Poemas pertenecientes al libro Las descargas eléctricas
El muchacho y el baile
Conocí a un muchacho que en principio me supo a miel y claridad en un baile de viernes
Él venía de un país de aceitunos y almendras y anís
de un caos insospechado en forma de corazón
y en mi paladar parecía el trópico sin cercos eléctricos
pero podía ser una mañana de otoño con esos sus ojos que tantas veces me dieron júbilo de
orquesta
era el milagro de la gruta más remota
pescador de hundimientos y perlas
y
en su bolso traía la partitura de la lluvia
y la extendía como un horizonte para salvarme del duelo
me había convertido en un jardín extenso de margaritas cuyo centro lo habitaba como un
gobernante admirado
creí que carecía de cactus
—lamentable error—
de precipicios
y me adentré a su llanto de niño
así dando ofrendas de leche purificada y mariposas
Sabía que no me podría pertenecer
que siempre la distancia nos acabaría el incendio
sus besos no serían exclusivamente para las aletas de mis sueños ni de mi idioma
más bien serían arcoíris repartido
Y me enamoré de ese muchacho que arrastraba las palabras a mi corazón con una agilidad de
ladrón muy avanzado
y caí en sus vendavales
—siempre volviendo como ondas sísmicas—
y bebí poco a poco de su egoísmo
y le enseñé a bailar en pareja
a dar giros de belleza en la tormenta más pronunciada
a volar como una cometa en octubre sin temor a los cables de alta
tensión
pero él siempre fue un extranjero dentro de mis ondulaciones
un extranjero que hoy regresa al continente de su soledad
∴
El baile en solitario
Y una gota de plomo hierve en mi corazón
Pere Gimferrer, Oda a Venecia ante el mar de los teatros
usted no sabe cuánto pesa
un corazón solitario
Jorge Eduardo Eleison, Campidoglio
Una vez me escribiste:
“Dime la verdad
¿estoy bailando solo?”
Pues hoy
yo bailo sola en la cúspide de los desatinos y el ocaso de los tambores y las panderetas
seca como una fuente clausurada
herida de tu ofrenda de silencio
Yo bailo sola bajo un pino bajo un arcoíris maltrecho
Mis vísceras serán repartidas allí
en ese sitio
donde también un pino es panteón
(Soy un ángel de felpa a la orilla de un precipicio una nota perdida en la lluvia una brasa indomable
murmullo sin raíces un islote en tinta negra
ya sin saber mi nombre plagado del adiós)
Me tendí tantas veces junto a ti
parecía la noche sedienta de luciérnagas alcoholizadas y pólvora
la noche la acentuada noche sedienta de nísperos
Te llevaba —con mis latidos— a un horizonte de agua
al menos eso me decías
te arrullaba
con mi aroma a mandarina y con mis sueños de tigres de bengala de mi menta te daba para tus días de aviones caídos y reportes de la muerte
Hoy en cambio
bailo en este café con una tristeza subterránea en forma de culebra repta por mis rincones en busca de la última esperanza
Sé que llegará a mi corazón y lo engullirá
como a un ratoncito
Pronuncio tu nombre desde mi dolor de violín destrozado a martillazos
y
acumulo sollozos de acordeones y jardines sin delicias
Hoy
yo bailo sola
en este continente de cocodrilos
∴
Una despedida en tres actos
1.
El aeropuerto
El roce de tus manos amorosas y tu beso en mi frente como el padre silencioso que despide a
su hija porque la guerra ha iniciado
y que sabe de su inminente fractura ante el huracán
No sabíamos
si este horizonte del trópico sería nuevamente compartido como un pan de maíz
si esta lluvia te devolvería a mi refugio volcánico
Despertábamos los caballos de nuestros cuerpos con cada caricia
Vos dado al equilibrio a las cuadrículas a la corrección de los trayectos
a la contemplación de los acantilados y las hormigas
y yo al viento marino
al arrebato
a la fuerza de las olas más dignas de un surfista experimentado
Me veo regresando en el taxi
ya solo con tu voz y tu aroma de pino concentrado en mis poros
La lluvia se adentra a mis palpitaciones y la inquietud se expande (hoy es la llaga)
El cielo El cielo abre sus ojos de la tristeza
Hoy sabes tan distante como un avión al otro lado del Atlántico
2.
En el bulevar
te despido con un racimo de tempestades y un sol sin más canto
El “adiós” cae en la cárcava de tu silencio
3.
