(Presentación del libro de Marc Zimmerman, Cuán alta la luna, Breves sueños y escenas de una vida larga, Moorpark, CA: Floricanto Press, 2019, en la Librería Laberinto, San Juan, 20/02/2019); revisada para su publicación en El BeisMan).
♦
Todos somos imperfectos y vulnerables; es parte de nuestra humanidad. Con el transcurrir de los años hacia la mal llamada “edad dorada”, cuando la superación de múltiples experiencias atravesadas deberían habernos endurecido la piel, las limitaciones y la humana siempre vulnerabilidad se tornan, sin embargo, más evidentes y presentes. Asumirlas sin ambages con humor —ahora y en los pasados que recuerda— es uno de los méritos indiscutibles de Cuán alta la luna, enésimo libro (perdí la cuenta) de Marc Zimmerman.
El libro abre con una introducción que desde la primera oración misma discute la posibilidad ¡imagínense! de que sean triviales los relatos que siguen. Confiesa también su falta de imaginación ¡intentado escribir ficción! Y su estrategia, por tanto, de trabajar sus cuentos a base de sus propias experiencias y sueños, lo que torna más íntimo y transparente su vulnerabilidad. En ese sentido las memorias que recoge Cuán alta la luna son lo inverso a lo que usualmente encontramos en los libros de memorias. En lugar de enfatizar sus logros —aquello que “merecería recordar”—, se detiene en sus temores y fracasos —aquello que es tan difícil olvidar. En palabras del autor “el temor a ser disminuido, ridiculizado u olvidado en una carrera no tan suave hacia la oscuridad” (p. 4).
Como pienso que la mayoría de “los mortales” nos sentimos más identificados con pequeños dolores que con grandes hazañas, seguro que puede interesarles leer cómo fue lidiando este autor con ellos, con gracia. En ese sentido la trivialidad que el propio autor sospecha de algunos relatos reviste una significación especial pues, afortunadamente, en estas geografías y tiempos, para un público relativamente triviales son muchos de esos pequeños dolores que sufrimos cotidianamente todos.
A la Introducción le sigue un Prólogo conformado, en realidad por los primeros relatos, todos en torno al temor de “quedarse sin gasolina”. En lugar de celebrar sus (alrededor de) 40 libros previos, se detiene Zimmerman en el temor de quedarse sin gasolina para el 41 y posibles subsiguientes. Colocando estos relatos como Prólogo parecería justificar por qué el libro que seguirá está constituido por sus relatos más cortos —The Short of it All— título de su primera edición en inglés.
En estos relatos, como en general en el libro, el humor y el optimismo al final vencen —con frecuencia, ambivalentemente— al temor. Luego del Prólogo, el cuerpo del libro se divide en tres etapas de la vida: infancia, adultez y jubilación. Tiene especial interés cómo en las tres se manifiesta el agudo drama étnico estadounidense, pues su autor escribe claramente desde la perspectiva de un intelectual judío-americano, enamorado de aspectos de la cultura afro (el jazz, por ejemplo) y vinculado estrechamente —profesional y vivencialmente— al mundo latino: puertorriqueño, mexicano, centroamericano, italiano.
Debo vencer la tentación de comentar los relatos, pues el propósito de esta presentación tiene que ser estimularlos a que vayan descubriéndolos en su lectura. Sí quisiera adelantar, para evitarles una confusión que en un momento sentí, que la referencia a “sueños” en el subtítulo no es metafórica, sino literal. Cuando los temores y vulnerabilidades sobrepasan su posible resolución lúdica en la experiencia, Zimmerman los exorciza en sus sueños, muchas veces confusas pesadillas. Y esa interacción entre lo fantaseado y cotidiano nos lleva a sospechar si Cuán alta la luna se refiere al firmamento de una canción popular en sus cientos de versiones e interpretaciones, o al tercer piso de su apartamento en el condominio Luna en San Juan, donde muchos relatos fueron escritos. Argumentaría que seguramente a ambos.
•