Campus: ironía y extravagancia

Campus de Antonio Díaz Oliva (ADO)
Chatos Inhumanos, New York, 2022. 362 páginas. ISBN 978-0-9987443-4-6

 

Cuando me enteré que Antonio Díaz Oliva (ADO) publicaría una nueva novela me entusiasmé. Ya había leído parte de la obra de este escritor chileno radicado en Chicago, incluyendo la colección de cuentos Las experiencias (SEd, 2020) y había quedado prendada de la técnica y los temas discutidos por el autor. Más aun, estaba intrigada y esperaba con ansias la publicación de Campus (Chatos Inhumanos, 2022) por su ambientación: el departamento de Español de una universidad ficticia de Estados Unidos. Al ser profesora de Español y Literatura Latinx y Latinoamericana y exalumna del departamento de Idiomas de una universidad estadounidense tenía que leer esta novela una vez que saliera. Soy una persona apasionada por la docencia que lucha por no sucumbir al ver la transformación de la academia en un negocio. Por ello quería saber qué temas trataría ADO a través de la ficción, qué aspectos del mundo académico resaltaría y cómo serían los personajes. Tenía altas expectativas con la obra de ADO. No me decepcionó.

Campus es una sátira. La historia está fundamentada en una ironía permanente. Para mantener el hilo de la trama y además ridiculizar al extremo las vidas de los personajes inmersos en la academia en una obra de 362 páginas es necesario escribir bien. ADO escribe muy bien. Los personajes tienen profundidad, están desarrollados, el público llega a conocerlos y a entender el porqué de sus acciones. La trama está bien lograda aunque pueda parecer surreal: la chair del departamento de Español de la Pepsodent University, junto con su esposo, obliga a los assistant professors a participar en actividades sadomasoquistas con la promesa del tenure. La descomposición del sistema de meritocracia que reina en las universidades estadounidenses se va al extremo bajo la pluma de ADO. En la academia, los profesores nos mantenemos en un estado de sometimiento en el que la administración y demás colegas en puestos de poder establecen las directrices para obtener el tan preciado tenure. Si tengo el tenure no me botan, si tengo el tenure puedo jubilarme algún día. “Cuando me den el tenure” es una frase que se repite constantemente. 

El tenure se convierte en una especie de sueño americano dentro del mundo académico. En Campus, para lograr ese sueño los profesores de Pepsodent University hacen lo inimaginable, inmoral, e incluso ilegal. A pesar de eso, mientras leía la novela no pude controlar la risa en varios pasajes. Me imaginé observando las escenas actuadas por compañeros de posgrado, profesores, colegas, office managers. Me reí y pensé que sería absurdo que un profesor cambiara su nombre ligeramente hasta hacerse llamar Salvador Allende y dedicarse a investigar la literatura del cono sur, especialmente la que refleja el impacto de la dictadura pinochetista para conseguir un puesto tenure track. Me carcajeé al conocer a Wanda Rodríguez, quien fuera estudiante de doctorado y que ahora se dedica a la investigación privada de asuntos académicos, es decir, la resolución de acertijos dentro de la academia a través del poder paranormal que posee al entrar en los recuerdos de las personas. Me causó mucha gracia que los dos caballos de Javier La Rabia (¡La Rabia!), profesor que se suicida por la presión de este mundillo infernal, se llamaran Ortega y Gasset. 

Más allá de los personajes profesores, la figura del estudiante pasa a un segundo plano en la novela de ADO; no se discute la necesidad de las personas que, al final de cuentas, producen los puestos del profesorado. Ahora bien, Campus no es una novela apática ni descuidada; al contrario, esta obra refleja la calidad mercantilista que domina las universidades de Estados Unidos en las que los alumnos se convierten en clientes nada más. Esta novela muestra la lucha de los profesores por sobrevivir.

Afanarse para lograr la supervivencia resulta absurdo por lo que todo en la novela de ADO es una ironía. Todo es extravagante, muchas veces grotesco. Mas sin embargo, todo puede ser real. No hay tanta diferencia entre someterse a actos sexuales masoquistas con la promesa del tenure que cada semestre acceder a enseñar cuatro materias diferentes, hacer asesorías a cien estudiantes, ser miembro de comités inútiles que alimentan la burocracia maldita y publicar artículos académicos que solo leen otros profesores enterrados en el mismo mundo. Hay una suerte de sufrimiento autoimpuesto con la mentalidad de “por si acaso”. ¡Por si acaso me lo piden para el tenure!

La publicación de artículos académicos que en algunos casos deriva de las presentaciones en conferencias produce un constante estrés. “Publish or perish”, repiten los personajes de Campus a lo largo de la novela. Hay que sobrevivir en la jungla intelectual a través de la investigación, las citas de intelectuales que llevan la batuta en el campo de estudio, el establecimiento de un diálogo teórico interdisciplinario e internacional. 

En este punto es necesario recalcar que, aunque es cierto que hay pocas novelas escritas en español que exploren este tema, hay una en particular que entra en diálogo con Campus. Me refiero a Goma de mascar (Lengua de trapo, 2008) del escritor uruguayo Rafael Courtoisie. Este autor ha venido a Estados Unidos como profesor visitante en varias ocasiones; de allí su experiencia dentro de la academia estadounidense. Courtoisie introduce la ironía y la sátira en su obra recalcando la dinámica que se da en los congresos académicos y la importancia que supone participar en estos y publicar artículos arbitrados para obtener un puesto dentro del mundo académico. Por ello, a medida que avanzaba en la lectura de Campusiba construyendo puentes con Goma de mascar. Courtoisie presenta la muerte dentro de una universidad ficticia, Sappy University, pero incluye el tema del mercantilismo desbocado. Una estudiante de doctorado es asesinada para robarle su proyecto de reciclaje de chicle que traería ganancias supermillonarias. Puede parecer ridículo que la estudiante de doctorado haya inventado un negocio de reciclaje de chicle, pero más caricaturesco aun es que los sospechosos de su asesinato sean dos renombrados profesores del departamento de Idiomas, ambos poetas y candidatos al Premio Nobel de Literatura.

Courtoisie maneja la ironía dentro de un mundo intelectual corrompido por la búsqueda de la fama y el prestigio internacional. Además, Goma de mascar fue publicada en 2008, año en que empezaba la recesión en Estados Unidos y en el que todavía el mercado laboral de la academia, sobre todo en las humanidades, era esperanzador. ADO presenta hoy otra lucha: ya no es la búsqueda de la fama ni el prestigio, es en primer lugar conseguir un puesto tenure track –tan escasos en este momento–, y finalmente obtener el tenure; el premio por el perenne agotamiento y el desaliento que suponen ser docente en una institución de educación superior. 

Con un tono ácido y burlesco, en Campus ADO cuestiona el abuso de poder dentro del sistema universitario de Estados Unidos y el otorgamiento del tenure, el cual pasa a ser una lotería. Podemos irnos de campus tour y darnos cuenta de que Pepsodent University es un simulacro de la academia, o mejor aún, un reflejo de cuán absurdo puede ser entrar y permanecer dentro del campo de la docencia. Vengan al campus, you’re all welcome!