La fragmentación y la brevedad
¿Cómo ha evolucionado tu proceso de escritura de cuando escribiste tu primer libro a este último, La ciudad en que no estás?
No sé si ha evolucionado mucho. Sigo escribiendo cuentos breves y poemas que emergen de momentos de inspiración cuando ando en cierto tipo de sintonía, con los ojos y los oídos abiertos a percibir sonoridades o discordancias a mi alrededor. A veces observo alguna interacción entre un par de personas que me toca de manera especial por ser dura o tierna o desconcertante. A veces se me juntan un par de palabras en la mente que resuenan con una cadencia que se imprime en mis pensamientos hasta que la pongo por escrito y entonces se les juntan otras palabras hasta llegar a un poema.
Tal vez lo que ha cambiado es que ahora tengo una conciencia más clara de que estos textos breves forman parte de una imagen mayor, llevan pedacitos de un libro escondido que a veces tarda muchos años en completarse, pero que está ahí, en construcción, pues sé que un día futuro me pondré a recolectar estos pedacitos y reconoceré su coherencia.
En este momento sí tengo un proyecto distinto, pero no sé si cambiará la manera en la que escribo en el futuro. Este proyecto es una especie de memoria/ensayo/multigénero sobre mi trasplante de corazón. Es la primera vez que trabajo en un libro no-académico extenso. También, como mis otros libros, estará hecho de fragmentos, pero no los micro-textos que normalmente conforman mi ficción y mi poesía.
Tú eres profesora, ¿cómo inspiras a los jóvenes a leer en los tiempos de Tik Tok y Twitter?
No sé si puedo decir que inspiro a mis estudiantes a leer. Algunas alumnas me han comentado que han ido a la biblioteca a buscar más libros de algún autor o autora que hemos leído en clase. Trato de contagiar mi entusiasmo, de mostrar por qué me emociona cierto poema o por qué encuentro brillante la estructura narrativa de un cuento o cómo transforma nuestra visión del mundo el comentario social que hace cierta novela. A veces pega y a veces no.
¿Nos podrías hablar de cómo tu calidad de inmigrante ha impactado tu escritura?
Creo que a mí me hacía falta cierta distancia de mi país para poder escribir. La complejidad de la sociedad peruana me resultaba demasiado densa, demasiado opresiva, me hacía sentir que mi forma de escritura era demasiado banal frente a los problemas de mi país. Este país tiene sus propios problemas, pero siento que aquí mi posición de extranjera me permite la suficiente perspectiva para no naufragar en la desesperanza.
¿Cómo equilibras tu vida familiar, académica y literaria?
No equilibro nada. He mantenido mi foco profesional y el bienestar de mi familia como he podido. Tengo un super-yo bastante grande que me obliga a cumplir con mis compromisos. Por eso atender a mis obligaciones de la vida académica sin descuidar a mis hijas fue siempre una prioridad. Ahora mis hijas son mayores y tengo más tiempo, pero eso es nuevo para mí. La escritura, desgraciadamente, es algo que he venido haciendo a ratitos, como a saltos. Por eso es que mi producción literaria es limitada y concisa. Creo que eso explica que lo que he podido producir en términos de “creación literaria” se nutra de la fragmentación y la brevedad. Le he dado espacio a mi mente y mi creatividad desde la investigación, pero esa otra veta ficcional y poética ha persistido solamente como en los márgenes de mis otras actividades.
¿Qué libro o libros te han marcado?
Odio esa pregunta, porque son demasiados. Y las marcas no siempre han sido positivas. Fui desde muy niña una lectora voraz. Podría decirte que me marcaron los cuentos de Hans Christian Andersen más que los de los hermanos Grimm; me marcó El principito y también un libro que estaba de moda en mi infancia, Mi planta de naranja lima. Mujercitas, de Louisa May Alcott, por supuesto. Me marcaron los cuentos de Abraham Valdelomar, los de Julio Ramón Ribeyro y los de Alfredo Bryce Echenique. “Warma Kuyay” de José María Arguedas me partió el corazón. La respuesta y los sonetos de Sor Juana Inés de la Cruz y la poesía del Siglo de Oro español. La lista es demasiado larga. Entre mis lecturas de los últimos años me han impactado profundamente Lincoln in the Bardo de George Saunders y La novelas napolitanas de Elena Ferrante. Ah, también La policía de la memoria, de Yoko Ogawa.
¿A qué autor/autores vuelves?
Julio Cortázar y Jorge Luis Borges son referencias inevitables para mí. Vuelvo con frecuencia a Rosario Castellanos y a Lydia Davis. Vuelvo necesariamente a textos que incorporo en mis clases, como cuentos y novelas de Rosario Ferré, o los estremecedores poemas de Boat People de Mayra Santos-Febres o la maravillosa novela de Sylvia Molloy El común olvido.