Poemas de Yosie Crespo

 

 

Ya no

 

Ya no muerde tu nombre tan hermoso.

 

no se asusta a los polos tu ausencia

hace tiempo la memoria de aquel río

que va pasando siempre

te mata poco a poco

 

y ya no naces en el indicio de la piedra

y no hay rastros de serpientes esbozadas

de una tarde

 

ahora que las hojas de los árboles se curvan

hacia el sur

ya no alcanzas los caminos para verte

andar por nuevas calles

y ya no me espanta tu doble

en la mesa ni en la hoja de un lirio que está rota

ni en los trazos que van por dentro

ni ya habitas en las sombras

 

ya no aconteces del modo en que un recuerdo

ni se habla de puertas de aceras infranqueables

de lo que somos o no somos

y de otra vez decir adiós

 

y ahora que ya no cabe más la noche

ya no aceleras la flor

y no anticipan las luces más bajas de la tristeza

y ya no muerde

tu nombre

 

ya no.

 

 

Lamento de ángel oculto ante revelación

 

Porque nadie es bello eternamente

ni bueno eternamente

ni pulcro ni sabio ni manso eternamente.

Porque nadie ama eternamente

ni arrastra su máscara eternamente.

Nadie pacta con Dios

ni soporta su desamparo eternamente.

Nadie imagina que la muerte

se convierte en la manera casual de aceptar las cosas:

porque eternamente es atroz el infierno de los desfallecidos

porque la sombra se esconde

porque se instala con éxtasis alrededor del camino el hambre

porque petrificada la piedra no vuelve jamás al consuelo

y el grito es largo, contagioso, inútil, vacío, angosto, podrido, absurdo…

Porque la soledad tiene estrías de ácido.

Porque la usura trabaja a favor de los lobos

que me condenan al abismo.

 

∴ 

 

Algunas grandes cosas heredé de mi madre

  

De mi madre heredé la costumbre de mirar a la gente

qué distante parecen

no comparten nada de su naturaleza

ni de cómo sobrevivir

en un mundo en donde el tiempo pasa

en caminar en círculos

no saben qué hacer con las manos

ni con las grandes ausencias

y los misterios de la vida

porque no esperan la vida con miedo ni temor

o será que esperan la vida de siempre

la misma vida de Whitman

cruzando en el ferry de Brooklyn

en el mismo viejo rol

que empuja hacia adelante

serán como los girasoles:

no esperan a nadie más que a sí mismos.

de mi madre heredé la costumbre de algunos mitos

y de encontrar los métodos de romper

cuando los tiempos cambian

mi madre es capaz de continuar

el día y la noche con el día siguiente

y todas las noches

nunca olvida su papel

hace tres vidas atrás para no morirse

es decir: para completar los deseos ancestrales de familia

supo que estábamos hechos en verdad para el peregrinaje

ese cuenco de barro o de viento o de muerte

que divide al horizonte y donde es fácil vivir

si estás noblemente diseñado para dejarte vencer

por el desaliento.

de mi madre heredé la costumbre

de llamar las cosas por su nombre:

un mecanismo de sugestión*

de quien quiere ver el cielo en el océano

tan semejantes a las horas

que solo advierto de regreso

cuando predico el gran pronóstico

dependiendo del modo en que la nube se rompa.

algunas grandes cosas heredé de mi madre

como los mares y las islas

y lo que dice una mujer

cuando sabe lo que quiere sin remordimientos

este encender la lámpara para luego apagarla

esta inquietud de insecto que vibra en el vuelo

y este recuerdo de que la vida existe

más allá de los papeles acumulados y las marcas.

 

∴ 

 

La libertad del límite

 

porque nos acostumbramos

a tener la sed de los confines del mundo

al amor desértico de los que rompen la rama

al instinto de lo absurdo.

 

porque nos acostumbramos

a la inmensa soledad del desierto

para no morir como animal sacrificado

ante el pudor de los que buscan la distancia

casi insalvable de los que siguen vivos.

 

porque nos acostumbramos

a volar nunca hacia alguna parte

con el cansancio de quien agradece a medianoche

con las ropas nuevas de quien se sienta a morir

y sabe que todavía tiene que esperar.

 

porque nos acostumbramos

a la tierra fértil y a la falsa victoria

a los distintos cultos del que lo intenta todo

y a los tirabuzones de arena que alzaba el viento.

 

porque nos acostumbramos

a temer el abandono fijo de los grandes teatros

al instante de miedo en el cuerpo sosegado

para después validarnos en el color púrpura

de la derrota.

 

porque nos acostumbramos

a la llanura seca de la orilla misma

al momento anterior de la palabra

en el átimo por consiguiente superado

de lo nunca conseguido.

 

porque nos acostumbramos

a los que aman el amanecer y los disparos

a ese frío sin falta de los que gobiernan

con cada hoja arrancada y cada bosque

donde ya no se oye ni el susurro

de los muertos.

 

porque nos acostumbramos

a juzgar con la intención de los músculos

porque una navaja lenta con esfuerzo

se multiplica.

 

porque nos acostumbramos

a lo terriblemente bello de nuestro propio exilio

a la alegría salvaje de no pisar otra vez el país de origen

a la perplejidad de la duda y la sorpresa

del alivio sin cura de nuestra propia ceguera.

 

 

RESPIRO las grietas

de una calle cualquiera;

y de una segunda calle huyo despavorida

—hacia mi tranquilizante—

a escribir sobre el polvo y su semilla:

 

La escritura

no es más que la aridez del aire

la señal del derrumbe

una hilera de hojas perennes

en medio de los escombros.

 

∴ 

 

Yosie Crespo (Cuba/EEUU, 1979).  Nació en Pinar del Río, Cuba en 1979, es una poeta y narradora que piensa en inglés y escribe en español (producto híbrido) textos en los cuales se encuentran las culturas cubana y anglosajona en un terreno que nunca es neutral. Se interesa por la relación dentro del poema de aquellos elementos que hacen hablar a un yo distinto del escritor que asume el texto.

Con Solárium obtuvo en 2011 el Primer Premio “Nuevos Valores de la Poesía Hispana” convocado por las Ediciones Baquiana y el CCE (Centro Cultural Español) de Miami, Estados Unidos. Ese propio año recibió Primer Premio del IV Concurso Juvenil de Poesía Federico García Lorca y fue Premio Internacional en la categoría de Cuento Corto en la Feria del Libro de Buenos Aires, Argentina. Otro de sus poemarios Como si fueran grullas fugitivas resultó finalista del Premio Paz de Poesía 2016, convocado por National Poetry Series, en Nueva York. 

Tiene publicados Solárium (2011), La ruta del pájaro sobre mi cabeza (Ediciones Torremozas, España, 2013) y Caravana (una pequeña versión publicada por El Quirófano Ediciones, Ecuador, 2015). Otra versión más amplia de Caravana ha sido publicada por la Editorial Letras Cubanas este año. Sus trabajos aparecen regularmente en numerosas revistas y antologías digitales e impresas. Reside en Miami desde los diez años.