Entrevista con Robin Myers: una buena traducción está hecha de libertades, pero libertades pensadas

Robin Myers es poeta, traductora y ensayista. Su último libro de poesía, Poquita fe, traducido al español por Ezequiel Zaidenwerg, salió por Kriller Editores (Barcelona) y Zindo & Gafuri (Buenos Aires). Entre sus traducciones al inglés están libros de Eliana Hernández-Pachón, Javier Peñalosa M., Isabel Zapata, Dolores Dorantes, Cristina Rivera Garza, Andrés Neuman y Daniel Lipara, entre muchos otros poetas y narradores latinoamericanos. Como poeta, fue seleccionada para la antología Best American Poetry en 2022. A continuación les compartimos la entrevista que le realizó Carolina Herrera, dirtectora de El BeiSmAn.

CAROLINA: Sabemos que has traducido gran cantidad de libros de autores reconocidos; entonces, me gustaría conversdar sobre la traducción, que es tan necesaria. En una vida pasada fui traductora, no literaria, pero tengo un poco de idea de lo que es; a veces le dicen arte, a veces le dicen ciencia, a veces le dicen craft, por no encontrar una mejor palabra. En tu caso, ¿cómo abordas el proceso de la traducción literaria? ¿Cuál es la metodología o la estrategia que utilizas a la hora de trabajar en un proyecto de traducción?

ROBIN: En mi caso, cada texto me va enseñando cómo leerlo. Lo que me gusta hacer es darme margen en el primer borrador de una traducción, rough draft, como dicen en inglés. Me dejo llevar por el texto, me dejo experimentar mucho, dejo muchas preguntas abiertas. Siento cómo transcurre, percibo el curso, como si fuera un río. Si es un poema, si es una colección de poemas, si es una novela, o cualquier texto de la extensión que sea, la primera versión es una especie de entrega al tono, a la textura, a la manufactura del texto. Y una vez que tenga una versión existente, con cada revisión posterior —que suelen ser muchas— me vuelvo cada vez más obsesiva a la hora de revisar. A veces ayuda estar leyendo otras cosas, la parte de la investigación de una traducción, si el texto lo pide. También incluye leérmelo en voz alta, que me parece superimportante. Esto es algo que me traje del mundo de la poesía, siento la oralidad del texto, muchas veces hay cosas que el oído puede captar y que el ojo no. Después de un par de revisiones, y si tengo la oportunidad, consulto al autor, la autora. También pido consejos a mis colegas traductores. Se requieren muchas etapas para adentrarse cada vez más al estilo del texto.

Entonces, ¿estás abierta a esa colaboración y a ese debate con autores durante el proceso?

A mí me encanta. La traducción casi siempre se enriquece al tener esa conversación a cuestas. Obvio, es algo que cambia. Hay traductores que se dedican principalmente a traducir textos de autores que ya no viven o que no necesariamente tengan contacto con el idioma al que está traducido el texto. Pero en el caso de la mayoría de los autores con los que yo he trabajado, se deriva una especie de conversación y por supuesto que agradezco siempre la participación de los editores también. En cierto sentido, es justo que sea un proceso colectivo.

Me encanta escuchar eso porque uno prefiere leer un libro en el idioma del autor, si hablas dos o tres idiomas lo puedes hacer, pero a veces no es posible. Por otra parte, yo he leído a Gabriel García Márquez en inglés por curiosidad y se me dificulta porque pienso que yo lo hubiera traducido de otra manera. Tú, ¿cómo abordas eso?

