El lenguaje integral de Benito del Pliego

Integral. dietario reunido de Benito del Pliego

Editorial Casa Vacía, Richmond, 2024. 310 páginas, ISBN 979-8874224240

 

 

Poeta, traductor y académico, Benito del Pliego (Madrid, 1970) radica en Estados Unidos desde 1997 y ha publicado un nuevo poemario cuyo título juega, explora y explota la polisemia de los vocablos que lo componen. “Integral” no sólo significa aquello que comprende todos los elementos o aspectos de algo, sino que designa además una cualidad, el máximo grado de una identidad. En el campo semántico de los alimentos, “integral” se refiere a aquello que conserva todos sus componentes naturales y nutritivos. Por si no bastara con estos sentidos, es también un concepto de cálculo matemático, un método para hallar relación entre magnitudes que cambian según ciertas reglas. Acompañando a todo este universo semántico, la selección del sustantivo “dietario” enriquece y amplía la idea del poemario. El “dietario” es nada menos que un libro donde se anotan ingresos y gastos diarios de una casa o, en otro sentido, un diario personal. Y no menos curioso es el otro sentido que anota la RAE: “el libro en que los cronistas de Aragón escribían los sucesos más notables”. Integral. dietario reunido materializa estos sentidos y anticipa cabalmente el repertorio temático del conjunto.

En muchos sentidos, Integral. dietario reunido evidencia un método de trabajo poético. La escritura de estos poemas se inició en un soporte específico: las agendas de planificación, y ha pasado por un depurado proceso de revisión de textos inéditos y otros publicados con anterioridad. El poemario se compone de tres partes: “Tabla de conversiones”, “Agenda 2005-2010”, y “Pesos y medidas”. La primera de ellas es una declaración de principios poéticos. Aquí el yo lírico presenta un total de once epígrafes provenientes de un amplio mundo de referencias, epígrafes con los cuales Del Pliego dialoga alternando entre literatura, música y filosofía. Encontramos versos de Leonard Cohen, de la poeta de origen cubano Isel Rivero, de los filósofos franceses Deleuze & Guattari, así como de Gertrude Stein. Ante este polifónico paratexto, no nos queda a los lectores más que sumergirnos en el ecléctico y estimulante mundo creativo del poeta español para discurrir en sus reflexiones y experiencias en torno a los temas de la identidad, el tiempo, la existencia o la comprensión de los sentidos poéticos.

La segunda parte, “Agenda 2005-2010”, agrupa “Sobre una agenda extemporánea” y cuatro agendas específicas, las que transcurren del 2007 al 2010. “Sobre una agenda extemporánea” expone la intención de un yo lírico dispuesto a indagar en lo personal y lo íntimo, pero con una distancia que, en el poema “21 de febrero”, por ejemplo, se materializa en un desdoblamiento del yo: “Yo mira, yo mira la luz que alguien apaga” (66). No se trata de una ingrata errata, sino de una torción que el yo lírico imprime a esa vieja materia del lenguaje. Además, hay en esta sección una distancia de la idea común de que la poesía es la expresión del yo. En “01.01.07”, se afirma: “Digo yo y es él; sin embargo, no consigo darle forma” (91). A ello, se puede añadir “9/9/08”, poema donde la escritura es retratada como una imposibilidad que no está reñida con lo lúdico: “La batalla del dudú / du-dar. / Las distintas tallas del dudar” (145).

La escritura como reiterado tema de reflexión es una de las evidencias de la relevancia de Integral. dietario reunido. Esta es una preocupación que atraviesa el libro y que le confiere uno de sus ritmos más efervescentes: la escritura con sus posibilidades y sus retos, la incertidumbre de la significación y del sentido. En “26 de marzo” (73), el tema de la escritura y el deseo de quebrar todo sentido fijo se materializan, mientras que en “23 de abril” la escritura se convierte en una forma de ingresar al tiempo: “Escribirlo en el minuto” (75). La reflexión sobre el lenguaje no está exenta de crítica a sus instituciones ni de humor. En “12 de mayo”, encontramos: “La ortografía es cosa de momias. Solo hay una forma de desasirte de ella: sacudiéndotela” (78).

