La herencia
Jugaba con mi hijo y sonó mi alarma del iphone.
—Mi pastilla.
—¿Para qué es, papi?
—Para la presión.
—¿Y puedes morir de eso?
—Sí.
—¿Me puedo quedar con tu iphone si te mueres?
—Sí.
Se quedó callado.
—¿En qué piensas?
—En cosas malas, papi.
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Confundido
El perro de mi novia no la dejó dormir. El animal sufría de ataques epilépticos y en el transcurso de la noche tuvo más de diez; su estado era deplorable. Por la mañana lo llevó con el veterinario para que lo pusiera a dormir. Hace un mes sufrí un desmayo debido a un ataque cardiaco y al caer, me desgarré la cara; me veía más deplorable que su perro… no entiendo por qué no me llevó con el veterinario.
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Memorial Day
Las sábanas las cambiaba conforme me visitaban las mujeres; al principio dos, tres veces por semana; luego, cuando tuve la primera recaída cardiaca, las cambiaba cada quince días; después se alargó a una vez al mes. Tuve una segunda recaída y pasaron dos, tres meses y no escuché toquidos a la puerta, a los siete ni siquiera un texto en el iphone, a los nueve meses me conformé con esas luces faciales de pantalla. Creo que ya ha pasado un año porque con la última subí a la azotea para divisar los fuegos pirotécnicos, y ahora voy a aprovechar la lluvia de estrellas y los fulgores de meteoritos a lo lejos para brindar por el primer año sin cambio de sábanas.
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En la Raya
Siento dolor en las esquinas del tórax y me meto a la cama. Me acomodo mirando hacia el techo y los ganchos del dolor se juntan en mi esternón. La respiración se vuelve corta, agitada; el aire apenas llega a la mitad de los pulmones y algo lo expulsa; me giro hacia la izquierda y quedo mirando ese cuadro de calendario de abarrote de Marcos Raya, donde una mujer alegre, campirana lleva su rebozo lleno de minas terrestres mientras un avión de caza la sobrevuela. Empiezo a exhalar abruptamente y la tos me obliga a ponerme boca arriba y por la pantalla del techo me transporto a 1989, camino en el barrio de Pilsen por la calle Dieciocho, y a la luz del mediodía veo a Marcos Raya sentado en un batiente, con sus ojos hinchados por la falta de sueño y con su pachita de aguardiente en la mano. Me lo imagino horas atrás en el alba de un callejón entre carritos de supermercado parloteando y aullando como lobo con los hombres paridos por la mala vida. La tos se vuelve incontrolable y aparece la diapositiva de un Raya con lentes oscuros tendido en su lecho como de hospital, como de muerte, y en medio de la tos pienso en marcar el 911 y diviso el iphone sobre el buró, estiro la mano para alcanzarlo y el mundo se ladea y yo me caigo, me caigo y sigo cayendo…
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El mañanero
Hace una década un amigo tomó Viagra a los tres minutos de haberse tomado su pastilla para la presión. Su esposa, mucho más joven que él, al ser interrogada por el médico forense, simplemente dijo: Bebíamos café en la cama y ahí quedó.
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Autorretrato
Debido a mis problemas cardiacos, he perdido algo de control sobre mis movimientos. Anoche, cuando lavaba los trastes, tumbé una copa y chocó contra una sartén. No se rompió pero sobre su transparencia se cinceló un relámpago. Iba a ponerla en la basura, pero me detuve; la observé y concluí que había hecho un autorretrato; que esa copa, al igual que yo, caminaba sobre la cuerda floja y debía seguir acompañándome durante mis cenas.
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Febronio Zatarain. Ganador del Premio Latinoamericano de Poesía transgresora 2015. Es autor de Veinte canciones en desamor y un poema sosegado.