El festín de Hansel y Gretel

 

El estreno de Hansel y Gretel el pasado 25 de enero fue muy especial pues Sir Andrew Davis regresaba a dirigir la orquesta después de su retiro en el 2021. Durante sus 21 años como Director Musical, Sir Andrew dirigió más de 700 presentaciones de 61 operas diferentes. Anthony Freund, el CEO, apareció en el escenario para agradecerle su extraordinario trabajo y le otorgó el título de Director Musical Emérito. El recinto explotó en aplausos. Hace unos años, tuve la oportunidad de participar en una mesa redonda con él y al preguntarle “¿qué opera le recomendaría usted a alguien que nunca ha asistido a una?”, su respuesta me hizo reír: la más corta. Y Hansel y Gretel es cortita, solo dos horas, veinte minutos. Pero no se asusten, hay un intermedio de 20 minutos y se vale meter drinks a la sala. 

¿Quién no recuerda el cuento dos hermanitos hambrientos que se pierden en el bosque hasta encontrar una casa hecha de pan de genjibre y caramelo? Basada en el cuento de los hermanos Grimm, esta versión de Hansel y Gretel no es tan oscura como el cuento original, donde los padres abandonan a los niños en el bosque porque no pueden alimentarlos. Acá, la madre regresa de trabajar sin un centavo y al llegar a casa, los niños han derramado la jarra con leche. Enojada, los manda al bosque a buscar fresas sin saber que hay una bruja comeniños. Cuando el padre regresa a casa (medio borrachín) y se entera de que andan en el bosque, regaña a la esposa y —despavoridos— salen a buscarlos.

La mezzosoprano Samantha Hankey en el papel de Hansel es la mancuerna perfecta para Gretel, la soprano Heidi Strobel, cuyas magníficas actuaciones nos hacen creer que en realidad son dos niños en el escenario y no dos mujeres adultas. La sorpresa es la mexicana, Denis Vélez, haciendo el papel de Sandman y el de Dew Fairy. La poblana, ganadora del premio Eric and Dominique Laffont del Metropolitan Opera en 2020, y a quien pronto escucharemos en Carmen, está espléndida en ambos papeles. El tema del hambre se aprecia desde el primer telón que muestra un plato vacío. Éste se va transformando entre actos hasta llegar a una boca abierta en el acto de masticar. La palabra precisa para describir el estilo de la escenografía de John McFarlane es “whimsical”, pero en español no hay una palabra equivalente. Podría ser “extravagante” o “caprichosa” , aunque creo que valdría decir que es una especie de “caos mágico” aludiendo a un estado de ensoñación que prevalece durante toda la obra. El desorden en la casa paterna, el bosque con sus árboles representados por hombres trajeados con ramas en la cabeza, el sueño del festín y la cocina de la bruja, donde alcanza su máxima representatividad. Aquí, la magnífica mezzo-soprano Jill Grove, bajo una nube de harina les revela lo que planea hacer de cenar en una escena alucinante reminescente de un episodio de I Love Lucy donde Lucy es Julia Child.

La música es de Engelbert Humperdink, y cuando escuché el nombre, confieso que me asaltó la duda: ¿el cantante? Obvi, no. Este Engelbert Humperdink fue un destacado músico, alumno nada menos que de Richard Wagner. El libreto es de su propia hermana y el estreno mundial de la ópera estuvo a cabo de…OMG… Richard Strauss. La influencia wagneriana destaca en la penúltima escena, cuando Hansel y Gretel, gracias a su ingenio, logran matar a la bruja y los niños de jengibre retoman su forma humana y unen sus voces en una delicia coral.

 

Hansel y Gretel se presenta en el Lyric Opera House hasta el 5 de febrero. Si nunca ha ido a la ópera, está es una buena oportunidad para empezar.