El bulevar
Henos aquí de nuevo con este llanto sin acueductos y caballos que se ahogan en su soledad y
mariposas envinagradas
Aquí nosotros repitiendo el bordado de los truenos
Aquí como un crepúsculo acariciando una sucia ciudad —que se sabe cruel, inútil para la esperanza—
Aquí en el bulevar
así como horas carbonizadas
y gaviotas sin isla
y un mar escandalosamente destructivo
¿Adónde pararán las cenizas de este amor despojado de estrellas y timbales y flautas en forma de agua?
Te abrazo
y sé que ya no volverás a este continente de mordazas y látigos de sangre
No concluiremos el monumento al delirio por la penumbra que hoy cubre el centro de nuestros sueños
La despedida abre sus fauces y la orquesta de nuestros corazones se detiene
∴
La venida de lo incierto
Pequeño
pero estoy para abrirte el libro de los astros carbonizados y las anémonas de mar
que muy pronto tendrás que descifrar con tu lengua
con tus pequeños dedos aún limpios
con tus lágrimas
la sinfonía de victoria que hayas aprendido en la infancia será sepultada en el momento menos
esperado
todo aquello que te acobija será destruido
y ya no habrá más mano que la tuya para desenterrar los miles de muertos detrás de ti
para que descubras las ruinas que ocultan la bestialidad
Pequeño cosmos
cómo he podido traerte
a este silencio que solo es interrumpido por los tiroteos en las calles
los aullidos
las protestas
las miles de detonaciones por segundo y
las sirenas de las ambulancias y las alarmas de los almacenes y los lamentos de las mujeres de
blanco que besan la última palabra de sus hijos después de una fiesta que solo era víspera de
una tormenta de navajas sin vencimiento
hay tantas partículas de miedo diseminándose por la atmósfera en esta ciudad erosionada
olvidada de una mano tierna que la eleve una mano que acaricie su cuerpo sin belleza
(son bonsáis los decapitados en las plazas y nadie se asusta
las mujeres abren sus piernas a los lobos y nadie las recuerda)
Pequeño estoy aquí
con mis manos a punto de caer a un pozo de escorpiones
con mi cabello sin la vistosidad de los peces y los arcoíris
he caminado tanto sobre la herrumbre y los sótanos que mi voz ya no es de la textura del cielo
ni de la plata ni de un manantial turquesa
no entono la esperanza
ni tengo monedas en mi corazón para darte de ofrenda
ni los girasoles tejen mis sueños con delicadeza
apenas puedo contarte esto que sabrás muy bien cuando crezcas cuando al fin puedas entrar a
lo incierto
porque afuera solo encontrarás una estación de escarcha para tus pies
una estación donde tendrás que aprender a dormir a levantarte
a entrar a ascensores ilusorios
a ser un habitante más con un código de fabricación tu refugio
y volver cada día tan rígido como acero a
tu refugio
Amor pequeño
entre mis brazos balbuceas
y te pareces tanto a un gorrión envuelto de claridad a pesar de tanta sangre
tanto lamento que se extiende como células malignas
y aun así
sos la hierba verdísima de un extenso patio que ha recibido tantas veces la lluvia
te arrullo
te beso como las olas a las piedras sobre la arena negra
pero no durará mucho tiempo mi cuido
y entonces
del paraíso solo quedarán los huesos en la alcantarilla de la memoria
Miroslava Rosales nació en San Salvador, El Salvador, el 14 de diciembre de 1985. Estudia la Maestría en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Guanajuato, México. Es integrante de la red de centroamericanistas O ISTMO (Brasil: Universidad Federal de Pernambuco) y editora de la revista mexicana Cuadrivio. Perteneció al extinto taller literario El Perro Muerto. Su trabajo aparece en las antologías Nuevas voces femeninas de El Salvador (Editorial de la Universidad de El Salvador,2009), Una madrugada del siglo XXI (2010), Las perlas de la mañana siguiente (2012), Ventanas de libertad (Secretaría de Cultura, 2014), The Theatre under my Skin. Contemporary Salvadoran Poetry (Teatro bajo mi piel. Poesía salvadoreña contemporánea) (Kalina Editorial, 2014), Resistencia en la tierra. Antología de poesía social y política de nuevos poetas de España y América (Chile: Ocean Sur, 2014), Segundo índice antológico de la poesía salvadoreña (Índole editores/Kalina editores, 2014); y en revistas de Estados Unidos, Irlanda, Nueva Zelanda, Marruecos, España, Canadá, México, Colombia, Perú, Venezuela, Argentina y Centroamérica. Ha participado en congresos en México, Guatemala, El Salvador y Honduras y publicado fotografías en revistas como Azahares, de la Universidad de Arkansas-Fort Smith.