¿Quién te ama, Mishima?
La rutina, esa enemiga si tú y yo
caminamos de la mano
o si tú y yo nos sentamos en un café
a filosofar
filosofía de viejos harapientos
marido y mujer al fin y al cabo
en la Martinica vivió Juan del Diablo
pasé mis años adolescentes en una embarcación de vela
como la de él
la oreja pegada a la radio,
has bajado los párpados cansada de oírme
el mismo tema
fue Morita —entonces digo— el discípulo, quien le
asestó el golpe de gracia ¿sabes? Fue un mal golpe
voces extranjeras se confunden con los
rugidos de las olas
ninguna es como tú, ninguna alcanza
tu pequeñez, querida… y
cómo odio ese sol
a las tres de la tarde
tus ojos vuelven a caer
son los de un dios tibetano
¿Fue sólo el vino lo de aquella vez? ¿Lo crees?
¿Sólo el vino? Acaso fuera el vino
y sólo eso…
pero cada botón de tu blusa era uno menos y uno más
como me gusta
una tanga negra entre tus piernas
un poco así
como me gusta
y ya no era yo sino otra
en la goleta de Juan
en la mismísima isla de mi infancia
el sol ya se había ocultado como ahora
las brujas bajaban a mi dormitorio
a recoger los papeles regados
el diablo duende escondido en el empotrado
detrás de la cortina
de noche
mi desidia ha de arrancarte mil dudas
cualquier elipsis por la que mi entendimiento
huye hacia la nada oscura
te hace daño a ti que has vuelto
de la traición al mar,
cruzas el mar con el jeep y cada ola
te hace soltar una carcajada purpúrea
los cabellos llenos de arena
la ropa pegada al cuerpo,
pendes de la absoluta ilusión
otra ola más, gritas
llena de dicha
me acerco desde la orilla y trepo
olvidada
¿Qué viajeros, qué poetas se perdieron
en el tiempo, los océanos, los médanos
las hogueras encendidas
el sable en alto
Morita?
∴
Casa de Cusipata
a la madre del Inca Garcilaso
Casi un infierno sin luz
Como ante el púlpito de San Blas
La calavera de Horcacitas
Señor, ¡qué madera!
He cerrado los ojos, Señor,
Y no me entretengo en el altar
Aunque brille marrón el oro
Por la plegaria impura.
Ahí
La madre del bastardo
El cordero de Dios
La princesa en casa
Vagabundeo por la vieja ciudad
Dónde he de verla por fin
Miro a los lados
Insomne
Acaso llegaré a comprender
El ansia
Y ella advenediza, solitaria,
En el altar se arrodilla para
Besar la cruz
Peldaño a peldaño
Da el beso maldito…
Delgada sería la pequeña
El vestido de organdí azul luce
Con filamentos de oro en la cintura fina
Los botines aún de moda
Al verlos las boutiques se los pelearían
Beatífica viajera
La princesa está en casa
Pero a ti nada importa pues de lejos
Le dices adiós
Una elegante silla negra
Está rota en el recibidor.
∴
Réquiem
Para él
Es difícil armar el rompecabezas
está en juego la identidad
el olor de la cripta la música de Mozart
Has echado a andar mi fantasía
entraría al sarcófago
besaría tus labios
amor es cuerpo
es mirada
entonces cerraría los ojos
para no ver
en ti y en mí una rara ave
sin nombre
emisaria de una luz
que se enciende ahora
se apaga después
Hay un muro
y del otro lado llueve
hay un abedul
que se bate en el viento
un olor que no alcanzo
si fuera suyo
la noche
si en mí el brillo
los ojos
es apenas el scherzo
de un mirlo imaginario
o algo fuera del cuadro
La poeta Carmen Ollé participará en la conversación “¿Qué significa ser mujer y escritora?” con la profesora Rocío Ferreira el sábado 8 de abril a las 5:00 p.m. Schmitt Academic Center Room 161, 2320 N. Kenmore Avenue. Cnversatorio organizado por el Departamento de Lenguas Modernas de DePaul University y Peruvian Arts Society.
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Carmen Ollé. Poeta, escritora y crítica literaria peruana. Nació en Lima; estudió educación y se especializó en lenguaje y literatura en la Universidad Mayor de San Marcos. Es autora de varios libros de poesía, prosa y narrativa. Ha ejercido el profesorado en Perú y New York. Fue presidente de la Red de Escritoras Latinoamericanas. Es autora de Noches de adrenalina (1981), Todo orgullo humea la noche (1988), Las dos caras del deseo (1994), Una muchacha bajo su paraguas (2002), Retrato de mujer sin familia ante una copa (2007), Alcones en el parque (2011), Monólogos de Lima (2015), entre otros.