Foto: Twitter@Chelawuera
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#HistorizameEsta
En el contexto del primer aniversario del SARS-CoV-2 en México, pienso las manifestaciones feministas que tuvieron cabida el pasado #8M en el país (y el mundo en general). La pandemia no ha impedido que un gran número de personas se congregue a modo de protesta y el movimiento feminista no ha sido la excepción en este tipo de actos. Desde la manifestación del año pasado (la última que se pudo vivir con cierto aire de normalidad, muy diferente a la “nueva normalidad” que se ha instaurado hoy en día) se registró la asistencia de más de 80 mil mujeres y este año, pese a que el número de asistentes puede haber disminuido precisamente por causa del Covid-19, en el marco del Día Internacional de la Mujer muchas mexicanas salieron a tomar los principales espacios públicos; al igual que otras ciudadanas de diferentes partes del mundo que también utilizaron ese día para hacer visibles una serie de demandas que corresponden a las particularidades de su región.
En el caso de México se han vuelto latentes dos consignas: por un lado, la denuncia del incremento de casos de feminicidios y de otro tipo de agresiones contra las mujeres (violaciones, ataques con acido, etc.) para que la actual administración gubernamental (la llamada 4T) emprenda determinadas acciones que busquen contrarrestar y hacer frente a una característica cultural muy arraigada en nuestro país. Por otro lado, la exigencia de que el derecho de salud pública y reproductiva sea reconocido en todo el territorio nacional a través de la despenalización del aborto, tal como acontece en Oaxaca y Ciudad de México.
Foto: EFE
Las movilizaciones que se llevaron a cabo a lo largo del país se efectuaron bajo estas demandas, así como sobre casos particulares de cada localidad. Siendo un día en que protestas feministas son efectuadas en todo el mundo y que en nuestro país el número de participantes se incrementó visiblemente desde el 2020, resultaba previsible el que las autoridades volvieran a tomar medidas para resguardar los inmuebles por donde pasaría la manifestación, tal como se hizo desde el año anterior. Sin embargo, lo notable en esta ocasión fue que, desde días antes, se apresuraran en resguardar las instalaciones de Palacio Nacional con una especia de muralla (llamado “Muro de la paz” por el propio presidente de la república) que, al menos en términos simbólicos, parecía cerrarle las puertas a cualquier demanda hecha desde el movimiento feministas al actual gobierno.
Como era de esperarse, un gran número de mujeres participó en la movilización y se registraron disturbios en una parte de la muralla que terminó por ser derribada y custodiada por elementos de seguridad de la CDMX. Aunque la confrontación entre las fuerzas policiales y las manifestantes no pasó a mayores, a lo largo del día se registraron diferentes momentos de tensión que bien pudieron ser encarados con muestras de valentía (como en el caso de la “Reinota”) o que bien pudieron ser considerados como un enfrentamiento directo contra el gobierno que encabeza AMLO; sobre todo cuando los ataques fueron efectuados por hombres y por grupos de personas que parecían tener coordinación para llevar a cabo una serie de acciones violentas en concreto.
Foto: ©Andrea Gama 8 de marzo, 2021
Por mi experiencia en años anteriores puedo concebir que una parte de esas confrontaciones con las fuerzas del orden proviniera efectivamente de algunas de las colectivas feministas que se manifestaron; sin embargo, creo que también pudieron existir diferentes grupos de derecha que aprovecharon el contexto de esa fecha para sacar provecho de la situación (tanto en lo concerniente a los disturbios, como en el campo político e incluso en el terreno de los medios de comunicación) y, en consecuencia, las legítimas demandas hechas por las ciudadanas mexicanas (razón de la protesta) se perdieron de vista al ser opacadas por las acciones de personas infiltradas (hombres y mujeres), así como del propio movimiento feminista que constantemente se ha mostrado violento y vandálico.
Aunque ciertamente las protestas sociales suelen tener la característica de generar disturbios a su alrededor, en el caso del movimiento feminista todavía le suele ser muy reprobado este tipo de acciones por el grueso de la sociedad; al punto que ha promovido la movilización de otra parte de la ciudadanía (sobre todo de filiación católica) para resguardar puntualmente edificaciones religiosas. En un país tan machista como el nuestro, donde el daño a paredes y monumentos causa mayor repruebo en la sociedad que aquel que reiteradamente y de manera creciente se efectúa sobre las mujeres (biológicas y transgénero), nos invita a pensar en las acciones que desde el movimiento feminista se pueden realizar, así como en el proceso de autocrítica por el cual debe pasar para que al movimiento sume el apoyo de más ciudadanía y se pueda librar de cualquier participación de la derecha.
Foto: 4: ©Andrea Gama 8 de marzo, 2021
Es interesante que ahora que el feminismo ha ganado lugar dentro de la agenda nacional y que se ha constituido como un grupo opositor al gobierno actual (uno cuyas demandas resultan legítimas) sea utilizado como bandera de varios partidos políticos (incluso de derecha), aunque sus congresistas se hayan negado férreamente a la legalización del aborto a nivel nacional, al tiempo que los gobernantes que alguna vez candidatearon llevan a cabo actos de represión e intimidación sobre las participantes en las protestas. Más allá de las confrontaciones registradas en el zócalo de la capital, lo que a mí me gustaría rescatar de la más reciente edición del #8M registrada en nuestro país es la brutalidad con que fuerzas de la policía estatal y municipal de Aguascalientes (gobernado por el PAN) arremetieron contra las manifestantes reunidas en la plaza de armas de dicha entidad; ya que entre palos, burlas, jaloneos, patadas y persecuciones se arrestaron a un total de 23 personas, de las cuales 8 terminarían por ser retenidas por casi 40 horas.
Si tomamos en cuenta que este tipo de actos represivos han sido empleados por mandatarios de otras entidades, como en el Estado de México y en Cancún, Quintana Roo (el año pasado), tendremos un escenario gubernamental a nivel nacional al que las demandas feministas le son incomodas e indiferentes. Por otro lado, si consideramos que tenemos una sociedad a la que la violencia infringida sobre cuerpos femeninos le importa menos que la violencia que pueda resultar de una movilización de carácter feminista; mientras que a nivel federal no se reconoce ni se actúa de ninguna manera para hacer frente a las demandas de este movimiento (más allá de los informes de cada 25 de mes), definitivamente se trata de condiciones contraproducentes para el feminismo en México. Por ello, toca esperar un poco y ver como se desarrolla el escenario social en este año, al tiempo que vale la pena hacer nuestra esa propuesta feminista de planear y discutir los próximos pasos a seguir después de este #8M.
Foto: aC_Domínguez_R