Un soldado español, quizás uno de los guarros de Hernan Cortez, aparece tendido en la costa de Veracruz. Parece que ha naufragado. Al incorporarse, comienza a caminar por la playa desolada tratando de reconocer el camino. Él ha estado ahí. ¿O no? Mientras arrastra las botas sobre la arena, se topa con el primer acto de violencia: un vaso de plástico. Basura. Lo levanta, intrigado, y a partir de ese momento, se da cuenta de que la pregunta no es dónde está, sino cuándo. El conquistador camina sobre sus pasos trazando la ruta de Cortés desde Veracruz hasta la Ciudad de México, y durante su trayecto se va revelando el el legado traumático de la conquista de los españoles.
La primera parada en el road trip del conquistador es en un puesto de cocos. Tan pronto como la mujer termina de pelarlo, se lo arrebata, y sin mediar una sola palabra, se lo lleva a la boca con desesperación. La mujer no protesta. La violencia puede ser silenciosa. En una escuela rural un grupo de niños uniformados está haciéndo los honores a la bandera. El protagonista los mira con desdén y les grita con el pensamiento lo que los españoles tienen pensado hacer con los indios. La violencia no solo es física. Puede ser directa, indirecta, escandalosa, discreta, muchas veces aleatoria, pero siempre personal. Y así, de violencia, en violencia, el protagonista continua una peregrinación que va in crescendo, hasta culminar en el asesinato de una muchachita, poniendo a prueba el concepto de humanidad, ¿existe todavía? Es la madre de la víctima quien describe con minuciosidad la crueldad del acto y enfrenta al espectador con el quid del asunto: si la definición de justicia es dar a cada quien lo que se merece, pero el acto se contrapone a nuestro sentido de la humanidad, ¿qué procede?
Rodrigo Reyes entreteje las historias de las víctimas, de sus familias y de los delincuentes, con las reflexiones del conquistador quién, en una especie de alucinación combinada con golpes de realidad, explica cómo los españoles logran someter a los aztecas, reemplazando su cultura por la occidental. Ahora, el conquistador es testigo del resultado que la conquista y 300 años de colonialismo, han dejado en México. La Gran Tenochtitlán, esa tierra de volcanes, es ahora un vértigo horizontal de llagas abiertas que supuran violencia en español y en nahuatl.
499 ganó el premio a la mejor cinematografía en el festival de Tribeca. El director logra captar la belleza del paisaje mexicano, con sus sombras, colores, y sobre todo, los contrastes que ofrece una urbe fuera de control. La voz en off del conquistador es un gran acierto, pues son las voces de aquellos que se han cansado de buscar justicia, tratando de definirla, los que le dan tracción y fuerza a la historia. 499 es una película valiente y desgarradora que presenta, sin filtros o tapujos, una de las muchas realidades mexicanas, necesaria para aquellos que vivimos en la burbuja del sueño americano. Una película que nos permite reflexionar sobre la eficacia del pacto social en México, si es que alguna vez existió. Imperdible.
•
499 se puede ver en la plataforma The Criterion Channel.