Hay una cosa del estilo de cada uno, pero también casi de filosofía. Por un lado, reconozco y, a veces, comparto justo lo que dices, que es la ansiedad de encontrar la palabra correcta. Está también el deseo de vivir el texto en el idioma original, pero lo que quisiera creer, lo que busco creer, como traductora y como lectora, es que la traducción se vuelva un texto independiente. Eso quiere decir que no sólo sea un homenaje al texto, como si la traducción fuera una cosa estática y estuviera solamente en contacto con el original, sino que la traducción también cobre vida y exista de manera independiente de ese original. Así como hablamos de la voz de los escritores, los traductores estamos escribiendo también a la hora de traducir. Estamos escribiendo una traducción, como lo dice la traductora y escritora, Kate Briggs, a quien admiro. Por supuesto, yo podría elegir una palabra, un adjetivo, un giro, un juego de palabras, que va a ser distinta de lo que elegiría otra persona. Pero eso es justo lo rico de la traducción: tener que responsabilizarnos de nuestra propia voz y estilo, de una manera que busque hacerle justicia, que busque dialogar y respetar tanto la intención como la ejecución de lo que haya escrito el autor. Pero más que pensar en cuál es la palabra, pienso en todas las palabras posibles que podría haber, y termino eligiendo la que entra en contacto con las otras que la rodean. Es casi una interpretación musical. Es como cuando estás trabajando con la música delante de ti, pero la vas a tocar distinto.

¿Cómo te aseguras de que el tono, el estilo y la voz del autor de la obra se mantengan en traducción? En relación con lo que me acabas de decir, ¿qué medidas tomas para captar la esencia de la obra de ese original que no es estático?

Cuando hablamos de esencia, estamos hablando de cosas formales. O sea, es difícil saber qué es una esencia porque como los libros están hechos de palabras y de decisiones y recursos formales, de cosas que nos pasan al oído y en la boca a la hora de pronunciarlas. Voy a dar un ejemplo. Estoy traduciendo un libro de poemas de la poeta argentina Susana Villalba, y los poemas son de versos muy cortos y usan a veces un lenguaje filosófico, pero siempre sencillo, como muy terrenal. No hay muchas palabras rebuscadas, por el contrario, las escoge con contundencia. Abunda una especie de simpleza; o mejor dicho, de sencillez. Pero también forma parte de un andamio mucho más complejo. Entonces, aunque la textura sea totalmente distinta —porque el inglés tiene texturas que el español no, y viceversa—, yo necesito, yo quiero respetar esa decisión suya y buscar palabras que tengan esa contundencia en inglés. Y no ponerme barroca si el texto original no es barroco. Otro ejemplo no literario es la escritura académica, por ejemplo: en español se tiene la costumbre de usar frases mucho más largas, como oraciones con muchísimas cláusulas y en inglés la costumbre es usar frases más cortas. Claro, a veces no se trata de replicar por igual lo que haga el texto original. Por un lado, estoy queriendo respetar el estilo del texto original y del autor, pero también quiero usar los recursos del inglés. La traducción te pone en contacto, te enseña mucho tanto del idioma del que traduces como al que traduces. Una buena traducción está hecha de libertades, pero libertades pensadas.

Me imagino, y corrígeme si estoy mal, que es mucho más difícil traducir poesía que traducir narrativa.

Yo no diría eso. Mi caso es otro. Yo empecé traduciendo poesía y me tardé mucho más tiempo en empezar a traducir narrativa. Para mí no es tanto que sea más fácil, en la poesía se trabaja con una forma, pero es una cosa visual también. No es sólo lo que diga, sino cómo lo diga, cómo lo haga. Tiene retos, justo como los recursos formales del habla, que se intensifican en la poesía pero, así como no creo que sea más difícil a priori leer poesía que leer narrativa, es otra experiencia, es otra interacción con un texto. De la traducción, yo diría lo mismo: exige otro tipo de enfoque que se puede aprender y se puede disfrutar y se puede jugar también. Me gustaría recuperar la idea de que la poesía nos invita a estar jugando siempre.

Estoy de acuerdo. Yo he traducido poesía. Claro, lo he hecho para mí. Cuando me gusta un poema me dan ganas de traducirlo. Alguna vez me publicaron una traducción de un poema de Cortázar, pero hay poemas que llevo años trabajando y no quedo satisfecha porque siento que no le estoy haciendo justicia al poema. De la misma manera que ese poema me da gozo en español, lo quiero sentir en inglés y no llego a ese punto. ¿Te has topado con algo semejante?

