Basura que se antoja

Basura de Sylvia Aguilar Zéleny
Editorial Tránsito, Madrid, 2022. 252 páginas, ISBN 978-8412440188

Toda la literatura está escrita por personas y en ocasiones, por personas con el don de plasmar una ficción con tanta destreza, que se nos clava como si tuviera espinas y no nos suelta porque bien decía mi madre: “la verdad no peca, pero incomoda”. Y ¿qué es una ficción sino una verdad disfrazada? Hay autores que se atreven a derrumbar los muros que contienen esas verdades horrendas, crueles, apestosas; que aunque parezcan muy lejanas, están más cerca de lo que una clasemediera como yo, considera “cómodo”. Con Basura, Sylvia Aguilar Zéleny logra atrapar al lector en los lugares menos esperados: un prostíbulo y un basurero, dando voz a tres personajes inolvidables.

La prosa de Aguilar Zéleny es limpia y fluida, contrastando con la temática que aborda. Me hace pensar en esas frases enormes, contundentes, que caen sobre el lector como un balde de agua fría, colándose por las grietas del cerebro y quedándose ahí, para siempre. “You pierce my soul, I am half agony, half hope”, “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento”, “Porque ella me enseñó a pepenar”. Y ahí anda uno como zombi tratando de sacudirse esa frase, ese personaje, esa historia, pero ya es demasiado tarde porque es necesario entenderlo todo.

Limbo, purgatorio, frontera. Basura es la historia de tres mujeres: Alicia, una joven pepenadora que en un torrente de pensamiento trata de explicar el milagro de su supervivencia en un basurero municipal: “Vivíamos de los otros. Sí señor, desde entonces vivía yo de los restos de otros. Yo misma era un resto de otros” (14); La Reyna Grande, una prostituta transgénero que se expresa a través de entrevistas de trabajo con las aspirantes a una de las esquinas de su territorio, mientras va revelando pedazos de las circunstancias que la llevaron ahí: “yo quiero para ti lo mismo que quiero para todas, que de aquí saquen el dinero, la fuerza, la ética necesaria para enfrentar la realidad sin que la realidad te parta la madre” (70); la tercera, la doctora Griselda, quien debe lidiar con su hermana embarazada, cuidar a la tía que las adoptó cuando eran niñas, y adentrarse en el mismo basurero para realizar una investigación de campo: “Alguien nota cómo vamos a la orilla de un lugar que siempre ha sido orilla” (53). Cada una de ellas pondrá en tela de juicio el rol de la maternidad y la definición de familia, hasta el momento en que —gracias a la basura— sus caminos se intersecan.

Tres historias paralelas. Tres conversaciones. Tres márgenes. Silvia Aguilar Zeleny se ha atrevido a ir a la franja que divide la pesadilla del sueño. Ese espacio “ficticio” con el que amenazaba mi madre en el que íbamos a terminar si no le echábamos ganas a la escuela: “Ya te veré pepenando”, le decía a mi hermana cuando la sorprendía viendo la tele en lugar de estar haciendo la tarea. Esto último es una vil mentira que escribí sólo por joder a mi hermana porque la relación entre la doctora Griselda y su hermana Norma, me recordó a la que yo tengo con la mía. Destaco este punto porque la autora logra retratar una relación entre hermanas sana y honesta, exponiendo las rivalidades que suelen existir entre las dos mujeres, pero también el amor que las une. La orfandad es un país soberano e independiente, habitado exclusivamente por aquellos que dominan el idioma de esa orfandad particular: los hermanos. Si no hay hermanos, no queda más que hablarle al aire, como lo hace Alicia, la pepenadora. Y si no hay familia, hay que armar una, como la Reyna, cuyo quehacer diario es el de convencer a sus candidatas de que se unan a la de ella.

Algunos calificarán Basura como literatura de la frontera, o inmigrante, o LatinX, o feminista, o de género, y es cierto que se le puede poner cualquiera de esas etiquetas, pero es mucho más que cualquier etiqueta. Sylvia Aguilar Zéleny ha escrito una novela canónica en el sentido más amplio de la expresión. La estructura, a tres voces, le da dinamismo a cada una de las historias, y poco a poco va generando la tensión necesaria para apresurar la lectura en busca de la confluencia. La voz narrativa de cada personaje es una masterclass en desarrollo de personaje y oralidad. Desde el primer momento es fácil imaginarlas e identificarse con ellas. Sienten el mismo miedo, la misma opresión, la misma desazón que todas las mujeres sentimos cuando nos abandonan, o amenazan, o lastiman o traicionan. En este juego de géneros que cuestiona los roles tradicionales, no importa la extracción social, el género biológico o la profesión, ser mujer es mucho más que tener un par de tetas. Basura es un testimonio de que no importa de dónde hayamos venido, cuando nos llega el agua a los aparejos, el amor de una mujer, salva.

Esta Basura es digna de devorarse.


Carolina Herrera (Monterrey, México). Ha ejercido como abogada, diplomática, intérprete, traductora, gerente de proyectos, capacitadora de intérpretes y profesora adjunta de traducción e interpretación. Actualmente es directora de servicios globales de Interprenet, una compañía que proporciona servicios lingüísticos en todo el mundo. Ha escrito dos novelas. #Mujer que piensa (El BeiSMan Press, 2016) y Flor de un árbol raro (El BeiSMan Press, 2021). Ambas han obtenido el primer premio en sus respectivas categorías del International Latino Book Award. En abril de 2024, su obra Sacrificios fue una de las tres ganadoras para participar en el festival de teatro “Inicios”, organizado por el Chicago Latino Theater Alliance. Sus cuentos y ensayos han aparecido en una decena de antologías de escritores en Estados Unidos. Es parte del Comité Organizador de la Feria del Libro de Chicago y directora de El BeiSmAn punto com.