Hacia el 8M: escucharnos para hacer audibles nuestras historias

 

Es momento de escribir.

 

 

Los sonidos de Roxy

 

“Nuestro lenguaje, también, es inaudible (…) el lenguaje que nos refleja a nosotras, a nuestra cultura, a nuestro espíritu”.

~Gloria Anzaldúa

 

Hace poco, mientras cocinaba arroz blanco y hongos a la mexicana, escuché un podcast que tuvo como invitada a la escritora y activista mexicana Dahlia de la Cerda, quien ha recibido un merecido reconocimiento por su primer libro de cuentos Perras de Reserva. De la Cerda invitaba a todas las mujeres a escribir, y a hacerlo más allá del escritorio y la computadora: en el metro, en el parque, en el smartphone, en cualquier parte, pero afuera del cuarto. Ella misma contaba que escribió sus cuentos en una computadora del trabajo, antes de tener un espacio y computadora propios. Fue en la apropiación de los espacios que De la Cerda creó una obra ganadora del prestigioso Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2019. La autora originaria de Aguascalientes, México, también citaba a la escritora chicana Gloria Anzaldúa como una influencia de esta reflexión, abordada en su ensayo “Feminismo sin cuarto propio”, publicado como parte de la colección de textos Tsunami 2. Esta nueva voz de la literatura proponía a las escuchas a “escribir desde otros lugares y olvidarse del cuarto propio”.

Tras esta entrevista a De La Cerda, entre el aroma a ajos, tomates cherry y jalapeños, sentí el impulso de escribir lo que sería el inicio de esta columna en el Mes Internacional de la Mujer reflexionando sobre nuestro rol con la escritura. Comienzo marzo con una invitación para escuchar nuestra propia historia, para escuchar el sonido de nuestra voz, y aquella de las mujeres de nuestra familia, para registrarla en los libros de la memoria. Sigamos nombrándonos en todos lados. Porque quizá no exista alguien más que escriba tu historia o mi historia, o que deje registro nuestro. Porque seguimos en la penumbra aunque seamos celebradas cada 8 de marzo. Aquí en el gabacho, en la agenda del 8M no hay marchas. Optamos por capitalizar esta fecha como si fuera un Día de San Valentín con chocolates, flores, objetos con frases feministas y ofertas de compras. Optemos por escucharnos, escribir y reescribir. La escritura también forma parte del cambio. 

Pensando en lo que dijo De la Cerda, a pesar de que la vida diaria nos consume, hay pequeños momentos para escribir. Por ejemplo, he encontrado refugio para mis letras en el commute y en las caminatas por el lago Michigan registrando mis apuntes en las notes del iPhone. A pesar de tener un escritorio y un área de trabajo en el living room de mi apartamento, es en la cocina donde he encontrado la calidez y soltura necesaria para iniciar algo creativo. Mi comedor se ha vuelto el epicentro de mis ideas con una variedad de apuntes detrás de los recibos, en sobres de cartas, en agendas, en postales y en post-its. Y muchas ideas o pequeños textos se dan en las notes del iPhone. Asimismo, he vuelto a leer las cartas de mi mamá y de mis amigas, sus tarjetas de cumpleaños y varios recortes de periódico que me regalaron. Me pregunto qué hubiera sido de mi mamá y de otras mujeres teniendo la oportunidad de escribir sus propias historias. ¿De qué hablarían? 

En 1980, Gloria Anzaldúa escribió “Una carta a escritoras tercermundistas” desde su porche en Texas, un texto que reivindicaba la escritura por mujeres de color: “Al escribir, pongo el mundo en orden, le doy una agarradera para apoderarme de él. Escribo porque la vida no apacigua mis apetitos ni el hambre. Escribo para grabar lo que otros borran cuando hablo, para escribir nuevamente los cuentos mal escritos acerca de mí, de ti. Para ser más íntima conmigo misma y contigo. Para descubrirme, preservarme, construirme, para lograr la autonomía”. Si bien la escritura es otra para aquellas magas de la pluma que nacieron para serlo, Anzaldúa resalta que todas tenemos este derecho a apropiarnos de la pluma, aunque por varios limitantes del hogar, la maternidad y otros quehaceres, la realidad no aboga por nosotras para hacerlo. Pero ¿podemos cambiar eso?

