El pesado pasado regiomontano o su pretérito imperfecto

 

(notas sobre una entrevista no realizada)

 

En un viaje a Monterrey, cuando me enteré de la muerte de Artemio Benavides Hinojosa, acepté que se nos quedó pendiente una entrevista que yo le haría a propósito de su libro Santiago Vidaurri: caudillo del noreste mexicano (Tusquets Editores, 2012).

Su muerte se llevó ese encuentro pero nos quedamos con su obra.

Con ese libro Benavides Hinojosa traza un perfil de Vidaurri desde la experiencia del historiador. Enmarca al norestense exponiendo los contornos de su personalidad con los documentos en la mano, puesto que tuvo a su cargo los Archivos Vidaurri cuando fue titular del Archivo General del Estado de Nuevo León, aunque a mí me hubiera gustado saber más de la vida personal, es decir, a las actividades militares y políticas de Vidaurri, a través de las cuales se desarrolla el relato, le faltaron las familiares. Así se lo dije en nuestro intercambio de correos electrónicos:

“En lo personal, don Artemio, me queda la impresión de que dejó de lado grandes partes de la vida de Vidaurri, como sus vivencias en Texas, sus relaciones familiares (de la familia no hay mayores referencias que un par de menciones a Indalecio, uno de sus hijos y otro par del yerno Milmo, ¿por qué?, ¿podríamos esperar, de su pluma, otro libro más íntimo?” También falta escudriñar los lazos amistosos y relaciones que Vidaurri edifica, tan en boga y determinantes entonces como hoy. Pero ya no tuve respuesta ni oportunidad de indagarlo en persona. Ahora salvo que haya dejado algo inédito y corra la suerte de publicarse de manera póstuma, no podríamos esperarlo ya de su pluma. De otra manera habrá que esperar que alguien como él —es decir de manera objetiva, al margen del mito, debajo de pedestales y de historias oficiales o “líneas” familiares— lo escriba sin apasionamientos ni prejuicios.

“Asimismo —le dije— me llama la atención que lo que se ha señalado como una desmesura de Vidaurri, eso de haber ambicionado presidir la República de la Sierra Madre, usted trata el tema sólo como rumores… ¿al consultar los archivos del personaje no descubrió, entonces, una certeza de que tales devaneos hayan tenido lugar? Sin duda faltan luces en aspectos importantes de la vida de tan peculiar personaje, pero también es cierto que el historiador y su escritura, su muy útil criterio en el formato con que estructura su estudio, y con un admirable relato historiográfico ofrece una versión del personaje un tanto afuera de las sombras de la polémica, del estigma que lo ha opacado, a saber su descomunal ambición que lo orilló a darle la espalda a Benito Juárez para luego situarse en el seno del imperio de Maximiliano.

Es un largo camino (militar y político) el que Vidaurri cruza, desde sus notables escaramuzas con los lipanes; sus turbias asociaciones con filibusteros; sus acciones visionarias para impulsar el desarrollo regional; su destreza para desplegar su poder regional a la par que se erigía en un liberal sobresaliente; su personal estilo de gobernar; su templanza militar convertida en pretensión desmesurada por cubrirse de gloria que se le desmorona en Ahualulco de Pinos, en San Luis Potosí, donde sufre una aparatosa derrota. Su retiro, su postración, su traición… la historia.

Sin las respuestas que una entrevista en corto alcanzaría, nos queda interpretar la obra de Benavides Hinojosa. Con el libro Santiago Vidaurri: caudillo del noreste mexicano, realiza una biografía del lampacense que como él mismo ha señalado, puede ser un punto de partida para nuevos trabajos de nuevos historiadores.

El libro ofrece la trayectoria de Santiago Vidaurri, el caudillo liberal del noreste mexicano en el siglo XIX, quien ha sido al mismo tiempo héroe y villano nacional; un visionario polémico, un cacique influyente con grandes sueños para Nuevo León y Coahuila, un liberal capaz de domeñar al poder central; un tipo de una naturaleza propensa al mito y la controversia que don Artemio presenta con rigor y dueño cabal de su disciplina: la historia.

Los libros de Benavides Hinojosa abren cauces. Las respuestas son afirmativas cuando cuestionamos si la historia del noreste de México requiere una revisión o si la vida norestense en el siglo XIX debe reinterpretarse con una nueva historiografía. En el libro sobre Vidaurri, ciertamente, busca desmitificar (y desoficializar) la historia en torno al caudillo. Con su libro saca a Vidaurri de las sombras de lo polémico sin que por eso establezca que no lo sea, lo saca para verlo sin apasionamientos pero también sin contemplaciones; lo saca asimismo del mito oficial sin por ello meterlo en ningún otro nicho, no busca limpiar la imagen histórica como según me he enterado lo intentan otros de un tiempo a la fecha.

Benavides Hinojosa con su trabajo se ha distinguido, efectivamente, por bajar de los pedestales a los personajes de nuestra historia. En este caso hace un ajuste de cuentas incorporando de lleno a Vidaurri a la historia mexicana, a nuestra memoria nacional, sacándolo de las lápidas con que estaba cubierto. Expone a un hombre ni mejor ni peor que muchos de nuestros políticos actuales, es cierto, ahí está el caudillo pero también el cacique, pero ni más ni menos. Se puede ver al polémico personaje con una vida un tanto fuera de claroscuros, en la que lucha por mejorar y engrandecer la región y se preocupa por mantener sus intereses políticos; tales acciones mostradas en lo cotidiano lo hacen un hombre más de carne y hueso. Pero igualmente sin empacho se señala repetidamente su ambición y sus flaquezas que de cerca lo pintan de cuerpo entero, aunque acaso se hace más énfasis en la lógica de principios, ese apego a sus intereses (políticos y militares) en la búsqueda constante de sus conveniencias personales nunca explícitas del todo. En ese contexto a la larga ese hombre (visto en su tiempo, en esa región llena de desafíos para la civilización) es un personaje que le da la espalda a la historia.

Benavides Hinojosa destaca de Vidaurri su liberalismo, que lo agiganta, postura que al cabo el cacique fuera de serie que lleva dentro echa por la borda a la hora en que Juárez está en jaque. Su personalidad cincelada en el poder, basada en sus intereses creados —de los que insisto hace falta hablar más— tras ser derrotado lo obligan a huir a Texas y a la mala apuesta de ese desenlace: su elegido retorno al servicio de Maximiliano, que corona la mayor contradicción de su vida, la que habrá de precipitarlo al olvido oficial.

Al final fue fusilado como traidor… hecho que pudo evitar de no haberse escondido luego del llamado de Porfirio Díaz. Se deduce que el desenlace fatal hubiese sido diferente y su vida no hubiera quedado tan dentro de esa pesada sombra, la de un pasado que debe aligerarse para mejor comprensión del presente, como dice nuestro historiador y que tan bien editorializa al llamarlo nuestro pretérito imperfecto.

 

 

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Raúl Caballero García, escritor y periodista regiomontano, para comentarios: caballeror52@gmail.com