La incertidumbre y lo extraño de Solo para insomnes

Solo para insomnes de Rocío Uchofen
SEd, Miami, 2024. 212 páginas, ISBN 979-8989968039

 

La incertidumbre y lo extraño son una combinación psicodélica, da la impresión de viaje por paisajes distorsionados, que se adaptan a leyes absurdas y con el único propósito de confundir al viajero en un rumbo circular. Solo para insomnes (SEd, 2024) es un territorio en el que da gusto perderse, pues más que desorientado uno se siente sorprendido. Cada tramo del camino es una exclamación de asombro y una risa disimulada de satisfacción. La perplejidad con que finalizan las piezas escritas por Rocío Uchofen (Lima, 1972), la potencia de una ficción que se filtra hasta la realidad, el placer que resulta de la honestidad literaria; cada elemento fruto del texto es la posibilidad de leer con ojos desacostumbrados, mirada de explorador, razón de desquiciado. 

Los textos que componen Solo para insomnes son relatos, anécdotas lisérgicas, artilugios, huellas de realidades múltiples, entremezcladas y furtivas en nuestras mentes que jamás descansan. En el momento extático del inconsciente aparecen para susurrarnos los más vívidos pasajes y señalarnos aquellos significados velados por la vigilia. No hay lugar para escondites terrenales, todo es visible en el reino etéreo. 

Cada lector podrá elegir en el libro sus narraciones predilectas, esas que más punzan en el interior y avisan que algo está por suceder: en mi caso son tres los relatos que se convierten en espejo infinito, laberinto irresoluto.

“Caerte de la baranda” es el recuerdo del comienzo, la iniciación hacia la locura. En la memoria de lo mágico, donde los sentidos se transforman en un artefacto de otro mundo, se encuentran los motivos. Alguien recibe una señal que lo obliga a retornar. El punto de partida, una mujer, hechicera de mil cabezas que como una sombra se posa sobre sus discípulos. No los dejará en paz ni siquiera cuando se produzca la última exhalación. Algunos podrían decir que se ha transformado en marca para los iniciados, el símbolo de una estirpe manifestada en unos cuantos dispersos. Mientras tanto, la bruja, la mujer primigenia, aguarda en su nuevo mundo, el cual no es otro que el recuerdo de los suyos. 

 “Las trizas” son dos historias: la de la protagonista que se encuentra con ella misma y la del más cruento dolor, ese causado por el deseo de pertenecer, y que está  acompañado del sufrimiento que deja sacrificar la propia esencia. Una cantante que vive en tierras extranjeras y quiere salir a flote, pero la pérdida y la soledad se convierten en peligrosas adversarias. Incluso el amor intenso se vuelca a destruirlo todo. Por suerte también están los guardianes, el arte, la gente buena con la que uno se llega a cruzar y los colibrís, estos últimos son insignias de la vida perenne, la que nunca se irá porque el amor y los recuerdos no desaparecen. “Las trizas” nos recuerda que nada está escrito, que la vida no es una sucesión de cosas buenas y malas sino una confluencia de decisiones y azar.

La segunda historia siempre está en la superficie, pero la primera, el encuentro con el interior, yace latente, expectante, y es la que colma de esperanza las líneas que conforman el relato, pues no hay mayor refugio que lo que nos habita y es gracias a esa formas de expresarnos que todo, de alguna forma, se cubre por una bruma y reaparece en forma de sueño lúcido donde podemos hacer cualquier cosa, incluso tantear la felicidad. 

Por último está “El laberinto de Wen Wu”, en el que un adolescente se impone la tarea de descubrir un misterio y lo hace mientras lidia con las actitudes de sus padres separados: la madre negligente y un padre que no sabe vivir. El enigma que se propone resolver tiene forma de puerta. Una que está en el barrio chino y se encuentra cerrada, una que es negada por el propietario y contiene todo un universo tras de sí. 

¿Qué hacer cuando se quiere escapar de la propia vida? Ir hacia adelante sin pensar en nada más parece una de las respuestas. Y así en cualquier momento algo puede ocurrir, un golpe seco en la cabeza, una sombra que se asoma por la puerta, la certeza de encontrarse a solas en medio del bullicio. 

El punto final de la angustia surge a través de un mal presagio. Algo que de a poco se posa sobre toda la humanidad y provoca que la gente se aísle, que no quiera salir de su casa, que tenga miedo y se preocupe por su vida.

Estos son algunos de los relatos que componen Solo para insomnes, libro escrito por Rocío Uchofen, quien como sus personajes toma el riesgo de traspasar la realidad así duela en todas partes. Sin importar que al final del camino no existan las respuestas, únicamente llamada a estar en movimiento, porque en las acciones aparece la redención.

 

 


 

Esteban Miranda (Medellín, 1993). Escritor y lector. Trabajador Social. Ha publicado relatos en la revista La Sirena Varada (México, 2018) y gAZeta (Guatemala, 2020). Participante del XIX encuentro de poetas Comfenalco, Antioquia (2018). Finalista del I certamen literario Agustín Sánchez Rodrigo (España, 2020) en la modalidad de poesía, así como finalista del I premio de novela sub-35 Germán Espinosa con la novela No hay ciudad para el silencio, la cual fue publicada por Escarabajo Editorial (2021). Colaborador en Suburbano desde 2023.