El Maestro Primo Mendoza Hernández: Dionisio en vida, Hermes después de la muerte

 

Dios de lo inesperado, de la suerte, de las coincidencias, de la sincronicidad, “Hermes se ha manifestado entre nosotros” decían los antiguos griegos cuando un silencio súbito acontecía en la habitación, descendiendo en la conversación e introduciendo a los ahí reunidos en otra dimensión. Cuando las cosas parecen fijas, rígidas, “en el atasco”, Hermes introduce la fluidez, el movimiento, los nuevos comienzos —y la confusión que casi inevitablemente les precede. 
—Arianna Stassinopoulos en Jean Shinoda Bolen, Los dioses de cada hombre

      

Coexisten la sensualidad dionisiaca y el viaje a la profundidad de la urbe en la literatura de Primo Mendoza Hernández, narrativa teñida de la esencia del dios del vino y el éxtasis; místico, amante y vagabundo. Territorios, viñeta poética con la que abre su libro del mismo nombre, es un canto a esa relación íntima que, en vida, el Maestro Mendoza Hernández sostuvo con la Ciudad de México, esa amante inolvidable a la que se entregó con todos sus sentidos siempre despiertos al pulso, la temperatura, los aromas y contornos que componen la geografía corpórea y espiritual de nuestra capital. Por sus calles, una coincidencia inesperada marcó la suerte de este libro que renació al mundo poco antes del fallecimiento de su autor en una editorial fundada por migrantes mexicanos con residencia en Chicago.

Dicen por ahí que no hay nada más aventurero que la palabra ni más elástico que el tiempo en la memoria. En nuestra percepción, marcada por los acontecimientos más recientes de la geopolítica y la pandemia del COVID-19, la danza entre territorio, paisaje sonoro y habitantes capturada por Mendoza Hernández comienza a transformase en algo más parecido al Butoh japonés. El transcurso del tiempo pareciera acelerarse, detenerse y alargarse a capricho. Sólo ocho meses han pasado desde la partida del Maestro y al hilo de la reflexión sobre su legado en el contexto de la histeria y la historia contemporáneas nace este proyecto con El BeiSMan Films. Se conjunta la lectura dramatizada de la primera traducción al inglés del trabajo de Mendoza Hernández con una de las piezas que integran el EP Los territorios del Colibrí, por iniciativa de Paris S. Mendoza Román, músico y vocalista de La Sonora Power Band.  

Este homenaje audiovisual es entonces la comunión entre el registro visual del peregrinaje por la gran Tesmogtitlán con la poética urbana mendozina; es el encuentro de los apasionados por la ciudad cuya fama y gloria, como Huitzilopochtli vaticinó, en tanto que dure el mundo, no terminará; es la manifestación de la fluidez que existe entre el mundo de los vivos y los muertos según nuestra cosmovisión. Al respecto, apunta Sandra Cisneros en su libro Una casa propia que, así como la muerte de un ser amado se lleva algo de uno, eventualmente, conlleva el nacimiento de una parte de esa persona en ti, brindándote la oportunidad de renacer. Desde el corazón de esta paradoja, coincido con ella en que mucho se habla de la inevitable pérdida, más no de la inevitable ganancia de un aliado espiritual, de una energía del otro lado que siempre te acompaña y aparece con tan solo mencionar su nombre. 

En el tránsito entre la vida y la muerte, la potencia de Hermes se ha manifestado en el devenir de la obra de Mendoza Hernández que sigue floreciendo más allá de las aparentes fronteras y limitantes. Dios de la elocuencia, mensajero caracterizado por la rapidez de movimiento, la agilidad mental y la facilidad de palabra, Mercurio simboliza la potencia que permite cruzar todo tipo de fronteras con soltura. Y digo lo anterior por utilizar un ejemplo de matriz occidental, dado que estas potestades existen a nivel arquetípico en diversas culturas. En el vudú haitiano le llaman Papá Legba. Zora Neale Hurston lo describió como el espíritu de los espacios abiertos, dios del portal simbolizado por la entrada al cementerio y Baron Carrefour o señor de la encrucijada, es decir de la paradoja. Su mayor virtud es permitir la alianza entre diferentes dimensiones de la existencia, tanto así que, de no ser invocado al principio de cada ritual, es imposible que cualquier deidad aparezca. En la tradición mesoamericana tenemos al Nahual, materialización de la deidad en el hombre, chaman que cura, anuncia, vuela, que trasciende las aparentes divisiones entre lo animal y lo humano, lo terrenal y lo espiritual, lo posible y lo imposible, el guerrero que regresa vuelto colibrí, el Maestro que nació bajo el signo del centauro, mitad caballo, mitad arquero, cuya literatura es esa flecha que atraviesa todo límite impuesto y autoimpuesto. 

 

 

 

¡Llévele, llévele!, Territorios de Primo Mendoza Hernández se encuentra disponible en este enlace.