Un territorio es más que un espacio geográfico, a veces, es tan pequeño como un cuerpo o tan grande como una quimera, una fantasía, parte de la utopía.
Uno encuentra el territorio que merece, a menudo, el que necesita, pero hay una búsqueda innata con un mucho de nostalgia, como si algo perdido se buscara sin cesar. Borges, Rulfo, lo sabían…
Y Primo Mendoza también lo sabía. Mi encuentro con su obra se dio en el marco de la Feria Internacional del Libro del Zócalo en 2014. Brasil fue el país invitado y entre la delegación de escritores venían poetas de la periferia de São Paulo. Todos los caminos nos condujeron al Sótano de los Olvidados. Por mi parte, fue mi amigo Fidel Colón, que conocía mi interés y admiración por el trabajo de Armando Ramírez, quien me invitó a conocer a otros representantes del círculo de creadores del movimiento cultural Tepito Arte Acá. Este encuentro, quizá sin que tuviéramos mucha conciencia del porvenir, fue lo que dio pie a que estrecháramos los lazos de cooperación interbarrial México-Estados Unidos que llevarían a la publicación de este libro.
De Tepito emergí con uno de los ejemplares restantes de Territorios que Fidel generosamente me regaló, ya que había pertenecido a su madre. Desde el momento en que mis ojos se posaron sobre las líneas escritas por Primo Mendoza Hernández, supe que frente a mí tenía un libro único:
—¿Do tus pasos os llevan, hijín?
—Maestrín, voy sin duda alguna a la Villa de Tepito, famosa en todos lares por su vendimia.
—¿Y qué lugar de la Mancha urbana es ése, que mi oreja gacha no ha oído nombrar…? Y ved bien, que sé de eso, puesto que Cruzado he sido, por gracia de los Ejes.
—¿Abrase visto, Maese Carnalín de la Barca, que ni siquiera coplas a vuestro sacro oído han llegado?
—Nel, mi buen Archipeste. Y puesto que sordo he sido, ¡hágase vuestra voz, lazarín de mi conciencia en blanco!
—Vale, Carnalín: en una región del DeFeso, cuyo nombre bien recuerdo, mucho tiempo ha que existe un afamado mercado; preciado regalo de quien, como vos, posee alma chacharera. Lugar bien ponderado y donde, a fe mía, aún cabe el misterio y la sorpresa.
Escribe Roberto Calasso que un libro único es aquel en el que rápidamente se reconoce que al autor le ha pasado algo y ese algo ha terminado por depositarse en un escrito…, el libro es entonces residuo, resultado secundario que presupone una experiencia avasalladora. Necesario es que quien escriba haya sido atravesado por eso, vivido dentro, que lo hubiera absorbido en su fisiología hasta transformarlo en estilo. Dada su naturaleza contingente, los libros únicos corren el riesgo de no llegar a serlo. El principio de realidad se impone y sólo la autoorganización del caos puede contrarrestar el curso demoledor del olvido.
Ay, Callao, carajo, cómo me hubiera gustado que vieras este amanecer de Minezota, desde el Bronx del Agua Azul. Andar por estos lares de bardas pintadas por cholos y punketos y que me dijeras con tu silencio elocuente: ¡Hasta la victoria siempre, pareja!
¿Te acuerdas, Callao?, la vez que dijiste que ibas pa´l gabacho, y que no te fuiste después de mucho pensarlo y sentir que acá la vida te reclamaba (no sé —ni tú lo sabías— para qué o qué), ¡gacho, hijo!
Poco después de nuestro encuentro, partí a Estados Unidos perdiéndole la pista al autor, pero Territorios se volvió uno de mis libros de cabecera. En la medida en que iba sintiendo el pulso del México extraterritorial que los migrantes han reinventado, la obsesión de publicarlo se hacía más punzante, porque constataba que éste no era sólo un libro único, sino un libro necesario en la construcción de un paisaje literario donde las creaciones de aquellos que habitan los barrios, las favelas, las colonias populares y los campos agrícolas resuenen con voz propia y más allá de los confines que las originaron.
El hecho de que esta joya llevara más de diez años fuera del alcance del público habla más de los prejuicios que subyacen la evidente inequidad en el apoyo a los artistas que han emergido de las periferias, que del lugar que su obra merece dentro de la república de las letras y de la pertinencia que tienen este tipo de publicaciones para el fomento a la creación artística e intelectual en contextos sociales donde el acceso a la educación es una conquista y no un deber.
Territorios es una obra admirable desde muy diversos ángulos, desde la perspectiva de la lengua, Mendoza Hernández nos demuestra que para él no existen límites, su genio en el dominio del español expresa un verdadero cosmopolitanismo lingüístico. Gracias a su oído finísimo, la lengua se torna argamasa que utiliza más allá de su carácter convencional para esculpir cuentos y viñetas donde maneja a su antojo el argot callejero, ese lenguaje entrañable y florido del barrio, pero también expone las variantes dialectales del español, alude a una serie de referencias intertextuales a manera de guiños que nos permiten entrever sus amplias influencias literarias y abunda en los tropos poéticos, invitándonos a una experiencia estética sublime desde los lugares cotidianos.
Más allá de su aporte lingüístico, Territorios condensa una visión del mundo y una propuesta política al llevar las márgenes al centro de la obra y así poner de manifiesto que el ejercicio de la libertad creadora es parte del potencial humano y no el privilegio de unos cuantos; que, sin distinción, todos estamos invitados a sentarnos en la mesa de la literatura universal para repensar nuestra realidad y trascender las fronteras que nos impone un contexto donde aparentemente no hay redención.