La escritura de Benito del Pliego está teñida de lo lúdico y tiene la forma poética de las reflexiones. En “30.08.07”, se dan cita una poética de la fluidez y de lo impermanente. Leemos en el poema: “Se esfuerza por que nada de lo escrito quede…” (118). Este transcurrir del lenguaje va acompañado de la exploración con las permutaciones silábicas, que inducen al lector a discurrir sobre los versos, pero, especialmente, sobre la melodía de las torsiones impresas a la materia acústica del lenguaje: “Portead, teclead; carácter tras carácter y otra palabra va, afuera. Gotea, mea, chorrito de orina su verbo crea su arrollo, arrollo de letras sobre laderas, arrollo del yo que en nada da, arrullo del agua sobre las piedras” (119). En “Boston, 11 de octubre”, el yo lírico hace lo que su poética le dicta, “Quedarse fuera, desaforar, desvariar, mirar la vía desde otra vereda. Una especie que cambia: disyuntiva” (121), para luego sumergirnos en el fluido de un ritmo que se materializa al instante de la lectura: “desubicar, desmejorar, desenredar, desalojar, salir de sal, saldar, quedarse fuera” (121). Pero el ludismo tiene una finalidad que el yo lírico reconoce: “Estoy sujeto, contemplo y anoto lo que dice. Compongo descomposición, putrefacción profiero” (121).

Los sentidos que Integral. dietario reunido activa en el lector permiten identificar el desplazamiento, la migración, como otro tema crucial. Subtítulos como “Tabla de conversiones” y “Pesos y medida” remiten a ese transitar entre diversos puntos geográficos y temporales. El tema de la migración y sus consecuencias en la identidad aparece, por ejemplo, en “6 de julio”: “Llámame, escribe, saca de mí estas palabras que se han ido” (105). Esta referencia a la migración va curiosamente acompañada de otros versos en los que resuena César Vallejo y su idea de una escritura donde late el cuerpo: “el hambre de pan y el hambre de hombre” (105). El poema además reafirma la multiplicidad o plasticidad del yo: “Yo se retira de él, yo quiere esconderse en algún pliegue del muro” (106). La migración también se mira con escepticismo e ironía, como sucede en “22 de agosto”: “Extranjero, tanta juventud no hará que seas más joven” (141). 

Eduardo Espina, en el prólogo titulado “El lenguaje, adversario de la necesidad”, afirma que “en Benito del Pliego el oído escribe” (13). Se trata de un oído lúdico, que está positivamente insatisfecho con la convención lingüística y que busca despertar a los lectores de ese somnífero de las palabras cotidianas. Es esto lo que se percibe detrás de “18 de julio” (109), donde leemos: “Los gatos, los golpes, el goteo. Los gritos, los graznidos” (109). Los versos de Integral. dietario reunido es todo esto y más, especialmente cuando se tiene el privilegio de asistir a una lectura de Benito del Pliego, quien insufla de ritmo y vida estos versos donde el lenguaje vuelve a latir para disfrute de sus viejos y nuevos lectores y oyentes.

 


 

Carlos Rubens López Pari. Es estudiante del doctorado en Literaturas, Lenguas y Culturas de la Península Ibérica y las Américas en la University of North Carolina at Chapel Hill. La investigación de López Pari aborda los temas del exilio en la narrativa contemporánea, y las interrelaciones entre palabra e imagen en la literatura moderna y contemporánea. Ha publicado reseñas académicas en Revista de Crítica Literaria LatinoamericanaChasquiHispanófila y América sin Nombre. Vive en Chapel Hill, NC, donde además es instructor de español.