En Contexto: De madres y mujeres

 

Aunque se ha presentado como un día de celebración, el Día de la Madre nació en 1922 como una medida gubernamental para contrarrestar los movimientos feministas que desde Yucatán demandaban acceso a la educación y la salud, libertad individual e igualdad de derechos políticos.

De la misa manera en que actualmente se levantan cercas metálicas para que las mujeres mexicanas no puedan acercarse al Gobierno Federal, hace 98 años el presidente Álvaro Obregón, que se decía identificado con el pensamiento socialista derivado de la entonces muy cercana Revolución Rusa, promovió establecer una fecha conmemorativa anual centrada en las madres, como personaje crucial para las familias, pero con el objetivo de contrarrestar ya en aquel tiempo las campañas en favor de la planeación familiar y la paridad de género.

Esa campaña gubernamental desde su origen buscó replicarse en todo el mundo. Contó con el apoyo del periódico Excélsior, dirigido por Rafael Alducin, que advertía del peligro de considerar ideas alejadas de los principios sociales de los mexicanos para descalificar, así, al movimiento de las mujeres yucatecas apoyadas por el gobernador del estado, el general Salvador Alvarado —ese sí, de izquierda, no como otros—.

Mientras en Mérida, Nelly Aznar impulsaba la emancipación femenina, revisar las relaciones familiares y jurídicas, la organización sindicalista y circulaba un escrito de Margarita Sanger en el que orientaba a las mujeres sobre la forma de evitar embarazos no deseados, en la Ciudad de México se negaban los derechos de las mujeres y desde Palacio Nacional se les obsequiaba el Día de la Madre.

Finalmente, la fuerza del Estado se impuso. Desde entonces, cada 10 de mayo se celebra a las madres y, oficialmente, se pretende que con eso se hace un reconocimiento del género femenino que alcanza su cúspide con la maternidad.

Sin embargo, la realidad de las madres, y en general de las mujeres mexicanas, es de discriminación, violencia y de indiferencia, especialmente desde la perspectiva gubernamental.

Aunque actualmente cada vez participan más en el mercado laboral, las mujeres que son madres ocupan empleos con menores remuneraciones, responsabilidad baja y su carga total de trabajo, que incluye el remunerado y no remunerado (el de casa), es mucho más amplio que el de los hombres que son padres.

Durante los dos últimos años, su situación se agravó porque durante 2019 se cancelaron o se redujeron los apoyos estatales destinados a las estancias infantiles, equidad de género efectiva —no la de los políticos—, apoyo al empleo y derechos humanos. Con esas deficiencias a cuestas, en 2020 y parte de 2021 las mamás tuvieron que enfrentar la contingencia del coronavirus que significó suspender actividades laborales remuneradas, incrementar las no remuneradas, convertirse en asesores escolares y afrontar relaciones familiares extremas y hasta violentas.

Con ello, hay que considerar que siete de cada diez mujeres mexicanas de 15 años y más ha tenido al menos una hija o hijo nacido vivo, de estas el 10 por ciento son madres solteras. 

Entre las madres solteras, el 26 por ciento carece de instrucción básica completa, 38.7 por ciento concluyó la secundaria y 35 por ciento tiene instrucción media superior o superior. El 70 por ciento de ellas son la principal fuente de ingresos familiares.

La pobreza femenina se incrementó en el último año, con importantes agravantes especialmente en materia de educación y salud por efectos de la austeridad presupuestal y por los cambios en los términos de demanda derivada de la pandemia.

Si bien la fecundidad ha disminuido de manera general, el porcentaje de adolescentes 

—menores de 20 años, que tienen hijos— fluctuó entre 17 por ciento y 19 por ciento desde 1994 a 2018. Estimaciones tempranas del INEGI consideran que en 2020 superó el 20 por ciento, con base en que la tasa de fecundidad para las adolescentes entre 15 y 19 años es 65.7 por cada 1,000 mujeres en el país. 

En México solamente el 54 por ciento de las mujeres en edad fértil (15 a 49 años) utilizan algún método anticonceptivo, lo que representa un serio riesgo para su futuro y solamente cuando están casadas este porcentaje aumenta a 74 por ciento. Además solamente en la Ciudad de México y en Oaxaca se permite la interrupción del embarazo.

No hay duda de que las mujeres llevan la mayor carga del trabajo del cuidado de los menores, especialmente las madres, ya que siguiendo con el INEGI el promedio de horas destinadas a los menores de cinco años es del orden de 18 horas a la semana en comparación con 8.2 de los varones, es decir más la mitad del tiempo, antes de la pandemia. En el caso de los niños menores de 5 años el tiempo destinado por las mujeres aumenta 70 por ciento.

Sería deseable que el Estado reconociera todos los días a todas las mujeres y no solamente a las madres en la retórica de un solo día. 

¿O también… Al carajo?

 

@lusacevedop