Sí, sus historias aluden a las vivencias de los habitantes de las márgenes y, en ese sentido, tanto Nezahualcóyotl de los últimos días como Territorios aportan a la recuperación de la memoria histórica y la cultura oral del barrio; sin embargo, su sensibilidad resuena dentro y allende Tepito y Nezahualcóyotl, pues no sólo son geográficos los territorios por los que nos lleva, son oníricos, lingüísticos, son los del espíritu, del deseo, del intelecto y de la poesía y, por ende, su propuesta está a la altura de los grandes escritores de la lengua.
Detrás de su obra literaria está la obra social y su grandeza como ser humano. Su noción comunitaria e inclusiva del arte se respalda en décadas de trabajo independiente como parte del colectivo multidisciplinario Los Olvidados y del apoyo que dio a innumerables emprendimientos culturales tanto en Ciudad Nezahualcóyotl como en muchos otros espacios de la urbe.
Son de un valor incalculable su entrega a la educación popular y la confianza metafísica de que nos dotó a nuevas generaciones de escritores, artistas y pensadores, así como la amistad que desinteresadamente brindó a cada una de las personas que lo conocimos. Nunca será lo mismo escribir y enseñar desde la institución que desde las calles, pues es ahí donde está la vida y en ese sentido tanto su obra literaria como su trabajo de base gozan del mérito adicional de los que se empeñan en no callar.
La publicación de Territorios desde el barrio de Pilsen, capital cultural de la comunidad mexicana en el Medio Oeste estadounidense y la realización de esta presentación-homenaje en el Senado de la República podrían parecer hechos inconexos y fortuitos, pero no es así. Nos permiten observar una serie de situaciones sintomáticas sobre la situación del arte y la cultura en México, por ejemplo, dice mucho que este homenaje-presentación se esté realizando en un recinto político en tiempos de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
En este país, existe una deuda histórica con el arte popular que no ha gozado del apoyo ni del reconocimiento de que es digno, y como demuestra la trayectoria de Mendoza Hernández, ahí donde se ha destinado uno que otro presupuesto para la producción artística y la difusión de la cultura en las comunidades periféricas, la inversión ha fructificado con creces.
Más allá de ello, demuestra que la solidaridad entre los de abajo sigue siendo la principal fortaleza para una supervivencia no sólo económica, sino cultural y que los mexicanos que hemos migrado seguimos teniendo el mejor interés de nuestro país en el corazón.
Hoy, la obra de Primo Mendoza Hernández nos da la oportunidad de reconocer todo esto frente a representantes de diversos niveles del Gobierno de la República.
Por nuestra parte, tenemos confianza en la eficacia de los actos rituales sobre la realidad material. Este proyecto del cual Primo Mendoza Hernández es embajador constituye un esfuerzo conjunto por construir puentes ahí donde reinan las rupturas, es nuestra contribución para sentar las bases de una diplomacia cultural interbarrial y expresa nuestra lucha por el pleno reconocimiento de que el acceso a la educación, el arte y la cultura son un derecho humano imprescindible, como la obra de Primo Mendoza Hernández.
Se sueña flotando como pez de insoportable vigilia, una angustia de mar mueve las entrañas del medio en que vaga. Anhela cerrar sus ojos de inmemorial azoro, ventana redonda que palpita fantasmas.
Se sueña, me sueña: entonces la sueño, y en el burbujeo del tiempo toco su cuerpo de coral y madreperla, su pelo de medusa, la definida extensión de su costado de arena; al naufragio de sus ojos y el litoral de una pena que no duerme.
Nos mueve el principio y el fin repetido, desgastamos oceánicos silencios con voces de savias que recuerdan nuestro origen de manglar y marisma.
Recordamos sueños de tierra cuando su cuerpo era brocal, espejo de nubes y pájaros con escamas; cuando yo caminaba entre el hervor del aire y nuestras palabras tenían el líquido sabor de la evaporación de nuestros sentidos. Nos soñamos…
“Te espero como se espera un lingote de amistad al final del arcoíris”, me escribiste el día que te mandé la fotografía de Territorios recién salido de la imprenta y mi viaje a México se aproximaba. Al fondo, un rayo de sol cortaba con su luz el bosque y la portada que elegiste. Verlo te recordaba esa línea anaranjada que dibuja el cielo de Nezahualcóyotl al amanecer, dando esperanza a sus moradores cuando la contemplan.
En tu cumpleaños, volviste a nacer, esta vez a la energía de la que todo viene, ya eres uno con el universo. En esta dimensión, sembraste mucho amor entre quienes tuvimos el placer de conocerte, Primo el amigo, el sindicalista, el padre, el hijo, el compa certero de mil y una hazañas culturales. Primo el guerrero jaguar que, en medio de una batalla contra el cáncer, mantuvo su sentido del humor y su calidez intactas. Viviste para revisar y aprobar cada línea de la edición a esos 25 años de acariciar con todo tu ser la piel de la calle, sus texturas transformadas en pequeños prodigios, monumentos a los milagros cotidianos.
Recuerdo el día que te anuncié que ya teníamos fecha de presentación, la tenue emoción que tu condición de salud te permitía expresar atravesaba la bocina del celular: ¡ver tu obra brillando como ese lingote de oro al final del arcoíris! “Ahí nos vemos, manito”, te dije antes de despedirnos. Muchas gracias, Maestro, te digo hoy, porque sé que a través de tu obra estás presente, porque tu poesía es el perfume que seguirá despidiendo su embriagante aroma por siempre.
Discurso de clausura del Homenaje póstumo al Maestro Primo Mendoza Hernández y presentación de su libro Territorios. Senado de la República. 06 de diciembre de 2019.
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