Por un lado, hay textos, poemas que admiro muchísimo, pero a veces tengo afinidades más específicas. Otras veces un poema me encanta, pero hay algo en el estilo con el que me cuesta entrar. Y cuando me he topado con una pared, pienso en unos poemas de un poeta también argentino maravilloso que se llama Alejandro Croto, que escribe mucho en versos cerrados. Por ejemplo, tiene una serie de sonetos que en sí son muy difíciles para mí. Me cuesta mucho traducir sonetos por las rimas, pero también tiene otro tipo de verso como escondido adentro del ritmo de la métrica del soneto. Yo no creo que sea imposible, no creo que sea intraducible, pero sí te puedo decir que yo no pude hacer eso. Pero pude hacer otras cosas. Me dije: “voy a traducirlo como soneto, voy a llegar a cada verso, va a tener la misma métrica, pero a lo mejor no va a rimar”, y son decisiones de las que uno se hace responsable. No creo que eso signifique que sea necesariamente una traducción fallida o exitosa.

Yo trabajo en la industria de la traducción e interpretación y es muy diferente la traducción literaria de la comercial. A veces la gente piensa que se hace con una vara mágica. Y hablando de la vara mágica esto me lleva a la inteligencia artificial, que ahora se discute cómo afectaría a los traductores literarios. ¿Tienes opinión al respecto?

Digamos que tengo una respuesta estética y una respuesta comercial. La respuesta estética es que no me preocupa para nada. Como ya sabemos, se está multiplicando el uso de la inteligencia artificial. A los profesores universitarios les están llegando textos hechos con inteligencia artificial y se identifica, o sea, se huele, se siente que no esté escrito por una persona. Creo que lo mismo pasa con la traducción. Una traducción de un poema en Google Translate no va a poder hacer lo que una persona puede hacer. En ese sentido, no me preocupa y tampoco entiendo para qué, si justo el propósito del arte es disfrutar el acto de crearla.

Lo que sí me parece preocupante es la idea de que entre más se usa la inteligencia artificial más se va a buscar volvernos obsoletas a un montón de personas en un montón de industrias. Me parece muy triste y preocupante que el gozo de aprender algo, de aprender a escribir y pensar, y pensar con otros, se reduzca a meter un texto en Chat GPT y listo, pero no me parece más preocupante para los traductores que para todos los demás.

Tienes razón y estoy de acuerdo, pero yo veo mucho la inteligencia artificial en la traducción, sobre todo cuando es un tema comercial. Se exige un cierto nivel de exactitud, pero siempre hay un humano detrás. Eso es lo que yo siempre trato de transmitir a la gente:  la inteligencia artificial es una herramienta, pero si no hay un humano en alguna parte del proceso, especialmente al final, en el control de calidad, no les va a gustar y se van a arrepentir. Y ya para finalizar, ¿en qué estás trabajando ahora, Robin?

Estoy traduciendo una novela de la argentina Gabriela Cabezón Cámara, que se llama Las niñas del naranjel y estoy traduciendo en colaboración con la traductora británica, Ellen Jones, la novela Restauración de Ave Barrera, novelista mexicana.

Muy bien, Robin, muchas gracias por aceptar esta entrevista para El BeiSmAn. Nos encanta tu trabajo, tu obra como poeta, como traductora y esperamos tenerte por acá en la Feria del Libro de Chicago. Un gran saludo y nuestro agradecimiento.


Carolina Herrera (Monterrey, México). Ha ejercido como abogada, diplomática, intérprete, traductora, gerente de proyectos, capacitadora de intérpretes y profesora adjunta de traducción e interpretación. Actualmente es directora de servicios globales de Interprenet, una compañía que proporciona servicios lingüísticos en todo el mundo. Ha escrito dos novelas.#Mujer que piensa (El BeiSMan Press, 2016) y Flor de un árbol raro (El BeiSMan Press, 2021). Ambas han obtenido el primer premio en sus respectivas categorías del International Latino Book Award. En abril de 2024, su obra Sacrificios fue una de las tres ganadoras para participar en el festival de teatro “Inicios”, organizado por el Chicago Latino Theater Alliance. Sus cuentos y ensayos han aparecido en una decena de antologías de escritores en Estados Unidos. Es parte del Comité Organizador de la Feria del Libro de Chicago y directora de El BeiSmAn punto com.