Leonard Cohen: hay agua que se filtra por las paredes


Leonard Cohen (1932 – 2016).

 

Hace unos días mi hija me comentó: “¿Sabías que el niño de Michael Bublé, el de ‘I’m your man’ tiene cáncer? El chavo tiene tres años.”

Hace varios años, viendo la película “Watchmen”, me encontré “Hallelujah” y volví a mis tiempos de universitario, cuando Elizabeth me dio un paquete para, me dijo, despabilarme. Mi amiga explicó: “Ahí tienes ‘El perfume’, ‘El nombre de la rosa’, ‘La insoportable levedad del ser’, otros libros y un par de casetes”. En los mixtapes, mi amiga (quesque para que me fuera olvidando del punk, del new wave, la música bailable, Bow Wow Wow, Duran Duran, Pet Shop Boys, Dire Straits y, sobre todo, Eurythmics) grabó una pieza que yo había buscado varios meses (“O Fortuna”, de Orff) y una ristra de canciones importantes para ella, incluyendo “Aleluya”, muchas de las cuales yo ya había oído en Arkali porque, después del taller de poesía, mis cuates y yo nos quedábamos en ese café/galería/bar donde el cantante/guitarrista de los sábados se especializaba en Bob Dylan, Robert Cohen y James Taylor… aunque yo no supiera distinguir quién era el autor de cada canción: Mike interpretaba igual la canción que le pusieras y después nos preguntaba “¿Cómo ven, sí se entiende mi inglés, verdad? Ustedes pidan, pero… si no, hay les va ‘Ballad of the Absent Mare’ y ‘The Lost Canadian’ y ‘The guests’. ¿Si se entiende mi inglés?”.

Tampoco le confesé a Eli que, ya con un par de cervezas, yo iniciaba discusiones sobre hermenéutica con una compañerita del taller porque… digamos, que, andaba yo pedaleando otras bicicletas… es que todas las cosas laten a su ritmo y quieren ser lo que son… pero más… y la susodicha decía ser reencarnación de Cleopatra y tenía pelo crespo negrísimo, que le llegaba hasta el comienzo de… no y ya después de recorrer las notas terminábamos gritando Aleluya… Nooo, miento, ella (no recuerdo su nombre) creía ser reencarnación de Nefertiti… y me dejó por un poeta mejor que yo [según dicen, yo apunto que sucedió lo mismo que con “Suzanne”].

Con “Hallelujah”, también recordé las carnes asadas en casa de Ricardo, allá a principios de siglo… donde, a la cuota de Camilo Sesto, le agregaba una tanda de Cohen, para aderezar el t-bone y el sirloin y enfriar más las cheves y congelar el vodka. Decía Ricardo que hay quien canta momentos y quien canta eternidades y que LC cantaba en los dos niveles al mismo tiempo. Yo le respondía coreando letras al azar; después de una botella de vozka todo tiene sentido y nada tiene sentido y da lo mismo si te entienden… desentierro una noche célebre en la que varios poetas e intelectuales de Chicago discutían la evocación de “Famous Blue Raincoat”; el majecito esperó reverentemente a que terminara Cohen para poner “Fresa salvaje”, la audiencia perdió la compostura serena y se puso bailar como si fuera tardeada en Nicaragua, Honduras, Colombia o México en la década de los 70.

Y, creo recordar que, allá por 1976 o 1977, Black Heart Music tocaba “Do I have to dance all night” entre “Devil’s Gun” y “Hooked on the Funk Train”. Era el tiempo en que todos los sonidos traían grabadoras “reel to reel”, así que te tenías que chutar la misma secuencia de canciones en cada tardeada. Las tocadas en los salones cerca de La Purísima, El Obispado, Las Mitras, etc…. a reventar, y aprovechabas esa rolita o “Yes, Sir, I Can Boogie” para preguntarle a la bailadora cómo estaba el clima, si había ido sola y si quería ir contigo por un elote desgranado. En ese entonces no te importaba si “Do I have to dance all night” era de Cohen o de Munich Machine o de C.J. & Co. Mucho después, en 1985, harías la conexión de esa canción con “Dance Me To The End Of Love”. Y también fue una… ya no importa lo que fue.

Muchos años después, frente a la pantalla, habría de recordar todos estos momentos, todas estas eternidades… o sea que hoy, que abro la puerta del beisman y lo encuentro inundado, comprendo que, como a mi hija, la música de Cohen, me rodea… es como el agua que se trasmina por las paredes y te anega sin que te des cuenta.

 


Jorge Hernández Desde 1988 reside en Chicago. Participó en la creación de las revistas literarias Fe de erratas Abrapalabra de ChicagoSus cuentos aparecieron en las antologías Voces en el viento (1999) y En el ojo del viento (2004). Fue incluido en la Antología de la poesía latinoamericana del siglo XXI de Siglo XXI Editores (1997).