En la escritura dejamos huella. Hay que escuchar nuestro palpitar del corazón, nuestras vibraciones. Escribir implica escuchar(se), observar(se) y reconocer(se). ¿Cómo empezamos a escucharnos y a escribir? Quizá uno de los primeros actos de la escritura parte del diario. Recuerdo que cursando la escuela en México alguna de mis compañeras en sexto grado pasaba una libreta forrada en papel lustre de colores catalogada como el chismógrafo. En ese chismógrafo, se abrían los mundos de mis compañerxs; y hasta era como un test psicológico que a más de unx le convenía leer para conocer sus crushes. Algunas manifestaciones en esa libreta expulsaban emociones y experiencias que nos llevaban a sentir, a empatizar, a compartir con los demás. Creo que a partir de ahí fue que decidí tener mi primer diario antes de llegar a Estados Unidos. Acá en Chicago, recuerdo ir a una tienda por Apollo’s 2000, donde vendían varios artículos, entre ellos libretas y diarios muy cute con diseños de caricaturas japonesas y personajes de Disney. Aún guardo un pequeño diario rosado de Hello Kitty con candado en el cual escribí de mi sentir en aquella época.

Pensando en la música, de la escritura a las canciones sólo hay un paso. En una reciente entrevista que realicé con la cantautora mexicana Carla Morrison, ella comentaba que su inicio en la música y la composición de sus canciones partió de los diarios, un espacio seguro para expresar sus sentimientos en ese momento. A partir del diario adolescente han surgido canciones extraordinarias. En 2022, la cantante veracruzana Silvana Estrada lanzó “Carta” en el álbum Marchita, una canción que partió de una carta a sus primeros amores. Y asimismo, la música española María Rodés escribió “Recordarte” para el álbum Fuimos los dos a partir de una vivencia de la adolescencia que quedó grabada en sus diarios. 

Para muchas, la escritura es la herramienta para transitar los claroscuros de la vida: el dolor, el gozo, la pérdida, el logro, la violencia, los sueños, el amor y la esperanza. En 2022, leí uno de los libros más impactantes: El invencible verano de Liliana de Cristina Rivera Garza. Es a partir de los diarios de su hermana Liliana Rivera Garza, víctima de un feminicidio por parte de un ex-novio en el verano de 1990, que la autora traza una semblanza de su hermana como ser humano, hija, hermana, amiga, estudiante de arquitectura y la mente brillante que fue. En cada fragmento escrito se va armando este rompecabezas de la memoria de Liliana; escuchamos a una joven con un corazón enorme y segura de sí misma, con muchos sueños y también con muchos miedos. Liliana Rivera Garza será recordada por siempre a través de este homenaje. 

Uno de los poderes más valiosos de la escritura es la sanación. El pasado noviembre de 2022 durante el marco del Festival Lit & Luz en Chicago, la periodista, poeta y escritora Dolores Dorantes ofreció un taller de escritura para mujeres migrantes. Dorantes ha liderado talleres de escritura para mujeres privadas de su libertad en México y para la mujer migrante en Estados Unidos. Por varios años, Dorantes vivió en el exilio a causa de los ataques en su contra por su activismo y el poder de su escritura. En este taller, Dorantes iniciaba con algunos prompts como la pregunta ¿qué te perdonas? para que las participantes nos soltáramos a escribir por unos minutos. Era un día lluvioso, y recuerdo vernos sentadas en una mesa de la biblioteca Rudy Lozano escribiendo, fue un acto de validación necesario. A partir de una pregunta que no busca culpar, sino hacer reflexionar, se dio una gran conversación sobre esta oportunidad de seguir reescribiendo nuestra historia como mujeres. 

Se abre el portal mágico, como dice una colega cada mes de marzo, un mes que pareciera saturarse de highlights de la mujer, pero que desaparece a lo largo del año fuera de espacios separatistas o feministas. Sigamos escuchando nuestras experiencias, y escribiendo todo el año, porque seguimos vivas, y como exaltan las MCs Masta Quba, Ms. Amber y Delfina Dib en su canción “Despiertas”: “Ya no somos las mismas. Estamos despiertas”.

 


Brotando ideas.