Ayotzinapa, 36 meses, dos sismos y el florecer de la conciencia mexicana


Familiares de los normalistas desaparecidos frente al Antimonumento 43.

Este 26 de septiembre se cumplen 3 años desde la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la escuela Normal Rural de Ayotzinapa. Para muchos de nosotros que vivimos en el extranjero este nombre era desconocido al igual que lo era la situación por la cual cursaban las normales rurales del país y su vínculo con las reformas educativas neoliberales adoptadas en la Reforma Educativa del 2013. Esta fue altamente influenciada por las políticas educativas de Estados Unidos y Chile. Antes del 26 de septiembre de 2014 las normales rurales eran casi invisibles en la psique de la sociedad mexicana que vive en Estados Unidos.  

Después de 3 años siguen vivos esos eventos ya que para muchos estas desapariciones fueron un recordatorio de los eventos del 2 de octubre de 1968 en el que con impunidad el gobierno mexicano le disparó a quema ropa a civiles y estudiantes que protestaban en contra de las políticas del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. “2 de octubre no se olvida” es el gran lema del pueblo mexicano, pero a pesar de que la memoria de esos eventos se mantiene viva, nunca ha habido justicia en ese caso y 49 años después la realidad de que el país sigue sufriendo de una impunidad criminal es más visible y menos negable.

El gobierno apuesta al olvido, pero esta semana México se sacudió y se volvió a abrir la tierra. Los terremotos que azotaron al suelo mexicano nos obligaron a voltear nuevamente nuestra mirada hacia el Sur. A México, al país que muchas y muchos llamamos nuestra tierra madre, la que nos vio nacer. Las manos y corazones mexicanos que ahora luchan por salvar a gente de los escombros lo hacen juntos en las calles y en los rescates no sólo salvan a las personas que quedaron debajo de las ruinas de los edificios caídos. También se demuestran capaces de salvar a las y los mexicanos de la ruina de un gobierno que a cada paso le demuestra al pueblo no solo que es corrupto e inhumano sino que sea mostrado como innecesario y obsoleto. Un vestigio de un sistema que ha vendido su tierra y a los que la habitan. Un gobierno parricida que envenena el agua y obliga a sus hijos a beberla para darle gusto a su vecino del norte y al poder del capital global.

 “La tragedia de todos” como ha sido nombrado el terremoto del 19 de septiembre es un despertar que de nuevo nos lleva al punto del que procedió Ayotzinapa con sus 43 estudiantes desaparecidos, seis muertos, una veintena de heridos y cientos de miles de conciencias despiertas. Gracias al inevitable entender de la ensaña con la que el pueblo es negado sus necesidades más básicas, la de vivir, la de no ser desaparecido o asesinado por su propio gobierno. Tres años después de la noche en la que desaparecieron a los estudiantes aún no se esclarecen los eventos que traspasaron y lo que es más importante aún, no se ha dado con el paradero de los jóvenes que estudiaban para maestros.

En México no hay justicia ya que a pesar de que en estos 36 meses se han acumulado evidencias que claramente demuestran la colusión del ejército con el narco y a su vez ponen en tela de juicio al sistema de justicia de México. Desde los pinos hasta las policías municipales el gobierno niega la verdad que todos gritan a voces.  En el 2016 el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) los cuales llevaron una investigación por petición de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) claramente dieron evidencias de que el batallón 27 de Iguala fue el último en registrar con vida a los estudiantes y a su vez estas investigaciones también han documentado la intervención del gobierno con la investigación y han dejado en visto el hambre de sangre que tiene el gobierno mexicano. Más de 100,000 muertos y 30,000 desaparecidos en los últimos 9 años, son números mucho más que números, son recuentos de vidas que fueron obligadas a apagarse y con ellas también se han destruido familias y comunidades enteras. 

Es por eso que a pesar del paso del tiempo Ayotzinapa y nuestros desaparecidos nos obligan a seguir luchando, a seguir marchando, a seguir escribiendo, a seguir gritando la verdad del pueblo, a mantener viva la memoria del oprimido mediante nuestra lucha en México y desde el extranjero. En nuestro caminar hacia la justicia, marchamos al par de las madres y los padres que no han dejado de andar miles de kilómetros demandando justicia, derribando mentiras, abriendo corazones, y quitando vendas de los ojos a muchas y muchos que ya no pueden negar que ha llegado la hora de accionar hacia la libertad.

Es tiempo de poner de corazón un granito de arena que vaya creando una esperanza de paz y justicia. Y de la misma manera en la que se unió nuestra gente el día del temblor para rescatar a los que yacían debajo de los escombros, de esa misma manera, con autodeterminación, enfoque, coraje, autonomía, solidaridad, hermandad y libertad debemos de luchar por rescatar la verdad de Ayotzinapa y con ella recuperar la posibilidad de recrear al país desde las cimbras que han dejado atrás estas grandes sacudidas de conciencias.

“Quisieron enterrarnos, pero no sabían que nuestra gente nos rescataría de los escombros.” 

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Laura J. Ramírez, PhD, es madre, activista de derechos humanos, y profesora de educación en la Universidad de Chicago y Elmhurst College. Su doctorado es en Estudios de políticas educativas. Nacida en la Ciudad de México actualmente radica en Chicago.