja es mitad chisme, mitad leyenda urbana y se rumora que en su casa hay un tesoro enterrado. Luismi, un personaje que solo puede infundir lástima pasa los días alcoholizado o empastillado (o una combinación de ambos vicios) y se gana la vida vendiendo favores sexuales a los hombres que se detienen en la carretera que lleva a Villagarbosa (la ciudad más cercana). La llegada de Norma —una muchachita que ha escapado de su pueblo para no encarar a su madre pues se ha dejado seducir por su padrastro— lo saca de su estupor y le da un poco de ánimo para enderezarse, pero eso dura poco y muy pronto, el joven Luismi vuelve a las andadas. Su mejor amigo, Brando, un muchacho que está harto de su madre y sueña con unos tenis nuevos, lo convence de ir a buscar el tesoro de la bruja para poder largarse de ahí, y con la ayuda de Munra, el esposo de la mamá de Luismi, se lanzan a la casa de la bruja.

En La Matosa, el pueblo donde se desarrolla la trama, no hay héroes. Sus habitantes están tan o más podridos que el cadáver de la bruja. Esta podredumbre moral y sicológica se refleja en la brutalidad del lenguaje que Melchor utiliza para darle voz a unos personajes imposibles de querer, y al mismo tiempo, inolvidables. Las condiciones de este pueblo perdido en tierra caliente donde solo hay cantinas y congales, son ideales para provocar un huracán de envidia, avaricia, celos, abuso y desamparo entre sus habitantes: un desfile de borrachos, drogadictos y prostitutas que apenas soportan sus vidas miserables porque para ellos, no hay otra opción. La Matosa es una llaga viva, que supura una verdad purulenta y viscosa cada vez que un nuevo personaje aparece en la historia para contar su versión. La estructura concéntrica del relato, que avanza, gira y regresa a expandir puntos vistos antes, se va cerrando poco a poco, hasta revelar al asesino y sus motivaciones.  Temporada de Huracanes es una historia que hubiera preferido no conocer, pero una vez que comienzas, no puedes parar de leer porque a pesar de que es sórdida y desagradable, en el fondo sabes que es una realidad disfrazada de ficción, y es así justamente porque de otra manera no podríamos soportarla, porque la verdad, con frecuencia, es horrenda.  Fernanda Melchor ha escrito la novela mexicana del Siglo XXI. Temporada de huracanes es un alarido, un in your face literario que pasará a formar parte del canon de la literatura latinoamericana.