Un poema de Oriette D’Angelo

Collage de Oriette D'Angelo, 2017

 

 

Todos piden cosas de mí

 

Me piden que sea un cuerpo.

Me piden que sea esto suficiente de aquello como aquello.

Pero nunca como eso.

Quieren que escriba poesía,

poesía tan solemne como la de Cavafy cuando salió de Ítaca.

Que produzca incontables ensayos académicos

citando a Benjamin y cuestionando a Butler.

Que gane dinero suficiente

para alimentar bien a mi gato.

Quieren que coma saludable

y que no engorde.

Yo, porque del cuerpo de mi gato nadie dice nada.

Quieren siempre hablar de mi peso.

Me piden que sea un cuerpo

religioso que saque tiempo para ir a misa y persignarme

cuerpo obediente que no cite al demonio en vano.

 

La gente quiere

que no hable sobre estar deprimida,

que hable sobre estar deprimida,

que no diga en voz alta la palabra lorazepam o sobredosis

calladita mejor para que la muerte llegue lento.

 

Que esté al día con las novedades literarias

y que también haya releído a Proust dos veces.

 

Quieren que opine de política exterior

y —sobre todo— que no me olvide de mi compromiso con el país

que me negó un pasaporte.

 

Que no critique a los amigos que piden que otras solo sean cuerpos.

Que los tolere.

Que los eduque.

Que les explique por qué duele

ser una mujer a su lado.

 

Me piden que mantenga feliz a mi marido.

Digo que ya no es mi marido.

Me piden que cuente en Facebook la razón de mi divorcio.

Quieren que salga con gente que conozca en Tinder,

con hombres y mujeres que conozca en Tinder,

no importa,

pero que busque rápido al sustituto de mis penas.

Todos      quieren     cosas      de      mí.

 

Quieren que presente libros que bautice libros que lea poemas de libros infinitos.

Que escuche y aplauda a todos los escritores de mi generación,

y también a los que vinieron antes

y también a los que vinieron antes que pisaron a los de antes

y también a los que vinieron antes que pisaron a las de antes

que silenciaron a las de antes.

 

Quieren que este poema no exista.

Que la razón de este poema no exista.

 

Todos piden cosas de mí.

 

Y sin embargo

también escogen voltear el rostro

cada vez que se suicida un ángel.