Las migas. Foto: Antonio del Toro
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Las migas es una obra de teatro que bien podría ubicarse dentro del género de arte inmigrante. Tanto el libreto como su actuación fueron realizados por inmigrantes, en su mayoría, pero este género al igual que cualquier otro no es ajeno a la condición humana. La obra no trata sobre el perpetuo viaje a la Tierra prometida ni sobre la victimización de la diáspora. En esta catorceava puesta en escena del Colectivo El Pozo, se explora la segunda herida de la existencia que emprende el ser humano contemporáneo: la migración física del cuerpo y la deconstrucción del espíritu.
Una vez resueltas las necesidades de los intestinos, el ingeniero (Juanjo López) y el profesor (Dan Hanrahan) quedan atrapados en una azotea; sí, una de los cientos de azoteas de los skyscrapers de Chicago bajo el espectáculo lunático y hermoso de la luna de sangre. Ambos personajes llegaron a la cumbre del edificio y por una licencia poética del libreto quedan atrapados durante seis días en el roof.Sobreviven físicamente por las migas de pan que les brinda el misterio divino, ¿o acaso es un canje de maná a cambio del alma que les ofrece el cuervo mítico?
La ciudad se ha sumergido en el silencio y la desolación. Pareciera que el incesante tiempo borgiano se ha estancado momentáneamente durante seis días y sus noches. Esas horas muertas que se dilatan bien podría ser una metáfora de la pandemia reciente. Ante dicha desolación, entre diálogos y gestos descoordinados, los personajes van hilando su propio “viaje del héroe” que los arrastró al éxito y al fracaso.
Entre un discurrir poético y filosófico, el profesor y el ingeniero intentan reconstruir el viaje de Virgilio, pero en lugar de ir hacia lo profundo irán hacia la cima: la ilusoria cúspide del sueño americano. En el camino, se despojan de los logros banales de sus profesiones hasta quedar de cara frente a la caída; brincar y arrojarse desde la cima del edificio tal vez sería la salida más eficaz, pero quizá el impulso por adornar la banqueta con sesos y manchas carmesí no sea el camino a la redención. Sin embargo, brincar hacía el vacío interno que cada personaje vive al final de sus días es la única salida honesta que resuelve el dilema primero: el de la existencia.
A la averiguata del espíritu, se sumarán una trabajadora doméstica (Claudia Urbano) y el limpiador de ventanas (Ever Monroe). Cada uno completará otras vivencias al internarse en su propio viaje. Aderezado con destellos de estereotipos, la mucama y los impulsos carnales del profesor y el ingeniero los llevan a poner los pies nuevamente sobre la azotea. “Vivimos en una época privada de futuro”, escribió Simone Weil: “La espera de lo que vendrá ya no es esperanza, sino angustia”. Y tal vez es por ello que el limpiaventanas, quien vive al filo del vacío constantemente, es quien ofrece una visión más fresca y honesta de la vida, su vida, la cual traducimos en esperanza…a pesar de la angustia.
Las migas de Colectivo El Pozo se presenta en el teatro Chess Live hasta el 2 de octubre.