Es el aire de aquí arriba
Golpeando a tu llegada
En la pálida caja de tu cuerpo.
El viento que ensancha
La fiebre en tu costado sonoro,
Que de inmediato intuye
Ese talento íntimo
Para la enfermedad.
Repite en los pulmones
El mapa y las llanuras,
El mundo en los volubles
Cajones de tu pecho.
La brisa que del hielo y las montañas
Penetra en ti y despierta
La tóxica ebriedad
en tus bronquios florecidos.
Céfiro mortífero, revelador,
Que canta entre tus huesos de galerna
La canción más desconocida y tuya.
La pandemia cordial,
Creciente en los blancos paseos matinales.
La que altera sangre, pulso, jadeo.
El aire mismo que expandía las palabras.
El aire de la conversación, de las discusiones.
El mismo que sana,
El que también aviva y revela lo atroz.
Es el aire de este sitio,
Daimon antiguo y brutal
Que, al entrar y salir continuamente,
Inflama, en cerebro y corazón,
La posibilidad infinita de la tos y el pensamiento,
Del diálogo,
De la muerte.
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