Del pánico a una narrativa inmigrante

 

El miedo es una forma que usan los poderosos para controlar a las masas, hay miedos infundados y miedos infundidos. Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca se ha infundido el miedo al pueblo inmigrante, por la agresividad de la administración del Presidente que promulgo órdenes ejecutivas insalvables e impresentables para cerrar las puertas de Estados Unidos a varias nacionalidades del medio oriente, especialmente a los musulmanes. A los que el presidente ha etiquetado como terroristas.

El miedo se ha acervado en la comunidad inmigrante mexicana. Bajo el anuncio del procurador Jim Sessions decidió cambiar las prioridades para deportación establecidas por la administración Obama: deportar a personas con récord criminal. Ahora todos los indocumentados son criminales y pueden ser sujetos de deportación.

Para incrementar la angustia ha decidido reabrir todos los casos que durante la administración de Barack Obama fueron cerrados con discrecionalidad ya que no significaban ningún peligro para la nación. Sessions quiere abrir y hurgar en esos casos para generalizar la persecución, son casos que están ya cerrados y que podrían adherirse a una posible regularización migratoria.

Han echado andar las famosas auditorias de las formas I-9 en los centros de trabajo, donde han encontrado que muchas empresas tiene trabajando personas sin documentos, advirtiéndoles a los patrones que deben despedirlos si no quieren que los multen bajo las sanciones patronales que se aprobaron en la reforma de inmigración de 1986 (IRCA). Todavía recuerdo que un sector del movimiento inmigrante de ese tiempo, protestábamos contra esa clausula, que fue parte del acuerdo entre sindicatos, iglesias, organizaciones nacionales y gobierno para aprobar el paquete de la amnistía.

Al poco tiempo La oficina de Responsabilidad del Gobierno de Estados Unidos (GAO) por sus siglas en ingles, emitió un estudio en que se demostró que los requisitos de verificación de los trabajadores solicitantes condujo a la discriminación por raza y origen nacional. Entonces, ese fue nuestro argumento para pedir que se suspendiera la sección de las sanciones patronales. No tuvimos éxito; al contrario en 1996 se agravó el sistema migratorio y se convirtió en draconiano bajo la administración demócrata de Bill Clinton.

Retomando la manifestación del miedo, es real y no solamente asusta, si no paraliza la actividad diaria de las personas sin documentos. Como antídoto al miedo, se ha declarado ciudades santuario, que no colaboran con la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE por sus siglas en ingles). En Texas actualmente los activistas proinmigrantes llevan a cabo una lucha legislativa y popular para detener a los diputados racistas que están en contra del Santuario y que incluso llamaron a la migra al recinto legislativo.

Durante los primeros cien días de Trump los niños lloraban, la gente estaba paralizada esperando lo peor, los jóvenes de DACA recibían mensajes contradictorios. Unos les decían se iban a poder quedar mientras que otros les decían que se tendrían que ir. Pero aquí siguen todavía.

Cómo transformar el miedo en una respuesta articulada es el camino a seguir. Hacer más vida de comunidad en la escuela, en el trabajo y en las iglesias. Pasar del terror que nos infunde el Estado en una acción creativa hacia la defensa de los derechos. Impartir y compartir información es útil si nos enseña que tenemos derechos constitucionales y humanos y que la cuarta y quinta enmienda de la constitución nos otorga derechos iguales a los de cualquier otro ciudadano.

 

Carlos Arango. Director ejecutivo de Casa Aztlán, en Chicago.